Entrar en política significa ser emprendedora

Durante la campaña de Obama, los medios españoles me formularon reiteradamente la siguiente pregunta: ¿está preparado Estados Unidos para un presidente negro? Sin embargo, no me preguntaron lo mismo sobre la posibilidad de que una mujer fuera la presidenta del país, cuando precisamente Hillary Clinton, por aquel entonces, se encontraba disputando las primarias con el actual presidente.

Uno puede pensar que no se formuló la misma pregunta en relación a Hillary Clinton porque ya existen en el mundo muchas líderes que son mujeres y estamos acostumbrados a ello, pero por desgracia, no es así. Ni en los EE. UU. ni en España hemos visto a una mujer presidiendo la Casa Blanca o la Moncloa, aunque hay que decir que España tiene el doble de mujeres representadas en el Congreso de los Diputados -casi el 40% frente al escaso 20% en EE. UU.- pese a que todavía carecemos de una amplia representación democrática en ambos países donde las mujeres suponen más del 50% de la población.

AlanabLas mujeres emprendedoras, políticas o de cualquier otra profesión necesitamos modelos referentes de liderazgo de nuestro género. Las mujeres que encabezan candidaturas se enfrentan a varios desafíos, desde la exhaustiva observación en la vestimenta y a su apariencia en general, hasta la percepción de que existe una incompatibilidad entre ser competentes y además simpáticas. Medimos a las mujeres líderes, emprendedoras y con iniciativa según los estándares que tenemos para hombres pero luego no nos agrada que la mujer se comporte como ellos. De hecho, en muchas ocasiones, la sociedad desacredita a las mujeres ambiciosas.

Recuerdo una situación concreta que refleja hasta qué punto las mujeres tenemos que reivindicar nuestro espacio. Recientemente, se emitió un reportaje en televisión acerca de Donald Trump, en el que cuatro analistas, todos ellos hombres, valoraban el perfil del virtual candidato republicano a la Casa Blanca. En paralelo a la emisión del programa, por Twitter se desarrolló un debate, en el que participé directamente, junto con otras mujeres, también analistas internacionales y dos periodistas, responsables del reportaje. En Twitter nosotras manifestamos nuestro enfado por la ausencia de mujeres analistas en el reportaje. Yo en concreto, me puse en contacto con los periodistas (a quienes conozco personalmente) y les pregunté por qué no habían contado conmigo. Uno de ellos me reprochó que “una cosa era que faltaran mujeres y otra que no se pudiera hacer un programa sobre EE. UU. sin mí” y yo pensé que efectivamente lo importante era que hubiera mujeres.

A raíz de este suceso, me di cuenta de que la respuesta de aquel periodista no hubiera sido la misma si se hubiera tratado de un hombre. Me percaté de que no se puede ser una analista política sin autopromocionarse, un atributo que se convierte en un impedimento o en un tabú para muchas mujeres.

Me ha costado años aprender a autopromocionarme sin encogerme. Mientras los hombres se autopromocionan con naturalidad, sin que nadie les cuestione, en el caso de las mujeres parece algo negativo. Los sondeos muestran que Hillary Clinton ha sido mucho más popular cuando ejercía como Primera Dama, senadora o secretaria de Estado que como candidata en una campaña.

Para ser emprendedora, también hace falta una buena medida de ambición y la capacidad de autopromocionarse. Es imprescindible que nos apoyemos entre nosotras y no pidamos perdón por querer alcanzar nuestros sueños y objetivos como cualquier hombre. Cada día que pasa estamos rompiendo barreras y ampliando el horizonte para todas nosotras. Todavía nos queda trabajo por hacer, pero nada de lo que merece la pena es fácil.

Alana Moceri
Profesora de Comunicación Política de la Universidad Europea