Lola Merino Chacón, presidenta nacional de AMFAR, Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural, profundiza en la situación de la mujer rural española mediante el análisis de determinadas cuestiones como su evolución y las diferencias que las separan del resto de países europeos, además, de la situación del emprendimiento rural femenino en la actualidad, la titularidad femenina de las explotaciones agrarias y el trabajo de la mujer en la explotación familiar.

¿Cómo valora la cifra de mujeres rurales en España en la actualidad, así como su evolución a lo largo de los últimos años?

Actualmente, hablamos de un colectivo formado por seis millones de mujeres que representan a casi la mitad de la población rural, en concreto al 48% de sus habitantes y que, además, desempeñan

Lola Merino Chacón

Lola Merino Chacón

funciones de vital importancia en nuestros municipios, fijan la población, frenan el envejecimiento y el abandono de los pueblos, y apuestan por el autoempleo.

En los últimos años, AMFAR ha sido fiel testigo del verdadero avance en igualdad de las mujeres rurales españolas, sobre todo, en su incorporación al mundo laboral. Prueba de ello son las 370.000 mujeres autónomas que han decidido emprender y ponerse al frente de su negocio en nuestros municipios rurales, lo que ha supuesto su independencia económica, la creación de empleo y contar con un ámbito rural vivo.

La participación de las mujeres en el sector agrario también ha tenido una profunda transformación. Hace treinta años era impensable que una mujer estuviera al frente de su propia explotación o que condujera un tractor, algo que hoy en día se concibe como normal. De hecho, el 30% del total de titulares de explotación agraria en España son mujeres, una cifra que debe seguir mejorando para garantizar el mantenimiento del sector y el necesario relevo generacional entre los profesionales agrarios. Y, por último, otro avance que merece una mención es el reconocimiento del trabajo de la mujer en la explotación familiar con la aprobación de la Ley de Titularidad Compartida en octubre de 2011 a instancias de AMFAR.

Las mujeres que han nacido en un pueblo quieren seguir viviendo en él, pero quieren hacerlo en condiciones dignas, y necesitan de las infraestructuras necesarias para desarrollarse personal y profesionalmente. A día de hoy, nuestras zonas rurales sufren de despoblación, envejecimiento y desempleo. Numerosas mujeres que trabajan en pequeños municipios lo hacen por continuar con el negocio familiar, sea una explotación agraria o una empresa de otro sector. Pero, además, desde AMFAR hemos detectado que en los últimos tiempos se ha producido una vuelta al campo y son muchos los jóvenes que están encontrando en la agricultura una salida profesional. De este modo, desde la asociación animamos y asesoramos a todas las mujeres que quieren dar los pasos necesarios para arrancar su proyecto empresarial en el medio rural, un entorno que se ha convertido en la solución para numerosas familias españolas.  De hecho, la revolución de las mujeres del campo ha marcado un antes y un después, ahora dirigen explotaciones agrarias, gestionan sus propios negocios, forman parte de la vida política, económica, social y cultural con normalidad.

Asimismo, ¿cómo valora la situación de la mujer rural en España en relación a otros países de la UE?

Las mujeres rurales europeas no constituyen un grupo homogéneo, ya que interfieren en asuntos geográficos, culturales, económicos y sociales. Sus necesidades e intereses varían, especialmente de un grupo de edad a otro y en función del tamaño y la composición de sus familias y de las edades de sus hijos. De este modo, si hablamos de igualdad de oportunidades, es cierto que los países nórdicos han marcado tendencia en el conjunto de países de la Unión Europea.

En cuanto a los modelos de explotación agraria, las diferencias vienen marcadas, principalmente, por las propias condiciones climatológicas y geográficas. En los países del norte de la Unión Europea, las explotaciones agrarias se complementan con otras actividades económicas que se integran en la propia explotación.

Tras varias visitas a países europeos, he podido comprobar de primera mano cómo las explotaciones agrarias son más “abiertas al público”, ofrecen venta directa de sus productos y muchas de ellas se explotan como reclamo turístico, de ocio o para la realización de reuniones. En estos casos la diversificación económica se concibe como un complemento a lo agrario. Un valor añadido del que se debería tomar ejemplo.

¿Podría hablarme de los pros y contras de trabajar en el medio rural?

Trabajar en el medio rural permite, en la mayoría de los casos, disfrutar del entorno, de la naturaleza, del municipio que te ha visto nacer y crecer. Sabemos de primera mano lo gratificante que es para las mujeres emprendedoras sacar adelante un negocio en el medio rural, bien sea una explotación agraria, una casa de turismo rural, o un pequeño negocio de artesanía, hostelería o similar. Sin embargo, la escasez de infraestructuras, las deficientes comunicaciones o la carencia de red móvil o Internet, dificultan en muchos casos las iniciativas puestas en marchas en municipios que se encuentran aislados o con mayores carencias.

¿Qué opina de las iniciativas impulsadas desde la Administración?

Las distintas administraciones han impulsado algunas medidas encaminadas a mejorar la situación de las mujeres rurales españolas. Medidas como la Ley de Titularidad Compartida de las Explotaciones Agrarias, que vio la luz hace ahora cinco años gracias al trabajo de AMFAR, pero que no ha tenido el acompañamiento necesario para que diera los frutos esperados.

Además, las mujeres deben ser las verdaderas protagonistas de las políticas de desarrollo rural. Las mujeres y los jóvenes son la garantía de futuro de nuestros municipios, y es un tema en el que deben trabajar todas las administraciones codo con codo de cara a asegurar el relevo generacional en el sector y la supervivencia de nuestros territorios. Asimismo, desde AMFAR reclamamos medidas que permitan la conciliación y la corresponsabilidad personal y profesional de las mujeres.

Por otra parte, la formación de las mujeres es vital para que puedan participar en igualdad de oportunidades en todas las esferas de la vida socioeconómica. Una formación que, además, debe ser la base del emprendimiento que han iniciado las mujeres.

Y, por último, la incorporación de las mujeres a la toma de decisiones. Las mujeres deben formar parte de los consejos rectores de las cooperativas, de las Ofertas Públicas de Adquisición (OPAS). Y deben estar en todos los ámbitos decisivos de la sociedad.

María Cano Rico