Con este título, seguramente habréis pensado que este se trata de otro de esos reportajes dirigidos a criticar La bella y la bestia, aprovechando la nueva versión cinematográfica, y retratando cuento y películas como un claro ejemplo de síndrome de Estocolmo, con tintes de zoofilia. Pues no, no se trata de esto, sino de otra película que vi en realidad hace un par de meses y que, por arte y gracia de las redes sociales, me ha sido recordada recientemente. Una película que me provocó un estado de cabreo del que aún no me he recuperado y que, ésta sí, muestra un ejemplo clarísimo de falso romanticismo cinematográfico y también de síndrome de Estocolmo.

Aviso para navegantes. A continuación van spoilers de la película Passengers (Morten Tyldum, 2016), y de los gordos.

Ana-de-Haro_foto-683x1024A lo mejor la película en cuestión os suena, fue uno de los grandes estrenos de los últimos meses de 2016. En los tráileres se vendía como una aventura espacial: chico y chica viajando en una nave espacial muy parecida a un hotel de cinco estrellas o a un crucero de súper lujo hacia una colonia en otro planeta son despertados de su hibernación unas cuantas décadas antes de lo esperado. La nave está experimentando problemas y se avecina tragedia. Romance y acción se desencadenan. Parecía un discurso facilito, entretenido y de consumo fácil, protagonizado por dos actores jóvenes, taquilleros y francamente talentosos.

Pues no es así. No exactamente…

En realidad, el argumento es el siguiente: chico joven, taquillero y talentoso que viaja a colonia a bordo de nave espacial es despertado de su hibernación con unas cuantas décadas de antelación. Noventa años, de hecho, de manera que es virtualmente imposible que llegue a su destino con vida. Se siente (comprensiblemente) solo y desesperado, y en una de éstas se enamora de otra de las pasajeras, chica joven, taquillera y talentosa, que está tranquilamente hibernando y, por si no pillábamos la referencia, además se llama Aurora. El chico en cuestión decide, tras muchas dudas, despertarla, porque, recalco, se ha enamorado de ella y se siente solo. De paso, está condenándola a la misma soledad que él ha sufrido, interrumpiendo su viaje sin pedir permiso e, insisto, obligándola a sufrir la misma muerte que él. Pero juntos, claro. No se lo explica. La Bella Durmiente en cuestión atribuye su despertar a un error desafortunado, y cuando a ella se le pasa el disgusto se enamoran. En pleno romance, ella se entera de que él la ha engañado y, lógicamente, se enfada mucho. Porque es un crimen. Porque hasta cierto punto la ha asesinado. Porque no tenía derecho. Porque, en el mejor de los casos, lo que él ha cometido es un enorme acto de violencia. Hay conflicto, pero poco. Otro durmiente, esta vez un oficial de tripulación, se despierta por un error semejante al del protagonista, y se hace evidente que la nave se estropea por momentos. Hay que salvar la nave. Del abuso de poder injustificable ya nos ocuparemos más adelante. De hecho, otro-tripulante lo justifica un poco, porque pobre chaval, debía sentirse solísimo. otro-tripulante muere. La nave casi estalla. El prota casi muere, pero no. La prota se siente tan aliviada que se le pasa el enfado. Al final, resulta que hay una manera de hacer dormir de nuevo a Aurora, pero ella, por amor, suponemos, elige quedarse con el prota y vivir el resto de su vida con él, los dos solos, en la nave.

No, el taquillazo en cuestión (Passengers recaudó 1,4 millones de euros en su primer fin de semana en España) no es un romance interestelar. Es un secuestro, y un terrible reflejo de una dinámica de poder abusiva interestelar que se ha disfrazado de romance y aventura y pasa por alto los aspectos más espinosos de la trama, francamente incómodos, y en el que el personaje femenino perdona el hecho de que le roben, literalmente, su capacidad de decisión sobre su vida. Es un romanticismo falso, engañoso y dañino en el que ella se enamora de su secuestrador, y esto se nos plantea como un final feliz.

Luego dirán de La Bella y la Bestia. Personalmente, esta nueva Bella Durmiente me parece mucho más peligrosa. Al menos, la primera hace un esfuerzo consciente por actualizar su mensaje, mientras que el entretenimiento comercial para adultos que es Passengers disfraza un acto de violencia bajo un barniz rosado de brillo siniestro. El problema no es sólo lo que él hace, es lo que ella acepta. En nombre del amor, suponemos.

 Ana de Haro
Periodista y escritora
@Ana_de_Haro

La hija de Barbazul, de Ana de Haro (@Ana_de_Haro), ganadora del VIII Certamen de Novela Ciudad de Almería, ha sido editada por la editorial Aldevara y puede encontrarse aquí