Desde que empecé a interesarme por las relaciones entre la literatura y el feminismo, me he encontrado una y otra vez con la misma cuestión planteada en ensayos, manuales, conferencias y charlas: ¿Existe eso que se ha llamado en alguna ocasión “escritura femenina”? Y, en caso de existir, ¿qué es exactamente? Es una cuestión mucho más compleja de lo que parece y difícil de responder de forma definitiva. Es, además, una de esas preguntas-río que dan lugar a un número infinito de interrogantes posteriores. Por ejemplo, si existe la literatura femenina, ¿cuál es? ¿Hablamos de literatura escrita por mujeres? ¿O de literatura sobre mujeres? O, Dios no lo quiera, por ahí no paso, ¿de literatura escrita para mujeres? ¿Hablamos de literatura femenina como de aquella que tiene las características típicamente atribuidas a las mujeres? Si existe una “literatura femenina” (diferente de una “literatura feminista”), ¿significa eso que la literatura universal es “masculina”? (Me viene a la mente el canon literario de Harold Bloom, que incluía, creo recordar, a cuatro mujeres entre 26 autores).

Y, sobre todo y principalmente: ¿escriben las mujeres de manera distinta por el simple hecho de ser Ana-de-Haro_foto-683x1024mujeres?

El tema lleva coleando unos cuantos siglos, y muchas autoras consagradas a las que admiro se pronunciaron sobre el asunto. Por ejemplo, en el ámbito español, Emilia Pardo Bazán, que discutió explícitamente “la cuestión femenina” en varios de sus escritos, decía que no hay “dos literaturas: una femenina, que trasciende a brisas de violetas; y otra masculina, que apesta a cigarro”. La pluma, insistía, no tiene sexo. O lo que es lo mismo, ante un texto dado, difícilmente podríamos determinar a primera vista si su autoría corresponde a un hombre o a una mujer. La teórica crítica feminista Mary Ellmann decía que “es imposible determinar el sexo de una frase”. Sin embargo, la misma Pardo Bazán se definía a sí misma como “escritor”, y no “escritora”, para diferenciar su obra de la de las autoras de folletín sentimental de la época, las llamadas “literatas” que perpetuaban en sus escritos el estereotipo del Ángel del Hogar, aún tan presente en nuestra ficción contemporánea. Y no olvidemos que de ella dijo Clarín que “escribía a lo hombre”, vaya usted a saber qué es eso.

Hablando del Ángel del Hogar, ese mismo al que Virginia Woolf se imaginaba estrangulando para poder escribir libremente, la autora de Bloomsbury, que reclamaba una habitación propia para las mujeres que permitiera, entre otras cosas, espacio y libertad creativa a la hora de escribir, hablaba en su ensayo ‘Professions for Women’ de que no es el texto el que difiere entre hombres y mujeres, sino la experiencia creadora en sí. “Desde fuera”, decía, “¿qué es más simple que escribir libros? Desde fuera, ¿qué obstáculos hay para una mujer distintos de los de un hombre? Pero interiormente, la mujer aún tiene muchos fantasmas a los que enfrentarse, muchos prejuicios que superar. Pasará aún mucho tiempo, creo, antes de que una mujer pueda sentarse a escribir un libro sin enfrentarse con un fantasma al que derrotar o una roca con la que chocarse”.

No creo, por tanto, que la cuestión de la escritura femenina sea de tipo textual, que el uso del lenguaje, en sí, sea necesariamente distinto. No es que sea necesario dar voz a las autoras porque escriban de otra manera. Tal vez cuenten otras cosas, o lo hagan desde otro punto de vista (¿hay conflictos expresamente femeninos?), pero esa no es la cuestión. Se trata, en realidad, de visibilizar una parte de la vivencia humana, la mitad exactamente, que ha sido insuficientemente reflejada y recogida en la tradición literaria. La creación literaria lleva inevitablemente aparejada la construcción de un mundo, la selección de un conflicto, el reflejo de una experiencia. Es esa experiencia, en el más amplio sentido de la palabra, la que debe ser mostrada.

 Ana de Haro
Periodista y escritora
@Ana_de_Haro

La hija de Barbazul, de Ana de Haro (@Ana_de_Haro), ganadora del VIII Certamen de Novela Ciudad de Almería, ha sido editada por la editorial Aldevara y puede encontrarse aquí