Soy una persona que me gusta entender el mundo real de la única forma que conozco, es decir, implicándome en lo que pasa todos los días. Para ello, no me basta con despertar todas las mañanas con buenas dosis de buen humor; con la ayuda de la música, algo básico que, recomiendo, y la compañía de animales, cuya lealtad y ternura me permite reconciliarme con este mundo, demasiado atroz e injusto para ser comprendido. Me temo que existe algún poder subterráneo muy perverso que se empeña en amargarnos la existencia, seguramente porque la frivolidad tiene mejor audiencia que todo lo bueno que nos rodea.

Naturalmente, todo el mundo se entretiene con lo que puede y parece que la vida de los demás, especialmente por parte de esta gente presuntamente “conocida” pero que, en su mayoría, no me apetece nada conocer, debe contribuir a llenar muchos vacíos y a olvidarnos de lo importante.

En estos días, hasta las mujeres nos hacemos populares porque disputamos un mundial de fútbol, ¡ahí va! Esto no llegaba a ser noticia hace poco más de un decenio y ahora resulta que “hasta el público va a los estadios”, con alguna audiencia de récord como en el Wanda Metropolitano o el RCDE Stadium. De hecho, hasta somos noticia en la televisión, algo que me conmueve y que aplaudo, no tanto por la afición al fútbol, sino porque representa un avance cualitativo hacia este camino de “normalización” al que aspiramos desde hace siglos.

No obstante, lo mejor de todo este éxito repentino es que estas cosas, al igual que las epidemias, se contagian y se multiplican, especialmente cuando hay resultados que lo avalan, porque, si de algo sirve el auténtico liderazgo, es para crear afición. Solo cabe recordar que antes de Manuel Santana o Arantxa Sánchez Vicario, la afición por el tenis era más bien escasa e inaccesible, algo parecido en el esquí con los hermanos Fernández Ochoa, y la normalización femenina en el mundo empresarial está llegando, al margen de las cuotas.

Mucho éxito pues para el deporte en general y, particularmente para el femenino, el mismo que deseo para el progreso de la mujer en el mundo de la empresa. No debemos perder de vista que, para mejorar la solidaridad y un reparto justo de la riqueza, solo hace falta que haya algo que repartir, y el protagonismo del crecimiento económico, incluso la creación de empleo, dependen del espíritu emprendedor sea diverso, masculino o femenino.

Recientemente tuve la oportunidad de asistir a la entrega de premios de la patronal PIMEC en un acto con más de 1.000 personas. Fue muy alentador comprobar que tanto en el grupo de empresas premiadas como en la propia entrega de premios, la presencia femenina era notoria. También lo fue la asistencia de la ministra de Industria, Reyes Maroto, mostrando su apoyo al empresariado de pequeña y mediana empresa, y que pone de manifiesto que estamos avanzando hasta este camino de oportunidades para todos.

A menudo se nos olvida que estamos construyendo el futuro y que aún tenemos la oportunidad de hacerlo mejor si queremos llevar a cabo el esfuerzo de pensar con algo de empatía. Quiero creer que el mejor legado que podemos dejar tanto a los millennials, como a las generaciones sucesivas, tenga que ver con los valores, con la colaboración, con la solidaridad y también con la competencia que estimule, no tanto el beneficio económico a corto plazo, sino la mejora de la vida de los demás.

Mª Ángeles Tejada

Directora General Public Affairs de Randstad

 Presidenta de Honor FIDEM