Dicen que, si luchas, puedes perder, pero si no lo haces ya has perdido. Supongo que con esta consigna muchas mujeres del mundo del deporte rey, o sea el fútbol, han ganado una batalla decisiva en el reconocimiento de derechos sociales, económicos y de género, impensable hace solo cinco años; bravo tres veces por estas mujeres. Lo de menos es que estemos hablando de fútbol, aunque se trate de un negocio que mueve más de 15.000 millones de euros, o sea más de 1,5 % del PIB del Estado. Poca broma con este tema, un negocio consolidado y en el que participan Federaciones, Clubs, Medios y, cómo no, los “trabajadores” o sea, los jugadores, algunos con sueldos astronómicos, siempre en función del  beneficio que generan, pero todos con su Convenio Laboral desde hace más de 30 años en el caso de los hombres por Real Decreto 1.006/1985 de 26 de junio. Pero hasta el 20 del pasado diciembre  no existía ninguna relación laboral protegida para las mujeres, en consecuencia, aceptar esta situación, negociarla y conseguir un convenio para el fútbol femenino, incluyendo la maternidad es un éxito.

Me he tomado la molestia de hablar del tema, no tanto porque sea más o menos aficionada -lo soy de todo el deporte- sino porque es importante significar estos pequeños logros  que nos acercan a cierta normalidad con nuestros compañeros, con los que compartimos el mismo terreno de juego, uniforme, balón y reglas de juego y, además, el esfuerzo, la afición y cómo no, las lesiones, que tampoco distinguen sexos, pues el color del sudor y la sangre son idénticos.

El éxito de este nuevo paso hacia la equiparación esta vez en el ámbito del deporte tiene una lectura mucho más amplia y tiene que ver muchísimo con estos nuevos tiempos digitales que están transformando la forma de trabajar. Pero hay más, pues se demuestra que lo más preciado y deseado  por las empresas es el talento, porque significa su valor diferencial y competitivo y está por encima del sexo, de razas y de edad y eso lo vemos en la Universidad  que cada curso ofrece al mercado laboral tantas mujeres como hombres con las misma aptitud y preparados para completar su formación práctica  en el mundo del trabajo.

Naturalmente siguen existiendo importantes “gaps” en discriminación salarial, limitaciones a puestos de dirección, problemas de conciliación y uno de los que en mi opinión es más grave, que no es otro que la ausencia de estudiantes mujeres en los grados STEM. Posiblemente la causa tendrá que ver con viejas tradiciones que deben erradicarse, pero si somos capaces de darle a un balón delante de miles de personas y no digamos de formar parte de la élite olímpica en las mismas especialidades que nuestros colegas, también sabemos ser  buenas ingenieras, científicas, matemáticas o expertas en nuevas tecnologías. Tenemos la misma capacidad para hacer y desarrollar, incluso nuestras competencias más femeninas pueden permitirnos desarrollar mejor multitareas, trabajar en equipo, anticiparnos, intuir los cambios y, sin duda, comunicarnos, en cuanto al esfuerzo, la resistencia y el sacrificio, solo hace falta recordar que todas y todos hemos tenido una madre.

Como mujer, me siento muy feliz por este nuevo avance en derechos y que provenga del mundo de un deporte de masas como el fútbol, porque sigo creyendo en esta frase de las Sátiras de Juvenal (siglo II) “mens sana in corpore sano” y es que la buena salud proporciona seguridad y confianza en uno mismo. Además, el deporte tiene que ver con los valores, requiere compromiso y ganar va asociado a saber competir. ¿A que les suena todo esto?  Porque el talento siempre aflora, cuando se siente reconocido y cualquier avance hacia la normalización significa un acto de justicia y reconocernos como seres humanos iguales.

María Ángeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad

Presidenta de Honor de Fidem