No somos iguales, por mucho que nos empeñemos, hombres y mujeres somos distintos por naturaleza y, en general, leemos el mundo y la sociedad de forma distinta, ni mejor ni peor, simplemente de otra manera y esto afecta al mundo, a los pueblos, al conjunto de la economía, a cada una de nosotras y, sin duda, al tejido empresarial.

Se han buscado atajos durante siglos y, en este siglo XXI, parece que por lo menos en una tercera parte del mundo nos hemos acercado mucho a una cierta paridad, al menos en derechos, y parece que incluso existe cierta convergencia en cuestiones salariales, pero a menudo, parece que se nos escapa el detalle de la distinta concepción, especialmente en el mundo laboral, entre ambos géneros y la base está sin duda en la visión del mundo que tenemos unos y otras.

Donde existe para una mujer cooperación y solidaridad, para la mayoría masculina es simplemente competencia. A lo que muchos llaman especialidad, para nosotras es multitarea y organización integral. Cuando otros ven simplemente la eficacia funcional, unos ven solo profesionalidad y nosotras preferimos ver también las emociones de la persona que hay detrás de la profesión. Cuando hay órdenes, nosotras preferimos diálogo y comunicación. Por eso, y además de mantener una denuncia permanente por la discriminación que por desgracia sigue persistiendo, también nos preocupa la igualdad en responsabilidades y compromisos. Por eso, añoramos la coresponsabilidad de nuestras parejas cuando nos referimos a conciliación, ya que para nosotras el trabajo en equipo es algo más que un paradigma de la formación por competencias.

Seguramente no ha sido suficiente para muchas mujeres tener un buen expediente académico, habilidades, competencias y una buena actitud para aspirar a una carrera profesional. Algunas veces, las barreras han surgido por parte de las empresas, pero debemos reconocer que, en otras situaciones, hemos sido nosotras las que nos hemos auto limitado por situaciones familiares que deseamos priorizar y no sería justo responsabilizar siempre al conjunto empresarial.

A pesar de ello, creo honestamente que es inevitable el crecimiento económico en el mundo y la digitalización debería abrirnos caminos que no sirvan simplemente para facilitarnos herramientas que nos permitan vivir mejor, si se trata de eso. Deberíamos aspirar no solo a que todos los avances tecnológicos nos sirvan a nosotras y a nuestra gente en las empresas, sino que realmente tengan la única finalidad de mejorar la vida de todas las personas que viven en este mundo, ya que la globalización solo tiene sentido si evita hambre, enfermedades y asegura cultura con calidad de vida; de lo contrario, si lideramos un mundo sin valores en los que nuestros prójimos sean simplemente consumidores, sin duda nos habremos equivocado todos.

Me gustaría concluir con una reflexión del neurocientífico Damasio, que afirma que no se puede separar razón de emoción y más aún “las emociones son un atajo para tomar decisiones más rápidas y más económicas”. Supongo que todo eso nos suena un poco y quizás en este punto, la empatía y la generosidad que sin duda forma parte del ADN de la mayor parte de mujeres, puede contribuir a construir un futuro mucho más feliz para nuestros hijos y nietos, porque no existe mejor legado que éste.

Mª Angeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad

Presidenta de Honor de Fidem