¿Se imaginan cómo se sentirían si cada año trabajaran durante dos meses sin cobrar? Pues bien, esa es la brecha que existe entre la remuneración media de una mujer con respecto a un hombre dentro en la Unión Europea. Las causas de esa situación son variadas, pero no dejan de poner de manifiesto un problema real, precisamente en Europa, la zona del mundo con mayor protección y avances en derechos sociales. Queremos y debemos poner fin a esta situación.

AranzazuLos avances hacia una sociedad más igualitaria, sobre todo dentro de la Unión Europea, son innumerables. Pese a que son ya más mujeres que hombres quienes tienen estudios superiores en la UE (el 33% de las mujeres frente al 29% de los hombres en 2016), que los resultados educativos de éstas son igual de buenos, o incluso mejores en algunos casos, y que la práctica totalidad de los europeos considera inaceptable la existencia de diferencias salariales (el 90% así lo afirma), la realidad del mercado laboral todavía no refleja estas transformaciones.

Las razones son múltiples y complejas, de ahí que no sean sencillas de atajar. En comparación, las mujeres suelen tener un nivel de empleabilidad inferior, distribuido muchas veces en sectores peor remunerados, optan a menos promociones, interrumpen más sus carreras profesionales porque siguen asumiendo más las responsabilidades familiares, desempeñan más trabajos no remunerados y están infrarrepresentadas en puestos de gestión. Por lo tanto, la brecha salarial no es únicamente fruto de discriminación salarial, que sigue existiendo y que, naturalmente, es ilegal, sino que evidencia también que la mujer se enfrenta todavía a dificultades que, en muchos casos, impiden una efectiva igualdad de oportunidades en muchos terrenos.

Por ese motivo, desde la Unión Europea se sigue trabajando para que ser mujer no suponga un obstáculo para nadie en Europa. La igualdad de género no es solo algo en lo que creen con firmeza los ciudadanos europeos (nueve de cada diez europeos consideran que promover la igualdad es importante para la sociedad, la economía y para ellos personalmente), sino que es, además, un derecho fundamental recogido en los Tratados de nuestra Unión.

Para hacerlo efectivo, en noviembre pasado la Comisión presentó un plan de acción destinado a combatir la brecha salarial entre hombres y mujeres en 2018-2019. Su aplicación permitirá, entre otras cosas, mejorar el respeto del principio de igualdad de retribución; luchar contra la penalización económica que supone el trabajo asistencial; y romper el techo salarial, financiando proyectos concretos que mejoren el equilibrio de género en las empresas y alentando a gobiernos e interlocutores sociales a que adopten medidas específicas.

Además del plan de acción, las tres instituciones encargadas de legislar en la UE proclamaron el pilar europeo de los derechos sociales, que se traduce ya en propuestas concretas de la Comisión. Iniciativas como la mejora de los permisos parentales llevarán a que los hombres asuman de manera efectiva su responsabilidad en el cuidado de los recién nacidos. Por su parte, la introducción de una baja laboral para trabajadores con familiares enfermos o dependientes a su cargo dará mayor protección a quienes (en su mayoría mujeres) asumen esta labor.

Estos son solo algunos ejemplos, pero la intención de la Comisión es profundizar en estas iniciativas.

Solo con medidas concretas podremos alcanzar lo más pronto posible la igualdad real entre hombres y mujeres. Una igualdad en la que creemos profundamente, que no es solo reflejo de una más que necesaria lucha por los derechos de la mujer, sino que es, sobre todo, una defensa de nuestros valores europeos y de la Europa que protege a sus ciudadanos.

Aránzazu Beristain

Jefa de la Comisión Europea en Madrid