Desde muy pequeña, mis padres me advirtieron de la necesidad de lograr buenos resultados en mis estudios para optar a un buen trabajo y he de admitir que estaban en lo cierto. Sin embargo, no esperaba alcanzar mi situación actual de la manera que me había planteado. Cabe resaltar que nadie me ha concedido empuje alguno en esto; en concreto, ninguna ayuda económica, pero haber llegado hasta aquí de este modo me enriquece cada día más.

Tras concluir mis estudios superiores en Ciencias Empresariales y Comercio descubrí que mi pasión por aquel entonces era dedicarme con todas mis fuerzas a la cooperación internacional. Para ello, cursé estudios en cooperación internacional y, tras finalizar el programa académico, me di cuenta que para dejar huella a nivel global tenía que empezar desde una perspectiva más local. Tal y como decía el escritor Eduardo Galeano, “una persona haciendo cosas pequeñas, en lugares pequeños, es capaz de hacer grandes cosas”.

Mi particular historia comienza en Burgos, durante el invierno de 2013, con el nacimiento de la Asociación Ábrego, poniendo ideas sobre la mesa, al calor de una estufa. Por aquel entonces, tan solo éramos siete jóvenes preocupados por la despoblación rural, la sostenibilidad ambiental y la situación de desempleo que azotaba con fuerza en la región. Nuestro objetivo era revertir la situación, cambiar ese panorama desolador y nos pusimos a diseñar un proyecto que cumpliese con el cometido de retomar a los pueblos la vitalidad que merecen.

Fueron meses de mucho trabajo para reflejar nuestras ideas sobre un plan realista y ejecutable. Por aquellas fechas, nos faltaba un último empujón para desarrollar el proyecto íntegro y ver materializado uno de nuestros muchos sueños en esta iniciativa que tanto esfuerzo y horas de trabajo habíamos invertido.

En un primer momento, nuestra idea era un espacio de formación, creatividad y reflexión. Un punto de encuentro para crear estructuras, exponer ideas, generar conexiones y establecer redes entre personas, proyectos y universidades de toda Europa, que pusieran de manifiesto la variedad y riqueza cultural de los pueblos. Así, tras un año de trabajo, en julio de 2014, nació ARTIM, con el amor a los pueblos por bandera. El proyecto se plasmó en el I Encuentro Internacional de Agroecología y Tradiciones Rurales,y  con el lema ‘Todo lo cría la tierra’ un principio que rige el proyecto. ARTIM se trata de un espacio intergeneracional, internacional y multicultural en el que se ponen en contacto actores muy diversos del mundo rural, urbano y universitario, y en el cual pueden establecerse redes de contacto para fomentar un mundo rural activo.

Las propuestas de nuestra asociación son claras: el desarrollo local sostenible como dinámica de creación de empleo, el impulso del arte y la cultura, así como la conservación de las tradiciones, la transmisión de las mismas a las generaciones actuales y visitantes de otras regiones, y la participación e integración de todas las personas, en especial, los colectivos más vulnerables.

Desde hace unos meses, he pasado a ser la presidenta y directora de ARTIM.

Soy una mujer joven, emprendedora, y de gran capacidad emocional

Ábrego crece para que florezca el amor a los pueblos y, por esta razón, este año, conmigo como capitana del navío ARTIM, nos embarcamos en mares desconocidos pero con muchísimas ganas de medirnos a nosotros mismo para ver si somos capaces de controlar “las olas y las marejadas que vengan”. Siempre que se emprende un camino, un viaje o un proyecto sin demasiados respaldos, pareces una loca que va derecho a cavar su propia tumba. No obstante, con el apoyo de determinadas personas y grupos, sin los que esto no sería posible, hemos conseguido consagrarnos como un referente de agroecología y desarrollo rural.

Con esto, actualmente, mi objetivo es identificar necesidades y crear sinergias para la creación de una gran red de personas que luchamos por nuestros pueblos, por nuestra cultura, por los oficios tradicionales y contra el masivo éxodo rural.

En los pueblos se vive mejor y, desgraciadamente, muchas personas que viven en ciudades desconocen esta experiencia.

Cada día estamos más convencidos de que, como dice la canción de siembra que recogió Federico Olmeda en su cancionero tradicional de Castilla, “todo lo cría la tierra, todo se lo come el Sol, todo lo puede el dinero, todo lo vence el amor”.

Astrid Henmark

Cofundadora de Ábrego