A mí me encanta ampliar el concepto de lo que habitualmente entendemos por emprendimiento. No solo quiero referirme a esta palabra cuando alguien pone en marcha una actividad por cuenta propia, sino que me gustaría referirme también a esa parte que lleva implícita la palabra para referirse a la dificultad y el empeño que precisa “emprender” cualquier cosa.

Por otro lado, es necesario ampliar el concepto de liderazgo hacia otros campos distintos del profesional, ya que líder es también la persona que toma las riendas de sus propias ideas y de su vida y que, además, es un referente para el resto.

Emprendimiento y Liderazgo son dos competencias que están presentes en las organizaciones, pero que cada vez se trasladan más a la vida personal de cada uno de nosotros. Emprendemos siempre que nos lanzamos a hacer algo que nos gusta o que queremos conseguir y lideramos cuando tomamos las riendas hacia un objetivo e involucramos a otros, que nos siguen y nos animan a continuar.

En el mundo profesional, las mujeres hemos realizado un gran avance en este sentido. Cada vez somos más las profesionales que estamos al frente de empresas o equipos, pero estas estadísticas también suben cuando nos lanzamos a realizar alguna actividad por nuestra cuenta.

A lo largo de mi vida personal y profesional, me he encontrado con hombres emprendedores por los que he sentido cierta admiración e incluso cierta envidia sana, entendedme bien. Me encanta escuchar cómo han sido capaces de impulsar una empresa o su propia carrera profesional de forma tan rápida y exitosa. También me he encontrado con mujeres que han tenido que impulsar su vida profesional sin abandonar la atención a la vida personal. La diferencia, si observáis, es clara; el hombre pone foco en el ámbito profesional mientras que la mujer, a menudo, se preocupa de compatibilizar sus dos prioridades: trabajo y vida personal.

Y esto tiene mucho mérito porque estas mujeres creen en sí mismas, creen en su proyecto de vida y se lanzan a conseguirlo (emprenden y lideran).

Yo pienso, pero es solo mi opinión, que hombres y mujeres no somos iguales, y en cierto modo, me gusta que sea así. Vemos y sentimos la realidad de forma diferente y así lo trasladamos a nuestras vidas personales y profesionales. No son iguales las empresas o los equipos liderados por hombres que por mujeres y para emprender nuevos proyectos también realizamos enfoques diferenciados.

Las mujeres, por lo general, y basado en mi experiencia profesional y personal, tenemos una clara orientación hacia las personas; de forma natural somos más cercanas, más empáticas y esto es positivo para conseguir equipos más comprometidos e implicados con los objetivos de la organización; tendemos a generar un ambiente de trabajo de mayor cooperación (trabajo en equipo), a tejer una “red” que permita a los profesionales atender esos otros asuntos personales que en el día a día tenemos que abordar, sin que por ello el trabajo se vea afectado.

Estamos siendo capaces de crear nuestro propio estilo de liderazgo y a ser reconocidas por ello, sin que tengamos que imitar el estilo de los hombres, y esto es bueno para las organizaciones y para la sociedad.

No caigamos en el estereotipo de ser mejores o peores que ellos, porque no es así. Pongamos en valor y demos a conocer todo lo que las mujeres estamos consiguiendo y sigamos empoderando a las mujeres. Uniendo lo mejor de ambos estilos de liderazgo, masculino y femenino, las organizaciones y la sociedad serán posiblemente mejores, más eficaces y comprometidas.

Belén Ferrer

 Directora de Operaciones de Lee Hecht Harrison

Grupo Adecco