Carolina Jimenez Garcia, especialista en efectos especiales para el cine, se formó en Madrid y fue la primera de su promoción. Su cortometraje fin de estudios fue premiado en varios festivales de cine nacionales. Ha trabajado en los efectos especiales de la serie de TVE1 Águila Roja y en películas como Planet 51. Ha trabajado en Australia, Londres, Nueva Zelanda, y ahora reside en Vancouver, Canadá.

En su filmografía destacan películas como ‘Prometheus’, la trilogía de ‘El Hobbit’, ‘Star Trek Beyond’, ‘Guardianes de la Galaxia 2’, ‘World War Z’, ‘El planeta de los Simios 2’ o ‘Superman’. Y ha trabajado a las órdenes de Ridley Scott, George Miller, Peter Jackson o Tim Burton, entre otros.

‘Hollywood North’

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Foto: Kerp Photography

Tengo la suerte de poder ir andando al trabajo. Esto no siempre ha sido así, y seguramente por eso lo valoro mucho más. De casa al trabajo tengo un agradable paseo andando por el centro de la ciudad. Vivo en Vancouver, Canadá, una ciudad de cine desde hace muchos años, pero que en los últimos tiempos se ha ganado a pulso el sobrenombre de ‘Hollywood North’, el Hollywood del norte, debido a la cantidad creciente de productoras de cine y estudios de animación y efectos visuales que han abierto aquí sede en poco tiempo y al número también en incremento de rodajes que se hacen aquí constantemente, tanto para cine como para series de TV.

En mi camino habitual al trabajo, siempre cruzo por un bonito parque, en el que esta mañana se estaba preparando un rodaje. Había pantallas verde croma, raíles para las cámaras, camiones de producción, carpas para comida y vestuario, etc. Iba a ser claramente el rodaje de una secuencia de acción porque había grandes pilas de colchonetas listas para ser extendidas por el suelo allí donde actores y extras debían caer y rodar. En una esquina del parque aguardaban para entrar en escenas tres típicos coches de policía en cuyas puertas se podía leer el anagrama ‘LAPD’, Los Angeles Police. Así es Vancouver, la ciudad actriz que sale en todas partes y gracias a su versatilidad nunca hace de sí misma.

Los rodajes aquí son muy comunes, y siempre me hace ilusión toparme con uno. Pero en este caso, lo que más llamó mi atención no fueron los flamantes coches de policía, sino otro hecho algo más sutil: El personal de la producción entre quienes tuve que pasar para cruzar “mi” parque, y que revoloteaban atareadamente extendiendo cables, montando trípodes, velando por la seguridad, ajustando cámaras y organizando el tinglado eran en su visible mayoría mujeres. De todos los tamaños, colores y edades, y mezcladas con compañeros varones, pero en abrumadora mayoría femenina. Esto captó mi atención y dibujo una sonrisa en mi cara. Porque sé que esto no siempre ha sido así.

Soy mujer, trabajo en la industria del cine en una de las mejores ciudades para ello hay y me siento afortunada. Pero el camino hasta aquí no ha sido sencillo.

Contrariamente a lo que se pueda pensar, la dificultad para mí no ha residido en el hecho de que soy mujer, o al menos, no lo he percibido así nunca. Quizá haya jugado un papel crucial en algún momento, pero yo no he sido consciente de ello. Mi camino hasta aquí ha requerido esfuerzo, trabajo duro, tropiezos, triunfos, fracasos, constancia, inseguridades, sacrificios… Como el de cualquiera de mis compañeros, estoy segura. Aun así, hay quienes me consideran una especia de pionera por estar trabajando en un mundo que ha sido tradicionalmente de hombres, el mundo del cine o de la tecnología, puesto que me dedico a los efectos especiales digitales tras un potente ordenador. Pero me temo que cualquier contribución que yo haya podido hacer ha sido sin querer. Yo sólo deseaba dedicarme a esto con todas mis fuerzas y peleé por hacer mi sueño realidad sin prestar atención al género, ni al mío ni al de nadie.

Aunque con el tiempo, pisando un poco el freno y mirando a mí alrededor, haya tenido yo algo que ver o no, el cambio se está produciendo. Cuando estudié animación y 3D en una escuela de nuevas tecnologías en Madrid sólo éramos dos chicas en clase y todos los profesores eran hombres. Diez años después, mi escuela me invitó a dar una master class sobre la profesión de los efectos especiales en el cine internacional y pude comprobar con alegría que no sólo era una mujer la que estaba en la palestra hablando al alumnado, sino que el número de mujeres escuchando en aquel mismo aula donde una década atrás yo fui minoría como mujer, era equivalente, si no superior, al de hombres. Tras graduarme en la escuela, esta profesión me ha llevado a vivir y trabajar en cinco países diferentes repartidos en tres continentes en cosa de seis años, y aunque las mujeres nunca hemos sido mayoría en ninguna de las producciones en las que he participado, nunca he sido la única. No hay ningún departamento en el mundo del cine en el que no haya mujeres y, curiosamente, hay un departamento, el de coordinación de producción, que suele ser aplastantemente femenino.

Los motivos por los que esta desigualdad era más fuerte en el pasado, o por los que en relativamente poco tiempo se está suavizando, son seguramente variados y darían para un amplio análisis y debate, pero es indudable de que los tiempos están cambiando. Que los estamos cambiando. Entre todos.

Yo he amado la tecnología y el cine desde niña y he sido lo bastante afortunada como para no sentirme desalentada a causa de mi género ni haber encontrado grandes obstáculos en mi camino por el hecho de ser mujer. No todas las mujeres han tenido esta suerte. Por eso, aun me topo con expresiones de sorpresa y admiración de quienes se enteran por primera vez a que me dedico, y supongo que por ello a menudo en los medios me preguntan cosas como «¿Qué le dirías a los jóvenes, especialmente a las chicas, que quisieran dedicarse a lo que te dedicas tú?». En honor a aquellas mujeres que encontraron dificultades en perseguir sus sueños por ser mujeres, tanto a las que lo lograron como a las que les fue imposible, y en honor a los hombres que ignoraron mi género y me formaron, ayudaron y dieron oportunidad de trabajo en igualdad de condiciones con mis compañeros masculinos, debo repetir lo que siempre digo: Yo me lancé a esto porque entendí sin reservas que si otros pudieron, yo también podría. De modo que si, yo he podido, tú también, seas hombre o mujer.

Dedicarse profesionalmente a lo que a uno le apasiona es un privilegio, y el camino a recorrer es una aventura que no siempre es fácil. En ocasiones, puede ser muy duro. Pero si estás dispuesto a recorrerlo, nada puede merecer más la pena.

Nos vemos en los cines.

Carolina Jiménez García