¿Qué lleva a una persona a adentrarse en la aventura de crear una empresa? En mi opinión, en estos últimos años ha habido varios factores que han favorecido el emprendimiento. Por un lado, el reiterado número de crisis que estamos sufriendo y que ha derivado en una elevada tasa de paro y de inestabilidad en el empleo, (en septiembre 2019 en España la tasa media ha sido del 14,2%, para las mujeres del 16,4%. Pero llegó a ser del 26,3% en febrero 2013). Esto ha supuesto, en muchos casos, la necesidad de encontrarse ocupado y proporcionarse uno mismo el trabajo que le permita continuar con su vida laboral.
Muchos profesionales han tenido que reinventarse y, o bien aprovechar sus conocimientos en un determinado mercado o área para trabajar como independientes que prestan su servicio, o bien cambiar completamente de vida e invertir en un negocio, por ejemplo una franquicia, comercio, etc.
Por otro lado, la evolución de la tecnología ha favorecido el emprendimiento, ofreciendo herramientas accesibles que posibilitan la puesta en marcha de un negocio sin necesidad de una inversión excesiva.
En mi caso, no le di demasiadas vueltas, sabía que me quería dedicar al marketing y al mundo de la empresa, que era lo que había estudiado. Quería aprender, y me motivó la ilusión de crear algo nuevo y verlo crecer; de aportar algo a la sociedad y, sobre todo, contaba con la fuerza de tener a mi lado personas que me iban a apoyar y luchar conmigo por sacarlo adelante.
Si hacemos un análisis del momento actual, según datos recogidos en el Informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) España 2018-2019, presentado por el Centro Internacional Santander Emprendimiento (CISE), la Asociación RED GEM España, la Fundación Rafael del Pino, la Empresa Nacional de Innovación (Enisa) y Banco Santander, la tasa de actividad emprendedora ha aumentado desde un 5,2% en 2016 a un 6,4% en 2018. Sin embargo, seguimos por debajo del promedio de Europa, que se sitúa en un 8,7%. El perfil del emprendedor tiene una edad media de 38,4 años y no parece que vaya a incrementarse, puesto que cada vez un mayor número de jóvenes se plantean emprender. En relación al sexo, un 60% son hombres y su procedencia son las grandes ciudades. Principalmente cuenta con formación universitaria relacionada con la empresa, aunque no ven indispensable terminar la carrera antes de emprender y demandan que la formación esté impartida por profesionales del mundo de la empresa que puedan aportarles su experiencia. Se trata, en muchas ocasiones, de negocios ligados a la tecnología, con posibilidad de internacionalización y crecimiento. Por último, el gasto medio para la puesta en marcha de una startup ronda desde los 4.000 a 5.000 euros, en función de la actividad.
En España, los principales frenos a la hora de emprender son la falta de cultura empresarial, la financiación, la burocracia, y carencias en el actual sistema educativo respecto el emprendimiento.
En primer lugar, en España falta cultura de emprendimiento, quizá por miedo al fracaso. En otros países el fracaso es solo una parte de éxito, pero en España el fracaso no está bien visto.
Por otro lado, a nivel de financiación, las ayudas provenientes de fuentes tanto públicas como privadas son escasas y de difícil acceso por lo que, en muchos casos, vienen del propio capital como forma de generar autoempleo o de la ayuda de familiares y amigos.
Tampoco las políticas gubernamentales ayudan. El exceso de burocracia, los impuestos elevados y la diferente regulación según la comunidad autónoma dificultan el emprendimiento.
Por último, los expertos coinciden en que sería muy recomendable más orientación hacia una cultura emprendedora en las diversas etapas del sistema educativo.
Carolina Lázaro
Directora de la Agencia SIM