Nuestro objetivo es ayudar al desarrollo de las personas con Trastorno del Espectro Autista a través de las nuevas tecnologías

Fue en 2007, cuando atravesaba una época compleja, el instante en el que descubrí, queriendo o sin querer, la vocación que definiría mí camino en los próximos años. Como muchos otros jóvenes, quiero suponer, atravesaba una época de dudas respecto a mis estudios, me faltaba motivación y lo que no encontré en las aulas, decidí buscarlo fuera; siempre fui de personalidad inquieta.

Acababa de cumplir los 15 años cuando comencé a colaborar como voluntaria en Ágora, una asociación de ocio para personas con discapacidad intelectual. De repente, las tardes de jueves a sábado me llevaron a descubrir un mundo apasionante, el de las personas con habilidades diferentes, como personalmente prefiero llamarlas. Sin darme cuenta, encontré esa motivación e identidad que buscaba y, desde el principio, tuve claro que quería enfocar y dedicar mi vida a ello. Allí conocí a Javier y fue la primera vez que la palabra autismo aparecía en mi vida. Gracias a él, y a muchos otros, comencé a valorar la diversidad, la riqueza de cada persona y comencé a interesarme y formarme especialmente en el autismo, una patología que hace diferente a cada persona y que, hoy en día, aún me cuesta a veces ser consciente de su magnitud completa.

Fue en Angers (Francia), en mi año de Erasmus, en tercero de carrera del Grado en Educación Primaria, en la mención de necesidades educativas especiales, en la Universidad Pontificia de Salamanca, cuando en las prácticas en las cuales me estaba formando, di con una escuela que utilizaba iPads en el aula de los chicos con necesidades especiales para facilitar el aprendizaje. Siempre me apasionó la tecnología. Yo misma tenía una tableta que apenas usaba por aquel entonces y, al poder aunar dos de mis grandes pasiones, descubrí una pieza más del puzle de mi camino vital. A la vuelta en Salamanca en 2013, comencé a desarrollar mi primer proyecto de tecnología para niños con necesidades especiales gracias a una beca de innovación de la universidad.

Inquieta una vez más, decidí finalizar mis estudios en Bilbao, en la Universidad de Deusto, donde tuve la oportunidad de formar parte del programa de emprendimiento E-Kinit y, por primera vez, fui consciente de que aunar esas dos pasiones que tenía realmente podía llegar a ser posible. Dispuesta a comenzar una nueva andadura, participé en Imagine Express, un programa de desarrollo móvil de cuatro días de duración entre Barcelona, París y Londres, organizado por el Imagine Creativity Centre (San Francisco) de donde surgió Petterlife, la primera startup en la que participé y cuyo objetivo era desarrollar una aplicación para niños con necesidades especiales. Trabajaba como terapeuta de niños con autismo en Barcelona cuando surgió la segunda, Uniq Techrapy, esta vez enfocados en ofrecer servicios de uso de la tecnología de forma presencial a familias y entidades.

Dicen que somos el resultado de las experiencias que vivimos y las personas de las cuales nos rodeamos, y esto mismo lo veo reflejado cada día en AuTICmo, la startup que desarrollo actualmente. Ofrecemos servicios de asesoría online a familias y profesionales acerca de cómo, cuándo y qué tecnología usar y, además, estamos desarrollando varios proyectos en paralelo de desarrollo tecnológico. Mi interés en la tecnología aplicada al desarrollo y aprendizaje surgió al conocer y comprobar cómo la tecnología puede facilitar la calidad de vida y desarrollo integral de personas con diversidad funcional.

Todos utilizamos la tecnología para facilitarnos el día a día, interactuar con otros, hacer deporte, planear viajes… ¿acaso debe ser diferente para estas personas? Tan solo hemos de adaptar los contenidos y las áreas de uso que faciliten áreas como la comunicación y la autonomía. Mediante una tableta, un niño o adulto con dificultades de comunicación puede expresarse, trabajar de forma lúdica e interactiva con contenidos personalizados prácticamente en cualquier lugar… y ahí es donde quiero desarrollarme profesionalmente, en ayudar. En mi caso en particular, ayudar al desarrollo de personas con Trastorno del Espectro Autista a través de la tecnología. Por ahora, sobre todo con aplicaciones en dispositivos táctiles, realidad aumentada y robótica.

AuTICmo ha sido la evolución y maduración profesional pero, sobre todo, un desarrollo personal gracias a las experiencias en el camino, la ilusión, pasión y perseverancia. Gracias a ser capaces de levantarnos cuando nos hemos caído o hemos tenido un día gris. Desconozco todo lo que nos deparará el futuro, pero lo que sí sé es que no cambiaría ni un solo momento de todo lo vivido hasta ahora. Qué conocido es eso de que “emprender es como una montaña rusa” y es que es totalmente cierto. Es una montaña rusa emocional donde cada paso cuenta y te influye, y cada decisión te podrá llevar a lo más alto o a la caída más empinada. Sin embargo, gracias a todo ello, puedo decir que, al menos en mi opinión, emprender (y además con impacto social) es la mejor decisión que se puede llegar a tomar. Apostar por tus ideas, poner todas tus ganas y perseverar nos lleva a generar una capacidad de resiliencia que nos facilitará alcanzar el equilibrio emocional.

Lo mejor de “emprender” no es solo la posibilidad de desarrollar tu proyecto, son las posibilidades infinitas de tu desarrollo personal y profesional y enriquecerte de tantas otras personas que encontrarás en tu camino. Nunca tendré las palabras suficientes de agradecimiento a la vida por poder trabajar y conocer en el día a día personas maravillosas con cualidades increíbles. En enero, en AuTICmo comenzamos en la aceleradora Lazarus de Fundación Caja Rural Castilla la Mancha y esperamos que 2018 sea un año cargado de oportunidades de aprendizaje y crecimiento.

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Fátima Mulero, una de las diez ganadoras de los IX Premios Jóvenes Emprendedores Sociales de la Universidad Europea por el proyecto AuTICmo