Mi padre eligió el nombre de Guadalupe porque era la heroína de uno de los libros del Coyote.  El destino literario estaba marcado. A los cinco años leía y recitaba sin que se supiera quién me había enseñado. Estudié Derecho porque no existían los estudios de literatura en mi entorno y porque era una tradición familiar. Muchos abogados eran buenos escritores, decían. A los 17 años ya tenía un libro, ‘Glissando que no vio la luz’.  A los 23, un segundo premio de narrativa; y a los 33, un Primer Premio Internacional de Poesía y Mujer por el Ayuntamiento de El Escorial, y un pequeño libro de poemas auto-editado y llamado Tres Cerillas, que funcionó muy bien.

Pasé un total de cinco años en Londres estudiando Derecho y Literatura y, durante aquel tiempo, fui letrista, guitarrista y co-fundadora de un grupo de pop llamado ‘The Mistery School’. A la vuelta, ejercí la abogacía, sin pasión, y monté mi propio negocio de escritura: la empresa L & B (Lupe Bohorques), dedicada a escribir todo aquello que cayera en mis manos: guiones, publicidad, biografías, contratos, poemas por encargo, etc.  Conseguí hacer una campaña para Plátano de Canarias ¡en verso!

La inversión fue muy pequeña, poco más de 4.000 euros, aprovechando mi vivienda para reducir los gastos. La pequeña empresa funcionó durante dos años. El problema fue que atender a todos los encargos sola era muy complicado: si por cualquier motivo te ponías enferma era duro no poder atender a los clientes. Barajé la posibilidad de encontrar un socio o socia, pero no lo encontré. Por aquel entonces, el Comité Ciudadano contra el Sida de la Comunidad Valenciana me ofreció llevar los talleres literarios como voluntaria y fundé, junto a un amigo, la revista Mala Letra, que fue una válvula de escape creativa para toda la gente que quería escribir.

Cuando L & B dejó de funcionar, decidí reinventarme y dedicarme al mundo de la enseñanza.  Combiné la escritura con las clases en un colegio inglés, donde permanecí siete años. Durante aquel tiempo, solicité un permiso para viajar a la India y trabajar como voluntaria en la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur. Allí permanecí tres meses dando clases de español y escribiendo el diario de una voluntaria, que editó Tirant Lo Blanch. Después me trasladé a Valencia y comencé el doctorado.

Me interesé mucho por el mundo de la mujer e investigué en ‘La imagen de la mujer’ en la poesía de Pablo Neruda, con cuya tesis me doctoré. Al mismo tiempo, desde la Asociación de Críticos y escritores de Valencia me ofrecieron coordinar una antología de poetas valencianas en lengua castellana, que se llamó ‘Ventanas’, y nos dio la posibilidad de recitar durante dos años a 12 mujeres juntas. En los últimos diez años, he combinado la docencia con la escritura de libros y la crianza de mi hija; y, aunque no ha sido fácil, en este momento, docencia y escritura forman un perfecto maridaje. Impartir clases es un trabajo que te mantiene en contacto con la gente joven y, con respecto a la escritura, es un acto solitario que permite reflexionar.

La combinación de ambas permite cierto equilibrio y ambas son complementarias. En los dos últimos años he creado mi propia página web (lupebohorques.com) y mi marca musical (Lupilove), y sigo escribiendo libros, canciones y presentándome a premios que, a veces, tengo la fortuna de ganar. Soy mi propia marca y quiero ser sinónimo de calidad y solidaridad. Creo sinceramente que no depender de la escritura para vivir te hace más libre y más honesta para escribir lo que verdaderamente quieres. Creo también que lo esencial es mantener la ilusión por lo que haces y que nunca te falte un proyecto motivador.

El próximo curso, por ejemplo, vamos a lanzar por primera vez desde la Universidad Europea de Valencia, nuestro primer Postgrado en Escritura Creativa que se va a llamar: ‘Escribir, comunicar, enseñar’.  Vamos a cumplir un sueño: impartir docencia creativa para todas las personas que tengan el impulso y la pasión por escribir. Y es que, verdaderamente, hay que creer en los sueños pero, sobre todo, hay que creer en el propio talento, porque ahí está, esperando a ser descubierto.

Guadalupe Bohorques Marchori

Profesora de Derecho de la Universidad Europea