No siempre llegamos a observar nuestro mundo exterior como es en realidad. A veces, nos dejamos condicionar por cómo nos lo muestran los medios de comunicación, la moda, los opinionistas de turno, o el filtro de nuestro humor cotidiano, con nuestras circunstancias. Lo mismo nos pasa cuando encontramos a una persona por primera vez. Lo que uno percibe del otro en ese primer contacto condicionará nuestro pensamiento sobre él si no se da la posibilidad de profundizar con tiempo dicho conocimiento para poder captar la esencia de esa persona, más allá del juicio superficial del primer encuentro.

Vivimos tiempos, y las redes sociales se prestan a ello, en los que sin ningún fundamento se cae en la exageración, la descalificación y la caricaturización del otro, intoxicando relaciones y banalizando la consideración que todo el mundo se merece a priori. Es demasiado común, entre políticos de baja estatura, descalificar al contrario, también a nivel personal, cuando hay diferentes sistemas de creencias o de ideología entre ellos.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAHace no mucho tiempo, la gente solía formarse una opinión principalmente a partir de lo que veía en su entorno y por la educación recibida de sus padres y maestros. Actualmente a esto hay que añadir otro poderoso factor: lo que se escucha en los medios y las avalanchas de “shitstorm” que invaden las redes sociales, que no siempre contribuyen a aumentar la objetividad y la ecuanimidad de juicio.

Hay una historia detrás de cada persona, hay pensamientos detrás de la expresiones o gestos externos, hay un alma en cada persona escondida bajo su piel. Cada uno de nosotros, a lo largo de la vida, atraviesa momentos diversos, vive experiencias distintas porque conoce a personas de todo tipo; personas que dejan una huella grande o pequeña en nosotros, incluso aquellas que apenas se han cruzado por un instante en nuestro camino.  Todo eso forja nuestra experiencia y nuestra percepción, de manera consciente o no. Percepciones fabricadas con más o menos luz, con más o menos sombras y una gran variedad de tonalidades. Por experiencia sé que solo el respeto puede dar equilibrio a nuestra percepción para enjuiciar a las personas que encontramos. Cuando observamos a otra persona con un comportamiento o un pensamiento inexplicable o extraño para nosotros, no tiene sentido precipitarnos y sentenciar un juicio porque arriesgamos equivocarnos y estropear una posible buena relación.

El respeto nace y se forma en el momento en que la diferencia se acepta como dato inevitable que concierne a la existencia y a la relación entre las personas y consigue superar dicha diversidad; algo que no tiene en cuenta el prejuicio social que a priori tapona la autenticidad en las relaciones, el reconocimiento entre los individuos, la comprensión y la amistad. A menudo la falta de respeto hacia los otros tiene origen en una falta de respeto a sí  mismo.  Creo que, si ya es complicado aventurarse en las profundidades de uno mismo – no es tarea fácil conocerse a fondo – todavía más difícil es conocer las intenciones y los motivos que mueven a los demás.  Vivimos tiempos veloces, impulsivos y superficiales. No estaría de más en muchas circunstancias pararse, contar hasta diez antes de juzgar y actuar para adoptar una mirada respetuosa que, nacida en nuestro interior, pueda proyectarse hacia el exterior teniendo en cuenta el bien común.

Manuel Bellido

Director del Grupo Informaria