expo-92-5Aire frío. Bocadillos. Largas colas. Calor. Mucho calor. Más colas. Cansancio. Hambre. Una mano pesada. Agua. Un suelo que da miedo. Vértigo. Sillas que se mueven. Nervios. Camisetas. Helados. Carteles. Ilusión. Novedad.

Con estas palabras creo que podría describir mi paso por la Exposición Universal del 92 en Sevilla. Apenas tenía 7 años, por lo que mis recuerdos se mezclan un poco entre la memoria y las fotografías que estuvimos viendo en casa y que reflejan todo lo que supuso para los que tuvimos la oportunidad de acercarnos a visitarla.

Inma Sánchez opiniónHasta hace no mucho tiempo, tenía en mi poder una camiseta roja con la insignia de Curro, aquella mascota a la que abracé durante una fotografía y a la que le salía aire del ala (imagínense el calor que tenía que hacer ahí dentro en los meses de verano en Sevilla, sólo digo eso). A mí sólo me quedan las fotos, pero la ciudad tuvo y tiene mucho más.

Plaza de Armas, la estación de Santa Justa o la SE-30 son sólo algunas de las infraestructuras que se lograron durante la Expo y que permitieron, en el caso de la estación de trenes, contar con la primera línea de Alta Velocidad de España, Sevilla-Madrid.

Pero, ¿y el presente? Actualmente, son muchas las empresas que tienen su sede en La Cartuja, así como algunas de las universidades de la capital como la Facultad de Ingenieros o la Facultad de Comunicación. Aún recuerdo el día tras las notas de Selectividad que entré en Periodismo y me enteré de que la facultad se trasladaría allí y lo primero que pensé fue: ¡madre mía qué lejos!

Porque así es como sentimos muchos sevillanos la actual isla de La Cartuja. Lejos. Y es triste. Las conexiones dejan mucho que desear, aunque últimamente se está haciendo mucho por acercarla más a los ciudadanos. La apertura de la estación de Cercanías de la Cartuja ya es una realidad, aunque aún quedan algunas cosas por hacer.

Falta promoción del espacio. Faltan mejores conexiones. Faltan comercios. Faltan tiendas. Pero no serán por falta de iniciativas. Conciertos, exposiciones, apertura de espacios cerrados desde la celebración de la Expo… son sólo algunas de las que se están llevando a cabo. Aquí destaca el caso del Jardín Americano, un lugar único en el que poder disfrutar del río de una forma distinta, rodeado de vegetación, con una pasarela sobre el río que se mueve al vaivén de quien pase, ya sean bicis o los grandes barcos de paseo que surcan el Guadalquivir.

Y entonces, ¿por qué se sigue pensando que está lejos? Una de mis teorías es que es necesario integrarla en el concepto de la ciudad. Hacer que se sienta parte de ella, no como un anexo. Un ejemplo podría ser la celebración de actividades conjuntas tanto a un lado como al otro del río, generando una conexión que no se pueda romper. Y como esta, muchas ideas.

Lo único que espero es que este espacio no se pierda por todo lo que representa para la ciudad, para su pasado y su presente, y todo lo que tiene que agradecerle. Espero que no se quede tan pequeña como la vi desde la última planta de la Torre Pelli. Espero que sea una semilla que sigue madurando y que aún tiene muchos frutos que dar.

Inma Sánchez
Periodista