Mi abuelo quería un nieto arquitecto técnico. Yo siempre le acompañaba, le gustaba llevarme a la obra y con unos 14 años le dije que yo quería ser arquitecto técnico. Primero se sorprendió y quizá sintió incredulidad, después sé que tuvo la certeza de que me dedicaría a esto. Falleció cuando yo aún no había comenzado los estudios, pero hoy sería la persona más orgullosa de mí.

Aprendí de mi abuelo dos premisas básicas. A nivel técnico, el reto técnico de replantear una escalera. Es uno de esos trucos que me confiaba cuando yo no entendía casi nada de lo que me decía, pero atendía cada detalle de sus explicaciones. Recuerdo cómo dibujaba en la pared sumas y restas, y me decía: “a ver, súmale esto”. Cuando años después me enfrenté a esa escalera, dije: “¡pero si esto sé hacerlo yo!”. Fíjate qué legado me dejó y qué herencia de sabiduría. Sin yo ser consciente, me transmitió su mayor tesoro: pasión y oficio.

También me dejó una segunda máxima que nunca he dejado de aplicar en mi vida: si quieres delegar una tarea, primero tienes que hacerla tú y luego ya pide que la hagan. Años después, cuando he creado y dirigido un departamento desde los cimientos, la experiencia me ha demostrado que para enseñar y orientar, necesitas saber de qué hablas. “Saber lo que estás haciendo y saber hacerlo te empodera”.

Soy muy de equipo. Con el ejercicio de la profesión he ampliado otra premisa propia, que cualquier decisión mejora con las aportaciones de todos. Soy muy de equipo. En mi empresa trabajamos así, no hay una única cabeza pensante. Un equipo diverso es una mina de riqueza.

Si hubiese una receta idónea sería 50% de experiencia y 50% de formación y conocimiento. En un equipo heterogéneo se equilibra la falta de experiencia de unos, con su visión fresca, sin vicios, avidez de trabajo y por cuestionarse las cosas. En mi empresa no nos gusta trabajar como un lobo solitario, como muchos constructores hacen. En Grupo Index integramos en un mismo equipo profesionales de diferentes edades, géneros y experiencias, y es muy reconfortante comprobar cómo todos aportamos y todos aprendemos. Por ejemplo: tengo en mi equipo chicas jóvenes que se fijan en detalles que no advierten otros compañeros hombres, y al revés. Me siento muy orgullosa de trabajar de esta manera y con esta fórmula de equipos humanos.

La mujer que hay en obra es 100% vocacional. En la primera empresa donde trabajé como profesional fue en Málaga, yo era la primera y única mujer técnico en plantilla, y no hace tanto, fue en el año 2000. Es un sector tradicionalmente masculino y seguramente lo será siempre. Hay pocas mujeres en obra, en otros departamentos de la construcción sí hay más. Pero con botas de seguridad y casco somos pocas. Eso sí, las mujeres que hay en obra son todas, o somos, 100% vocacionales y eso hace que para nosotras no sea un trabajo sino una pasión.

La construcción es un sector que necesita profesionales con experiencia, aquí el oficio es un grado. Sin embargo, existe una tremenda discriminación con las mujeres a partir de los 45 o 50 años. Es ilógico, incomprensible, incluso contraproducente, pero ocurre.

Mi mayor logro profesional es sentirme a gusto y reconocida. Trabajar y sentirte realizada es un lujo, y hoy lo hago con total libertad profesional y en una empresa donde me dejan hacer, me permiten inyectar creatividad, innovar y desarrollar mis inquietudes técnicas.

Soy delegado técnico del Grupo Index, un cargo de dirección que supervisa y dirige toda la parte técnica. Este perfil de cargos en España casi nunca lo ocupan mujeres. Desde el principio supe que era una gran responsabilidad y que me exigiría tener una visión transversal del trabajo de todos los demás, pero tener a tu cargo un equipo tan dinámico, con ganas, ilusión y afán de superación, es mi mayor satisfacción y un privilegio impagable.

Inmaculada Palomo

Delegado técnico del Grupo Index