Ante la pregunta dirigida a los alumnos de ESO o Bachillerato sobre la importancia de la ingeniería y la tecnología para el bienestar y el desarrollo de nuestra sociedad, muchos de los jóvenes rostros que nos miran, sin disimular su sorpresa, transmitirán muy probablemente un total desconocimiento sobre qué es la ingeniería y para qué sirve.

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Cuando, en un intento de ilustrar una realidad tan innegable como desconocida, se lanzan en ese mismo foro cuestiones del tipo: ¿sabéis quién diseña y construye los grandes rascacielos cuya altura se entiende más como un desafío de Estado que como la respuesta a una necesidad concreta?, ¿sabéis quién hace posible que las redes sociales pongan en contacto al mismo tiempo a un número de personas que supera la población del país más grande del mundo?, ¿sabéis en qué se fundamenta el aumento de nuestra esperanza de vida en las próximas décadas?, ¿sabéis quién trabaja por asegurar que en el 2050 la humanidad disponga de recursos alimentarios suficientes para nuestra subsistencia como especie? La respuesta no es complicada: la ingeniería.

Las cifras son, sin embargo, concluyentes. El interés por las disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics) decrece de forma alarmante, lo que afectará, sin duda, a nuestras previsiones de crecimiento y desarrollo social. Este hecho se acentúa cuando revisamos las vocaciones STEM de nuestras jóvenes estudiantes, su presencia en las escuelas de ingeniería o su participación en los niveles de responsabilidad de las grandes corporaciones.

Es un problema que no sólo afecta a España, sino que también se palpa en el resto de nuestra Europa y también en Estados Unidos. De cada cuatro estudiantes de ingeniería, sólo uno de ellos es mujer. Lamentablemente, la cifra de reduce durante el largo camino del desarrollo profesional en estos entornos corporativos intensivos en conocimiento tecnológico.

No podemos, ni debemos, esperar soluciones autogeneradas, lentas y de dudosa eficiencia. Estamos, hombres y mujeres, obligados a evaluar, con rigor, la realidad de la situación, identificar sus raíces y aportar soluciones cuyos resultados lleguen a tiempo.

Más allá de la falta de atractivo de las Matemáticas y de la dificultad natural de los estudios universitarios, que viene impuesta por la responsabilidad a veces crítica de las ingenieras e ingenieros durante el desarrollo de su vida profesional, debemos concienciarnos de los estereotipos que en muchas ocasiones proyectamos, quizá involuntariamente, en nuestras niñas y jóvenes. La relativa escasez de modelos profesionales, próximos y atractivos para ellas, influye en el nacimiento y consolidación de sus vocaciones profesionales.

Demos la bienvenida a la nueva ingeniería con una componente social importante, casi exclusiva, orientada a prestar ayuda a los demás, a generar un valor que nos permitirá vivir más y mejor, para el que cualquier esfuerzo deberá ofrecer un retorno de bienestar al ser humano, de respeto a la naturaleza y de sostenibilidad. Esta nueva ingeniería necesita mujeres y hombres comprometidos que compartan objetivos sin someterse a estereotipos y que se conviertan en el principal motor de transformación de nuestra sociedad.

La Real Academia de Ingeniería de España ha considerado de forma prioritaria coordinar una acción estratégica para disolver la “brecha de género” en Ingeniería. El proyecto ‘Mujer e Ingeniería’ nace de la preocupación de la Academia por la escasez de mujeres en el ámbito de la ingeniería y la tecnología, con el desaprovechamiento implícito de su potencial creativo, clave para la innovación y el desarrollo de nuestras empresas y sociedad en general.

Con este paso al frente, persigue otorgar visibilidad a las profesionales de la ingeniería y ayudarles a saltar de su “techo de cristal”. Su objetivo es motivar e interesar a niñas y adolescentes, fomentando las vocaciones en estudios STEM, de forma que se favorezca la incorporación de más mujeres a las distintas especialidades profesionales relacionadas con la ingeniería y el desarrollo de su recorrido profesional hasta alcanzar puestos de responsabilidad.

Trabajemos todos por dar visibilidad a esos nuevos modelos de ingenieras sobresalientes, comprometidas, con una visión del éxito que pasa por el bien de las personas que les rodean, y que se constituyan como la mejor motivación para que un buen día nuestras niñas y jóvenes lleguen a nuestras casas y nos digan con alegría: “¡Mamá, papá, quiero ser ingeniera!”.

Javier Pérez de Vargas y Cabrero

Director Gerente de la

Real Academia de Ingeniería de España