Judith Obaya es, junto a José Manuel Barrós, la cofundadora de Motorcycle Experiences Team. Juntos han realizado en 2016 la Sahara Crossing, una travesía de 3.200 km por el desierto del Sahara. Ahora, Judith se sumerge en un nuevo reto con el fin de denunciar el maltrato contra las mujeres, ascender al Mulhacer.

Ascenso al Mulhacen contra el maltrato a las mujeres

En los últimos años no solía haber mucha nieve en la cara sur del Mulhacén y en el momento de fijar la fecha no contábamos con la ola de frio que ha afectado a la mayor parte de la península a lo largo de las últimas semanas. Los preparativos fueron los necesarios para una carrera trail en un entorno de temperaturas bajo cero y unos centímetros de nieve.

06La idea era una carrera lenta, pero continua, salvando los 2.029 m de desnivel y 15 kilómetros hasta la cima, desde el punto de partida en Hoya del Portillo que, en condiciones normales, los montañeros suelen hacer en dos etapas, pasando una noche en el refugio de Poqueira. Después de investigar en foros y preguntar a los más asiduos a este tipo de pruebas, nos decantamos por unas zapatillas trail impermeables y unas polainas sencillas impermeabilizadas con plástico y cinta americana.

07La ascensión la haría yo sola guiándome con un GPS que marcaría la ruta a seguir, utilizada en otras ocasiones por José, mi compañero de equipo, buen conocedor de la zona. Él  iría más retrasado, pendiente en todo momento de los problemas que pudieran surgir. Las comunicaciones entre nosotros las hacíamos a través de emisoras portátiles. También llevábamos una baliza spot y un teléfono satélite, de los que echaríamos mano en caso extremo.

En el punto de salida, el espesor de la nieve ya alcanzaba los 15 centímetros, y había decidido comenzar la ascensión por la ruta más larga, pero con una pendiente más suave al inicio para ir adaptándome.

13A tres kilómetros del punto de partida, el espesor de nieve había aumentado considerablemente y  esperé a José, que subía por un atajo, para cambiar las zapatillas de correr por las botas. Estaba muy claro que la carrera en estas condiciones era imposible y pasaba a ser una ascensión de montaña en toda regla.

Hasta el Alto del Chorrillo, ocho kilómetros aproximadamente, no fue muy complicado, salvo por los peces de nieve donde me hundía hasta la rodilla y las placas de hielo que me hacían temer por un mal resbalón que me lesionase un tobillo a menos de un mes para salir hacia el Sahara. El sol me acompañó casi todo el rato y, en ocasiones, me dejé guiar por las huellas de un zorro para evitar hundirme en la nieve. Parecía que el animal sabía lo que hacía y por donde él iba no había mucho espesor.

A partir de este punto, la pendiente se acentúo, las placas de hielo eran más frecuentes y algunas 12rachas de ventisca hacían que notase más el frío. De vez en cuando cruzaba alguna nube tan oscura que parecía que estaba anocheciendo, las miraba con temor y agradecía que pasaran de largo para no complicar la subida si les daba por descargar nieve.

Fue cuando alcancé los 10,5 kilómetros aproximadamente cuando las cosas empezaron a complicarse. No fueron los desniveles de lo que a mí me parecía un 30% o más, sino que fueron las constantes placas de hielo para las que no llevaba unos crampones de alpinismo, y la ventisca que cada vez se hacía más fuerte y constante. La escarcha se pegaba a las gafas y no veía nada. Me dolían los ojos y me lloraban continuamente, pero decidí quitarlas para distinguir mejor donde ponía los pies. Fijé la mirada en una roca a lo alto y decidí llegar a ella para refugiarme de la fuerte ventisca y comprobar en el GPS la dirección que tenía que tomar y la distancia que me quedaba hasta la cumbre.09

Llegué a la roca con mucha dificultad. Apenas veía nada y notaba mucho frío en las manos y la cara. Cuando miré al norte, donde se encontraba mi destino, vi que una espesa niebla amenazaba con envolverme con rápidamente. En ese momento pensé que era una temeridad continuar y  que me podía costar muy caro. Pero no quise irme de aquel lugar sin prometer volver a intentarlo y llevarme algunas imágenes de recuerdo del punto más alto alcanzado nunca por mí. Cambié la batería de la cámara soportando un fuerte dolor en los dedos a causa del frio mientras recordaba a Liv Arnesen  (‘Las niñas buenas no van al Polo’) en su aventura al Polo, que había leído días atrás.

26Me abrigué y me dispuse a descender de vuelta cuando empecé a oír por la radio a José diciéndome que saliese pronto de allí, que diera la vuelta inmediatamente, que la situación se estaba volviendo muy peligrosa.

Cuando logré llegar al punto donde se encontraba la niebla ya nos había alcanzado. La ventisca había borrado ya las huellas de los dos y debimos guiarnos por el GPS hasta haber descendido unos centenares de metros. Continuamos bajando hasta el punto inicial sin decirnos mucho. Yo lamentabano haber podido llegar al final, y él intentaba convencerme de que había hecho lo correcto; de lo contrario, tal vez habríamos tenido que lamentar haber llegado. En la montaña hay tener siempre en cuenta que no sólo es subir: el tiempo de descenso es básico y la climatología cambia con mucha rapidez. No es habitual en mí abandonar, pero creo que todo ha de hacerse con cabeza y la sensatez debe reinar. El Mulhacen seguirá ahí y yo estoy dispuesta a volver a intentarlo.

08Cuando decidí embarcarme en las aventuras extremas fue porque sabía que contaba con un compañero de equipo que respondería en todo momento. Hay aventuras en las que no se puede embarcar uno solo y contar con alguien de total confianza que sabes que siempre estará ahí es lo más importante.

Pensar en la causa que nos mueve este año me da más fuerzas si cabe. Tenemos la responsabilidad de trasmitir esta fortaleza y de proclamar a los cuatro vientos la necesidad de un final para los malos tratos a las mujeres.

Judith Obaya

Cofundadora de Motorcycle Experiences Team