Aunque en los últimos años la sensibilización con respecto a temas como la violencia contra las mujeres, la brecha salarial o el sexismo en los medios de comunicación ha crecido, la intervención efectiva y continuada sigue siendo un reto, en concreto, cuando se trata de jóvenes, igualdad y educación. El tema no es baladí, por ello, hace cinco años, cuando llegué a Mujeres Jóvenes de la Región de Murcia: 8 de marzo (MUJOMUR), no dudé en diseñar e implementar Ni cuentos con perdices ni novelas rosas, un proyecto de educación en igualdad y educación afectivo-sexual para el alumnado de secundaria. Esta iniciativa no solo ha supuesto que la entidad se consolide como una asociación de referencia en el ámbito de la Región de Murcia, sino que también nos ha permitido conocer con amplitud y de primera mano las necesidades de las personas y colectivos del entorno en este ámbito y abordarlas desde la rigurosidad.

Apostar por la educación es apostar por el futuro, no obstante, para ello, no solo se requiere de una inversión sino también de un compromiso en el tiempo. Justo esta cuestión es la que defendemos a través del proyecto Ni cuentos con perdices ni novelas rosas: educar en igualdad requiere de profesionalidad, de pensamiento crítico, de una visión integradora de las relaciones entre mujeres y hombres.

Todavía es necesario insistir en que la prevención de la violencia machista, la promoción de las relaciones igualitarias o la educación afectivo sexual no puede reducirse a sesiones anecdóticas, de 50 minutos. Esas intervenciones solo sirven para “tranquilizar conciencias”, pero no suponen un cambio de actitudes ni a nivel individual ni en lo que respecta al grupo. A través de un proyecto que depende del emprendimiento social como es Ni cuentos con perdices ni novelas rosas, estamos logrando que cada vez más agentes sociales entiendan que no solo es importante abordar la igualdad de género y la educación afectivo sexual en la etapa de la juventud, sino el cómo se hace, cuánto tiempo se dedica, de qué forma se plantean los contenidos, si reflejan la cultura de la “Generación Digital” y si los objetivos conllevan un impacto real para el alumnado.

El camino hasta llegar aquí no ha sido fácil. Emprender a menudo se juzga como un reto incierto, quizá también hostil, cuando se trata de impulsar a través de un proyecto social dos valores indiscutibles como son hoy la educación y la igualdad de género. Sin embargo, también ha supuesto una oportunidad doble, por un lado, para seguir innovando en la transformación comunitaria desde el emprendimiento social y, por otro lado, desde una vivencia más personal, para ampliar las posibilidades laborales que ofrece mi titulación académica (graduada en Filosofía e integradora social).

Es difícil separar mi decisión de emprender de la situación económica que me encontré durante estos años. Sin embargo, lo que más me pesó en esa decisión fue no tanto la necesidad como tener una idea: si quería que la educación en igualdad funcionara, si quería conseguir un verdadero cambio para favorecer las relaciones positivas y responsables entre chicos y chicas desde la juventud, era necesario cuestionar lo que se estaba haciendo entonces y no funcionaba, y proponer un programa educativo innovador, integral y continuado en el tiempo. Hoy, si tuviera que hacer balance no solo valoro la innovación de mi idea y su impacto comunitario, sino también que ha permitido que tenga una mayor conciencia de mis habilidades profesionales y personales. Me siento dueña de mi trabajo, pero, sobre todo, comprometida a través de él con mis valores y mis ideas.

Loola Pérez

Presidenta de Mujeres Jóvenes de la Región de Murcia