Durante las últimas décadas, las empresas han experimentado grandes procesos de cambio provocando entornos laborales inciertos y volátiles. Las organizaciones actuales viven inmersas en el entorno denominado VUCA, y que se caracteriza por su volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad.

Por otra parte, hablar de diversidad e inclusión ya no es una moda, sino una variable que se consolida y afianza ante una sociedad que lo demanda de forma creciente y natural. Por tanto, se posiciona como un elemento estratégico para el negocio con gran impacto en la competitividad empresarial.

Todo esto implica un cambio de paradigma en el modelo de liderazgo. Es fundamental contar con la figura de un líder que sea capaz de adaptarse a los continuos cambios, con el conocimiento y perseverancia que se requieren. Los líderes, quienes con su gestión diaria inspiran al equipo a su cargo son, en última instancia, los primeros y máximos responsables en la consecución de tan ansiada adaptación y deben asumir su responsabilidad en la gestión del cambio, iniciando y promoviendo la innovación en sus equipos.

También es su obligación emplear un estilo de liderazgo más acorde con los tiempos actuales. Hablamos de ser un líder inclusivo, capaz de extraer todo el potencial de sus colaboradores y que demuestra tener confianza en las personas y valorarlas por el talento que aportan. Teniendo en cuenta los efectos que producen las formas positivas de liderar, se debe crear en las empresas una cultura organizacional saludable, que garantice el bienestar de los trabajadores. Estas nuevas formas de liderar influyen positivamente en el engagement y en el aumento del rendimiento de los trabajadores.

Para ayudar a los líderes del futuro, la formación directiva debería incluir una serie de pilares básicos que garanticen un desarrollo efectivo de las competencias de liderazgo:

  1. Formación que ayude a gestionar el cambio de forma efectiva. Que desarrolle en los líderes la capacidad para afrontar los cambios y hacer frente a los problemas y dificultades que se presentan. Asimismo, que potencie el perfil creativo de los líderes para que puedan conseguir que sus equipos aporten el máximo de diferentes maneras y fomenten el talento creativo, haciendo que cada persona del equipo forme parte activa de la toma de decisiones, del proceso creativo y de innovación.
  1. Formación que ayude a desarrollar un estilo de liderazgo inclusivo. Se pasa de modelos jerárquicos muy verticales a modelos colaborativos, en los que se buscan líderes capaces de integrar profesionales con competencias diferentes. El líder debe ser una persona abierta a la diversidad y que tenga la capacidad de integrarla en la dinámica de equipo, haciendo que cada persona se sienta importante. Se trata de apoyar al equipo y hacer que los colaboradores se sientan valorados por los talentos y perspectivas únicas que aportan, cuidando no enfatizar tanto las diferencias entre ellos, de modo que no se sientan excluidos.
  1. Desarrollo del liderazgo positivo. A través de abundantes estudios en el campo de la psicología positiva, se han llegado a establecer actividades de tipo conductual y cognitivo que tienen plena aplicación y vigencia en el ámbito laboral para lograr el bienestar de los trabajadores y la salud financiera de las empresas. Los líderes auténticos y positivos pueden y deben poner estas herramientas al alcance de todos, promoviendo su utilización en aras de favorecer el engagement, el bienestar y la productividad de los colaboradores y, por ende, la mejora del cliente externo. El liderazgo positivo es un modelo de dirección y desarrollo de personas que gira alrededor de un líder inspirador y movilizador. Tiene un fuerte componente motivacional, entendiendo la motivación como la base del bienestar del ser humano, orientada a la movilización de las personas, identificando qué es lo que les pone en marcha y ayudándolas a ello.
  1. En esa formación de la nueva identidad como líder hay un componente emocional esencial: seguridad y confianza en sí mismo. No se puede pedir a nadie que confíe en los demás si no confía primero en sí mismo. Para esto, hay que desarrollar la competencia de confianza e influencia, buscando que los participantes aprendan a ser aceptados en el equipo para que después aprendan a asumir un rol de liderazgo que genere confianza.
  1. Formación tecnológica que impulse un perfil tecnológico en los líderes. Para ello, deberá ayudarse de las nuevas tecnologías para su impartición no solo como soporte, sino como verdadera estrategia metodológica. También es recomendable que las nuevas tecnologías se conviertan en contenido formativo puesto que estas forman parte natural de nuestro día a día, como por ejemplo, formación sobre herramientas de productividad y gestión de proyectos.

Finalmente, el último componente clave de esta fórmula es la metodología pedagógica. Es fundamental que la formación tenga un enfoque práctico y vivencial, con un esquema metodológico que favorezca el aprendizaje y la transferencia de lo aprendido en el día a día de la empresa.

Mª Angeles Tajuelo

Directora de zona

Adecco Training