Las opiniones que el fantástico poeta y dibujante argentino Quino pone en su personaje Mafalda son irrepetibles. Una de ellas afirma “que lo importante no es lo que piensas, sino lo que realmente haces”. Ésta es una de las claves del comportamiento humano, ya que en el mundo de la empresa, lo mismo que en la calle, se dicen muchas cosas, y la mayoría con sentido, pero realmente lo que mueve a la gente es lo que finalmente hacemos y los demás pueden comprobarlo.

A veces, llego a cuestionarme por qué hablamos tanto de liderazgo, especialmente en el ámbito profesional, y mi conclusión es que tenemos pocos líderes y nos hacen falta, pues el ejemplo, para bien o para mal, es capaz de influir en otros hasta el punto de provocar cambios en su actitud, adquiriendo otros hábitos hasta transformar su carácter y su forma de actuar.

Como mujer, nunca dejo de pensar en Rosa Parks, esta señora de Alabama (Estados Unidos) que no quiso levantarse del asiento de su autobús en 1955 y cuya actitud ha servido de ejemplo para millones de personas, especialmente mujeres, que han sido ninguneadas durante siglos y que siguen sufriendo discriminación en estos días, ya sea por razón de raza, edad o sexo. Sólo debemos ver los agravios salariales y de reconocimiento en nuestra propia sociedad.

En mi opinión, la gran diferencia entre la persona que dirige o la que lidera reside simplemente en la consecuencia de su actuación del día a día. Es posible organizar y dirigir desde la mesa del despacho, al igual que es posible enseñar desde la cátedra. Pero si esperamos resultados en la gente debemos comunicar y, sobre todo, involucrar, y esto depende del tipo de interacción y de la credibilidad que sepamos inspirar con nuestros valores y ejemplo, que se manifiestan en cada actuación, porque la COMPETENCIA no consiste en saber, sino en “hacer” cosas con lo que sabes.

¿Es posible liderar sin valores? Pues naturalmente, y así funcionan los conflictos abiertos que tenemos en el mundo (terrorismo, emigración, guerras, hambre…). Muchas empresas guardan sus valores en una especie de “bandera” asociada a una marca, pero que sirve poco más que para su estrategia de marketing porque no llegan a la gente y, en consecuencia, tampoco llegan al público. Porque los valores, como la risa, se contagian y, al final, se dan cuenta de que lo que realmente crea un engagement en la plantilla, es el liderazgo con valores.

No será casualidad que, en la mayoría de encuestas que se realizan sobre retención del talento, ocupe un lugar destacado, por encima del salario, el propio reconocimiento, o sea los valores, la forma de liderar, el proyecto empresarial, por tanto, la misión y de nuevo los valores, porque todo está en la naturaleza humana.

Nos hacemos personas a través de las influencias de los que son espejo de  nuestra infancia y juventud, leemos más o menos según lo vemos en la familia; hablamos y opinamos en función de lo que percibimos, nos implicamos en la medida en que nos sentimos parte de algo y nos contagiamos de la implicación de otros e incluso aprendemos “copiando” de un modelo. Recordemos cómo aprendimos a montar en bicicleta: vimos cómo lo hacía la vecina, el hermano, o alguien de nuestro entorno, porque toda nuestra experiencia pasa por la de otros y la hacemos nuestra experimentando, pero la ventaja de actuar de acuerdo con una misma es que puedes hacer según lo que crees y no para gustar a los demás.

Mª Ángeles Tejada Barrio

Directora General de Public Affairs de Randstad

Presidenta de Honor de FIDEM