Parece que, por una vez, las voces de la calle y la evidencia de los déficits culturales que se manifiestan en el día a día están calando en algunas de las propuestas de los políticos, nuevos y viejos, que, al fin, se han dado cuenta de que la educación, ligada a cualificación y empleo, es la clave de una sociedad que desea prosperar.

Somos un país con una tasa de desempleo juvenil de casi un 50%, de los que el 10% nunca ha trabajado, pero lo más grave es que la mitad de la población activa española tiene un bajo nivel de cualificación. Según la OCDE, el 46% de la población de entre 25 y 65 años no supera la secundaria, frente al 24% de media de la UE21.

Las personas que en un momento de nuestra vida optamos por emprender nuestro sueño y crear una empresa, deseamos por encima de todo prosperar y hacerlo con gente a nuestro lado que tenga igual objetivo, ya que es imposible hacer un gran proyecto en solitario.

Sabemos que trabajando en equipo vamos a llegar mucho más lejos, pero también queremos gente que comparta su talento con los demás, que posea una cualificación profesional y que sea “competente” en algo, pues sólo de esta forma podrá aspirar a un empleo y, además, podrá crecer individualmente.

Tenemos que tomarnos en serio la Formación Profesional, porque de ellos depende que el conjunto de la sociedad funcione. De nada nos sirve la tecnología, la digitalización, la robótica o pensar mucho si no tenemos edificios, instalaciones, muebles, cocineros, conductores y/o aplicadores de todas las mejoras que la técnica y la innovación nos proporciona. Por ello, esperamos con anhelo que la Formación Profesional se optimice en congruencia con los tiempos actuales y que la Formación Dual avance como en el resto de Europa, adaptando las competencias de los trabajadores a las empresas, porque sabemos que, de esta forma, conseguiremos mayor reinserción laboral y, lo más importante, dignificar la profesionalidad y salir de la mediocridad.

Creo que en los últimos años se ha roto el paradigma de la decisiva incorporación de la mujer al mundo empresarial, más allá de las limitaciones y discriminaciones que aún persisten en algunos ámbitos y personalmente estoy convencida que se aceleraría en la normalización. Por ello, en el mundo del trabajo hablamos de personas, de eficiencia, de productividad y de resultados. No obstante, podríamos avanzar más si, de una vez, la administración y, sobre todo los políticos, dejasen de actuar con ambigüedad y obviaran sus objetivos electorales y, en vez de desmontar los proyectos unos de otros, pensaran mucho más en la sociedad que se suponen deben liderar.

No nos engañemos, es evidente que para que un proyecto funcione la innovación debe aplicarse en la calidad del producto final, porque como consumidores siempre queremos tener lo mejor y las empresas compiten por el talento precisamente para que el valor añadido que cada uno de nosotros puede aportar sume al resultado final. Una vez escuché de uno de los grandes líderes hoteleros de este país que, en la estancia en un gran hotel, más allá de los lujos o el bufet o el caramelo en la almohada, la gente recordará la pulcritud del baño y muy especialmente el trato del personal auxiliar. Y esto me inspira a pensar que cada una de nosotros debería esmerarse en ser un auténtico artesano de lo que hace, ya que la formación profesional no es otra cosa que llevar la inteligencia a las manos.

Mª Angeles Tejada
Directora general de Public Affairs de Randstad y
Presidenta de Honor de Fidem