Pocas palabras pueden definir mejor el sentido de la responsabilidad de las mujeres, pues creo que son las potencias del alma, las que nos inspiran a trabajar por el bien común para que el conjunto de la sociedad también avance. Brian Weis escribió un libro titulado Muchos cuerpos una sola alma, que ayuda a entender el concepto de “alma”; para Freud, era el inconsciente, para los cristianos, representa la inmortalidad, pero para Weis es una parte de una energía que se fusiona con el resto del universo y al final llega a enriquecer a todos. Para mí este concepto liberador es el que da sentido a nuestra capacidad para comprender el dolor y la vida de los demás, esta generosidad y compasión que puede aliviarnos en estos momentos  de tristeza y soledad, por esta especie de “guerra bacteriológica” de origen sospechosamente desconocida y que nos encoje el alma todos los días.

No existe la mínima duda de que esta primavera del 2020 va a cambiar nuestra vida y con seguridad transformará nuestra sociedad. Ya no se trata solo del daño económico que puede ser reversible a medio plazo, sino que lo más preocupante sea que se nos ha mostrado de la forma más cruel nuestra vulnerabilidad, atacando donde más duele, al privarnos de la libertad y de nuestra comunicación interpersonal, impidiendo que podamos mirarnos a los ojos, tocarnos, interpretar nuestros gestos y todo lo que nos hace próximos. Todo eso, hoy  se ha convertido en limitación, recelo y lo peor de todo, en temor y miedo, pues no debemos olvidar que precisamente lo que nos hace humanos no es otra cosa que el feed-back que recibimos del otro y perderlo significa frustración, vacío y ausencia; me consuela saber que todo esto pasará  y lo superaremos, pero con graves secuelas para todos.

Pensar y sufrir por los demás es uno de los valores que nos mide como personas, eso que se llama empatía y que algunos olvidaron o bien obviaron, porque la empatía obliga a desnudar el alma y a menudo cuando fijas tu atención en los demás bajas la guardia y sin darte cuenta, te haces más frágil, pero puedes superarlo sobre todo si tienes una creencia personal. Esta capacidad de descubrir que necesita cada uno de nosotros es lo que encaja con los valores de cada uno de nosotras, de hecho, estas situaciones como la que vivimos con el COVID-19, nos hace cercanos a todos y nos convierte en cómplices de una forma de actuar, para que la cooperación esté por encima de la competencia, pues si queremos avanzar, nuestro compromiso consiste en construir un mundo mejor para las generaciones que nos sucederán.

No me corresponde hablar de las mujeres que están al mando en muchos países como Alemania, Finlandia, New Zealand, Taiwan, Dinamarca o Islandia. No voy a enjuiciar su forma de dirigir esta crisis del coronavirus. Las hemerotecas, las estadísticas y la inapelable historia dejarán constancia de su gestión, pero es indudable que su percepción del problema han evidenciado una “solidaridad global” como diría Melinda Gates (Microsoft) y en todos los casos ha resultado fundamental crear una estrategia de anticipación (intuición), provisionar pruebas generalizadas (prevención), confinamiento inmediato (acción), concienciación (comunicación asertiva) y, sobre todo, pragmatismo, porque mandar es sobretodo asumir el riesgo de decidir, evidenciando una forma de liderar que tiene mucho que ver con estas habilidades denominadas femeninas y que a la vista de los hechos son más que útiles y respetables. Sin buscar culpables, simplemente se trata de eficiencia y  probar una vez más que las mujeres cuando tenemos una oportunidad sabemos estar a la altura de las circunstancias, sin otro límite que el que se nos imponga o nos impongamos a nosotras mismas, por eso cuando ocupamos puestos de responsabilidad damos la talla y respondemos anteponiendo siempre valores y profesionalidad.

Mª Ángeles Tejada

Directora de Public Affairs de Randstad y Presidenta de Honor de Fidem