En el patio de vecinos de mi casa natal se fomentaba el arte, sobre todo por parte de J.L., un joven artista que pintaba paisajes y bodegones que vendía como objetos de decoración a tiendas de mueble. Amanecía, y cuando yo salía para el colegio, J.L. ya se encontraba sentado delante de su caballete mezclando ternura y óleos sobre telas o sobre tablas de todos los tamaños. Durante mi adolescencia, yo también comencé a pintar, y él, aunque hablaba poco, de vez en cuando me daba consejos y también alguna que otra pincelada maestra sobre mis ingenuas pinturas. De atrevido, comencé a pintar con óleo con todos los riesgos que ello conlleva para un principiante. El óleo permanece húmedo mucho tiempo y favorece la mezcla de colores, pero necesita ser protegido mientras se termina el cuadro y, a mí, más de una vez se me volcó el lienzo por la parte pintada estropeando lo que hasta ahora había hecho. Aún recuerdo lo que me enseñó sobre la mezcla de colores, sobre cómo trazar líneas con el pincel y cómo manchar superficies, sin embargo, la enseñanza que se ha traducido en algo vital y aplicable a lo largo de mi vida, fueron las primeras nociones que recibí de perspectivas. De sus enseñanzas fue derivando la comprensión de la importancia de la perspectiva a la hora de dibujar o pintar, a la hora de enfocar mi mirada y volcarla sobre el lienzo, pero también la necesidad de trasladar la perspectiva a la vida real como premisa para afrontar situaciones, proyectos, realidades o problemas. En pintura, la perspectiva sirve para crear ilusión de espacio y profundidad tridimensional sobre una superficie plana y, cuando se representa un paisaje, a medida que aumenta la distancia deseada, la nitidez disminuye, los contornos se van haciendo borrosos y desdibujados. Igual ocurre en la realidad. Como en un cuadro, la perspectiva no puede faltar en la vida diaria. Perspectiva es una palabra talismán que usamos también para referirnos a algo que puede ser posible en un futuro, ya sea cercano, medio o lejano, para delinear algún tipo de acción para lograrlo. Lo visualizamos. Con la perspectiva configuramos nuestro punto de vista, retratando la manera de considerar cierto tema.

Más se aprende, más se crece y más se transforma nuestra manera de ver el mundo y yo he visto cómo mi perspectiva se ha ido modificando en numerosas ocasiones, a lo largo de mi vida. De niño, mi edad y mi estatura me hacían ver un mundo gigante a mi alrededor. Luego, un mismo paisaje o una misma situación han ido cambiando, no sé cuántas veces, conforme he ido creciendo y atravesando etapas de mi vida. La experiencia nos cambia y nos aporta elementos que transforman y enriquecen conceptos, creencias, visiones y misiones. La perspectiva de hoy me hace reaccionar de manera distinta frente a noticias y a acontecimientos. Hoy, mi perspectiva es más sosegada, es una perspectiva más plural, más tolerante y dialogante, donde caben otras perspectivas. Cada vez me convenzo más, citando a John Maxwell, que “la forma como vemos la vida determina nuestras actitudes”.

Manuel Bellido

Director del Grupo Informaria