A menudo, en mis artículos, se refleja la preocupación sobre la violencia en este, nuestro mundo contemporáneo. Y la constante pregunta que me hago, y que extiendo a quien comparte esta misma inquietud, es la de qué medios se podrían poner para lograr una paz constructiva a todos los niveles, en periodos como este, donde, por ejemplo, en Europa, no sufrimos conflictos bélicos como los vividos en etapas históricas anteriores. Se trata más bien de esas “otras” guerras que nos azotan a diario, sin el empleo de tanques, armas de fuego, bombas de aviación, misiles, cohetes, torpedos, minas o granadas, pero con el uso de otras armas que hieren profundamente a los seres humanos y, a veces, incluso los matan.

Muchos defienden que “la guerra es una ley de la naturaleza”, de la que no podremos nunca librarnos.  Sin embargo, yo creo que no es la guerra la ley de la naturaleza, sino, por el contrario, la paz y el amor, y que el pacifismo no es un sueño utópico, sino el único camino práctico y realista para que nuestro Planeta pueda ser esa casa donde la familia humana se desarrolle y progrese sin dejar a nadie atrás.

También se afirma que la ira es una emoción básica y universal; además, se la justifica diciendo que debe ser así porque está al servicio de nuestra supervivencia, que enfadarse es normal, e incluso necesario. Puedo entenderlo en casos excepcionales, o cuando la ira sirve de motor para defender la vida de alguien o combatir una injusticia. sin embargo, no comparto la normalidad de ciertas actitudes de ira frecuente y desproporcionada. ¿Cómo se alimentan estas actitudes violentas, injustificadas en la mayoría de los casos? Dicen que las experiencias desagradables o la experiencia del dolor hacen florecer los malos caracteres. ¿Cuáles son las experiencias desagradables en nuestro día a día? ¿Cuáles pueden ser las fuentes de alimentación de este estado que produce en las personas rabia, ira, cólera, arrebato físico o verbal? Echo un vistazo, por ejemplo, a la programación de películas en TV, en un día cualquiera: Deadpool, Green Room, Encontré al diablo, John Rambo, Hostel… Ciertamente he de reconocer que ninguna de estas películas alimenta buenos sentimientos. Tampoco alguna de terror que se cuela en los canales temáticos de hoy: Insidious: La última llave o Los extraños: Cacería nocturna La alternativa son los debates o tertulias políticas donde una red de comentaristas “opinatodo” van dándose el testigo de una cadena a otra, desencadenando momentos de confusión, de ataques personales, de noticias falsas y sin fundamentos, compitiendo entre ellos a ver quién interrumpe más al contrario. Si por casualidad quisiera ver un telediario, el panorama se complica aún más, parece que las cadenas compiten a ver quien da más noticias de violaciones, de detenciones, de asesinatos, de conflictos y confrontaciones varias… Escucho los titulares de uno de los telediarios, pero solo por poner un ejemplo, porque en realidad, con matices distintos, todos van en la misma línea: “David, el español apuñalado en Londres”; «salió desesperado y pidiendo ayuda»; “muere de forma fulminante en el asiento del avión en el que viajaba a Málaga”; “un matrimonio convencía a ancianos y se apropiaba de sus bienes, en sus últimos días”; “investigan la muerte de cuatro ancianos más en la «casa de los horrores» de Cádiz”; “una madre pega y abandona a su hijo por no sacar un sobresaliente”, etc., etc. La sensación con la que uno se queda es que vivimos en un país nefasto, un país de criminales, violadores, ladrones, estafadores, machistas… La sensación es que nunca pasa nada bueno digno de ser contado. La sensación es que esperar en un mundo mejor es una verdadera utopía. La sensación es que una TV y unos medios que tendrían que contribuir a construir unidad, orgullo de país, buenos sentimientos, valores, ganas de arrimar el hombro, fomento de la sociedad civil, de la cultura emprendedora…, hacen todo lo contrario, subrayando solo malas noticias y dando la máxima visibilidad solo a personas tóxicas para la sociedad. ¿De verdad no hay nada bueno que contar en esta nuestra España?

La construcción de un país no es fácil, más bien es compleja, pero necesaria. Nuestros políticos actuales parecen incapaces de hacerlo. Dividen al país constantemente porque con sus discursos incendiarios enfrentan a los ciudadanos en bloques ideológico prehistóricos e inconsistentes que sirven de cortina de humo para no atender a las obligaciones de construir prosperidad. Tampoco la irresponsabilidad de editores mediáticos, agarrados a la creencia de que la “sangre vende”, ayuda a crear el espacio necesario de convivencia pacífica para acometer labores de progreso y desarrollo, poniendo en el centro a la persona.

De los seres humanos depende emplear la guerra u otro método para resolver los conflictos. De los seres humanos depende la construcción de un mundo mejor. Es sabido que el mejor modo de atacar la fiebre tifoidea no es curarla, sino impedir que aparezca. Tendríamos que reflexionar cada uno qué hacemos día a día por construir y mejorar la paz en nuestro entorno.

Siendo bondadosos, aunque sea a costa nuestra, obtendremos bondad. La maldad genera maldad y termina, incluso, pervirtiendo la belleza.

Manuel Bellido

Director de Grupo Informaria