Alguien dijo, y no recuerdo quien, que la lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo. Mi convicción es que la literatura y la poesía proporcionan a la mente elementos, alimentos y materia prima para que en nuestro cerebro se ponga en movimiento la maquinaria de pensar. Entre las palabras escritas y nuestra mente se establece una instancia de diálogo que ilumina, que clarifica, que nos hace dudar, asentir o rechazar. Nuestra cultura, nuestra actitud en la vida, nuestra experiencia filtran ese río de verbos, nombres y adjetivos que en nuestra cabeza se encienden como diminutas lamparillas conectadas, como si tratase de esas pequeñas luces de colores que centellean en los árboles de Navidad.

Me sucede a veces de comentar alguna lectura con alguna amiga -se sabe que el placer de leer es doble

Manuel Bellido

cuando se vive con otra persona-, y aquí se produce otro avance, otro estado superior en mi pensamiento. La mirada femenina se fija más en lo inconsciente, en lo afectivo, en lo espiritual, que con una sutil sensibilidad resaltan aspectos que alumbran, aún más, y completan mi comprensión del texto.

Últimamente leo mucha poseía y, más allá de sus contenidos, descubro que ese género literario, considerado como una manifestación de la belleza o del sentimiento estético, es el tipo de lectura que mejor abre el horizonte de la mente, a partir del cual uno puede pensar mejor. De la poesía podemos decir que engendra algo nuevo en nuestras mentes, da a la luz en el sentido más completo de la expresión. En la poesía, la belleza abre la puerta a la razón. Hasta la relación con la naturaleza alcanza un estadio sublime cuando lo hacemos a través de la poesía. Benedetti, Neruda, García Lorca, Borges, Shakespeare, Machado, Alberti, Baudelaire, Whitman…, y tantos otros nos han ido regalando a los largo de la historia perlas de belleza repletas de elementos de valor simbólico y de imágenes  como la metáfora, que necesitan de la complicidad del lector para que pueda decodificar el mensaje. La poesía, lo sabemos, no es sólo un conjunto de palabras nacidas de la fantasía con un ritmo y un metro establecido para que terminen rimando. La poesía es un brote que nace entre el corazón y el alma, que estalla en los labios para expresar en palabras hechas música algo que de otra manera sería imposible expresar siendo capaz de llegar al alma de otros seres humanos.

Desde las inscripciones jeroglíficas egipcias del año 2.600 a. C., donde aparecen odas, himnos y elegías, que se consideran la primera manifestación poética de la que se tenga registro,  hasta nuestros días, sea lírica, bucólica o vanguardista, esa poesía, si es arte, nos muestra también algo de aquello que en el alma no muere. La poesía también testimonia la inmortalidad del alma.

La poesía sabe despertar en nosotros fuerzas y sensaciones desconocidas y secretas; hacen que el mundo sea menos impulsivo, menos irreflexivo, menos artificial, sus palabras nos    descubren un mundo que los 140 caracteres de un tweet nunca nos desvelará. La poesía es una luz que nos permite ver.

Manuel Bellido
Director del Grupo Informaria
@mbellido