La primera impresión cuenta y cuando nos presentan a una persona y le estrechamos la mano nos jugamos mucho sobre la opinión que se hará de nosotros y la opinión que nosotros nos hagamos de ella.

Se sabe que en tan solo 90 segundos nuestra sonrisa, nuestra mirada y nuestra postura dirán mucho de nosotros; sin embargo, no tenemos en cuenta siempre que otra buena parte de información se transmite también por la forma en que nos damos la mano.

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Este gesto, a menudo subestimado porque ahora se considera una forma habitual de saludo, no solo genera, o no, una buena impresión en el otro, sino que también proporciona mucha información.

Carolle Partington, Communication Expert, que me dio un curso de imagen personal hace algunos años siempre repetía: dime cómo das la mano y te diré quién eres

Entre los elementos que Carolle consideraba que se debían de tener en cuenta, estaba por ejemplo el de la presión utilizada. En el apretón de manos, la presión utilizada no debe ser ni demasiado fuerte ni demasiado blanda. El apretón con mucha fuerza transmitiría agresividad y, demasiado blando, trasmitiría timidez, introversión o falta de personalidad. Una buena regla, por supuesto, es tener en cuenta cómo nuestro interlocutor nos saluda, ajustando nuestra presión a la suya: si es fuerte también nosotros imprimiremos fuerza, y si es débil tendremos que reducir la presión.

Otro factor a tener en cuenta es si nuestro interlocutor es anciano, es joven, hombre o mujer.

La orientación de la palma de la mano también importa. En el contexto laboral, por ejemplo, las personas del mismo nivel se dan la mano simétricamente, es decir, sus palmas se tocan verticalmente: este modelo comunica paridad.

Si en cambio, alguien aprieta la mano desde la parte superior, con la palma hacia abajo, comunica fuerza, autoridad y dominio.

De forma similar, quien ofrece la mano sosteniendo la palma hacia arriba, transfiere la idea de sumisión y de pasividad.

La retención de la mano de nuestro interlocutor también nos da pistas de qué se debe hacer y qué no hacer. La correcta retención no debería durar más de cuatro o cinco segundos con un máximo de tres oscilaciones. Más tiempo o más oscilaciones podría dar la idea de intromisión. Muchos incluso practican el llamado saludo de emparedado, es decir, estrechar con ambas manos, algo que en general comunica afecto y complicidad. Siendo una forma amable, aunque no siempre apreciada y comprendida, y que aumenta para bien o para mal el contacto físico.

Como decía antes, las manos transmiten mensajes importantes cuando se saluda, por lo que hay que tener en cuenta algunos puntos para dar una buena impresión y transferir la información correcta que queremos dar sobre nosotros.

Aunque no hay un apretón perfecto, el apretón de manos correcto se consigue con el tipo de presión que usamos, sabiendo que las palmas deben tocar y no permanecer «distantes»; cuando se ofrecen solo las puntas de los dedos estamos transmitiendo distancia y poca participación.

El cierre debe ser simétrico, poniendo nuestra mano al mismo nivel que nuestro interlocutor, sin subirla (hablaría de dominio y arrogancia) ni bajarla, ya que transferiría sumisión y pasividad.

También, y por último, es importante mantener la distancia del cuerpo durante el saludo: debe haber al menos 50 cm. entre nosotros y nuestro interlocutor y nunca hay que invadir su espacio personal.

De todas maneras, lo mejor es ser espontáneos y comportarnos con naturalidad. Saludar es trasladar el placer del encuentro a quien estamos saludando.

Manuel Bellido

Director del Grupo Informaria