¿Es posible esperar en la unidad de Europa? Me hago esta pregunta en estos días tan revueltos donde, por una parte, el terremoto provocado por populistas y líderes sedientos de poder a toda costa en los países del sur, por otra la ausencia de rumbo en las instituciones europeas y por otra, la insensibilidad y falta de coherencia de los países del norte, están minando en estas semanas la economía y la estabilidad de un continente que, en los años 50, con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero,

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daba, con ilusión y esperanza,  los primeros pasos de una unión económica y política de los países europeos. Lo he repetido a menudo, últimamente en mis artículos, vivimos una etapa donde nos invade un sentido de desilusión, de preocupación y de extravío. Esta parte de occidente que vio nacer la luz de la ciencia moderna, del liberalismo, de la separación entre sociedad civil y Estado, entre religión y Estado, que hizo florecer el Estado de derecho, la democracia, las declaraciones de derechos, llamadas incluso universales, vive hoy invadido por la tristeza, por la falta de esperanza, por el miedo, y las nuevas generaciones se han quedado sin puntos de referencias estables y sin valores que imitar. Los líderes políticos, aparte de repartir demagogia, la mayoría de ellos no cuentan con planes para los ciudadanos y no saben de qué hablar, resumiendo sus discursos en un frívolo “quítate tú que me pongo yo”. 

Europa está en crisis y la Europa unida, que se había convertido en una primera etapa ilusionante, encaminada a la humanidad unida, construida con el convencimiento de la sociedad civil, los fundamentos del derecho natural, de las raíces cristianas, de la capacidad de interrelacionarse sin fronteras para beneficio de la economía, hoy por hoy, se desmorona ante una cultura falsa, inmoral y peligrosa difundida a menudos por medios de comunicación irresponsables y por las tan actuales fake news, que tienen la capacidad de mantener en el poder a populistas como Kim Jong-Un, Donald Trump, Nicolás Maduro, Quim Torra y otros que no gobiernan pero hacen el ruido y la confusión suficiente como para que no seamos capaces de amar nuestras raíces y nuestra tierra, no valorar lo que hemos conseguido, no construir el futuro  y ver sobre todo lo que es despreciable y destructivo, dejándonos pocas posibilidades de percibir lo que es grande y puro.

Muchos ciudadanos, ante este malcarado viento que nos azota se vuelven indiferentes, otros piensan que basta esperar porque todo esto se resolverá, antes o después, por arte de magia, otros se radicalizan de mala manera y otros prefieren aplicar una falsa tolerancia o sumisión sin reservas condescendiendo con quien nos amenaza por tal de mantener la calma chicha de “tener la fiesta en paz”.

Clemente de Alejandría -heredero de la sabiduría helenística- sostenía que la unidad es el bien que produce vida; la división es el mal que genera muerte. La civilización crece cuando unifica los ánimos, que a la vez si se lleva a cabo a través de un diálogo sincero y generoso fortalece la solidaridad también en política y en economía.

Está en mano de la sociedad civil plasmar una nueva conciencia de Europa visto que la política actual carece de líderes cuyos principios amparen sin egoísmos y egocentrismos solo el bien común.

Manuel Bellido

Director del Grupo Informaria