Siento que la vida es un ratito, como un regalo que no hay que tomar muy en serio, porque no depende de nosotros, pero vale la pena vivirla en cada momento…”. Más o menos con estas palabras trataba de explicarme María de Villota, unas horas antes de dejarnos, sus ganas de vivir y su energía cuando ya “casi” había superado su accidente como una de las pocas mujeres que llegó a pilotar un Fórmula I y después se fue para siempre.

La vida de los otros, a menudo, puede hacer mella en nosotros, o cuanto menos, puede ayudarnos a valorar lo que tenemos y disfrutamos, y nos volvemos a enganchar a este tren de sube y baja que representa nuestra existencia.

En este viaje conocemos personas de todo tipo, a menudo compartimos alguna vivencia personal, algunas se apean de nuestro camino muy pronto sin apenas tiempo para conocerlas; otras siguen acompañándonos un poco más, y siempre deseamos encontrarnos con estos seres humanos, “especiales”.  María era una de ellas, en su profunda mirada tenía grabado el sufrimiento y también ese coraje que distingue a estas mujeres que luchan y no dejan de hacerlo en ningún momento. Era una emprendedora en sí misma y dueña de su pasado, el futuro, como decía ella, depende del destino, quizás demasiado cruel en su caso porque a través de su testimonio en conferencias y encuentros contagiaba su entusiasmo y su amor por  la vida luchando para hacer realidad los sueños.

María inspiraba a muchas mujeres y hombres para que descubrieran su propio potencial, algo con lo que nos familiarizamos muchas de nosotras, a menudo ocultas en cualquier cuarto de cualquier pueblo, detrás de un mostrador, una máquina, un taller o con una familia a la espalda, pero, con todo el tesón, empeño y también asumiendo el compromiso de crear y dar un sentido a la vida propia tratando de mejorar la de los demás.

A menudo nos hablan de la lucha permanente de la mujer en todo el mundo para revindicar nuestro derecho como persona en muchos ámbitos. Esencialmente nos ocupa el mundo del trabajo, aunque no deberíamos olvidar que existe un ámbito anterior, que no es otro que el social, el más importante simplemente porque es anterior, y los avances en la normalización, que han llegado hasta el propio deporte, contribuyen a esta finalidad. Precisamente en el campo de las neurociencias Allan Reiis, de la Universidad de Stanford, ha estudiado las formas de cooperación comparativa de hombres y mujeres, estableciendo que ambos tienen formas distintas -aunque equivalentes- para resolver un mismo problema y que las parejas mixtas colaboran con mayor eficiencia.

Como la vida misma, todo funciona mejor si es compartido. Porque viajar solo siempre es más aburrido, supongo que estamos en el mundo para cooperar unos con otros y ayudarnos a crecer y desarrollar nuestras capacidades. No puedo ni quiero imaginarme un mundo sin alegría, pues lo mejor es que se contagia, aprendemos de la vida caminando por ella y descubrimos que cada persona es fundamental: algunas son más especiales, como lo fue María, inspirándonos su voluntad y coraje, otras son esenciales, porqué también nos guían. No hace falta apartar a nadie, ni mucho menos aprovecharse, siempre es mejor respetar y escuchar, porque al final ganamos todos, porque estar vivo siempre merece la pena.

Mª Ángeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad y Presidenta de Honor de Fidem