Hace apenas un año, un grupo de  60 mujeres vinculadas al mundo del arte y lideradas por su creadora, Eva Tamargo, creó el Club de mujeres (in)visibles, con el objetivo de unir talento y voluntad aprovechando todos los medios, especialmente los digitales, para intercambiar experiencias y recursos, sirviendo como altavoz abierto al mundo, a fin de que la gente se entere y reconozca que existe una parte del colectivo femenino dedicado al mundo artístico y de hecho a alegrarnos un poco la vida a todos.

Quiero recordar que en la Historia del Arte, pintoras como Sofonisba Anguissola, Fede Galizia o Artemisa Gentileschi (maestra de los claro oscuros caravagistas) fueron borradas de la Historia del Arte hasta llegar a nuestra contemporánea Frida Kalho. Parecía que el arte que representa una visión sensible acerca del mundo fuera ajeno para el público femenino y lo mismo sigue sucediendo en otras materias ya sean profesionales o rutinarias. Llevamos demasiados años, incluso siglos, de invisibilidad. Por ello, debemos persistir en la idea, hace falta visibilidad para tener justo reconocimiento, lo contrario significa negar la realidad y la posibilidad de proyectarnos como seres humanos en un mundo igualitario…

¿Qué está pasando? Pues que en el ámbito empresarial la conclusión es la misma, el género masculino para las decisiones y las mujeres en la base, a menudo en trabajos de poco valor añadido, discriminadas y en el peor de los casos incluso maltratadas. Claro que todo parece tener una importancia relativa si no se escuchan las quejas, pero  no nos debe sorprender que las pautas son las mismas en todos los ámbitos de la vida, pero el tema es mucho más profundo y la primera cuestión tiene que ver con la educación y su influencia en el  carácter, con las formas, pero sin duda lo importante son las vivencias y las creencias. Si todo eso no cambia de verdad es difícil que se pueda aceptar indefinidamente esta situación muy especialmente en el ámbito empresarial que es el motor de la economía y el desarrollo.

Hace muy pocos días entregábamos, como cada año, los premios Fidem a ocho mujeres que, de alguna forma, habían contribuido con su labor a mejorar la sociedad. También quisimos premiar a través de ellas y de su trabajo, todo el sacrificio, el esfuerzo y la constancia de muchas mujeres en todo el mundo, que son capaces de poner su grano de arena para cambiar las cosas a través de proyectos con forma de empresa, por tanto, subordinados a lo mercantil , que parece ser el más homologable, no obstante y con la intensidad que vivimos  todas nosotras en aquel acto, me gustaría recordar de una forma especial el rol de las “ingenieras de la familia”: cientos de millones de mujeres volcadas en cuidar a su familia, amas de casa y que al final dan sentido a todo lo que hacemos.

En el siglo pasado nuestras madres labraron un camino superando guerras que no iniciaron; sufrieron miserias que no causaron  y las consecuencias de agravios y luchas en las que ni siquiera pudieron participar; fueron guerreras invisibles capaces de sufrir al lado de sus compañeros masculinos , aunque sin llevarse ningún mérito, pero todas aquellas que aún conviven con nosotras deben saber que en este sufrimiento invisible hicieron posible esta visualización que todas las mujeres estamos consiguiendo; gracias a la digitalización, la proliferación de medios, las redes sociales, los celulares y toda la mediática, por ello, no perdamos de vista que en su discreto silencio no se oculta la sombra del olvido, sino que se alumbra la esperanza para nosotras, nuestra hijas y nietas. No hay duda de que nuestra persistencia nos llevará hacia esta normalidad a la que todos, hombres y mujeres, aspiramos.

Mª Ángeles Tejada

Directora General Public Affairs de Randstad

Presidenta de  Honor de Fidem