Alguien dijo una vez que los problemas siempre nos ponen a prueba y, en estos días, se ha puesto en evidencia nuestra vulnerabilidad y nuestros miedos.

Supongo que esta sensación responde tanto a la humana necesidad de autoprotección y a estos otros temores psicológicos y también materiales de estar más expuestos y, cómo no, perder lo que tenemos. Pues nos guste más o menos, la sociedad ha evolucionado, sin duda, a mejor, lo que representa más comoditys, más cosas que disfrutar, más tiempo de ocio y si es posible menos esfuerzo.

Cuando ocurren hechos no habituales como el tema del COVID-19, se pone de manifiesto, de forma contundente, cómo funciona realmente la gestión humana de una comunidad. En este caso, estamos involucrados todos, el estado y medio mundo, pues la globalización también tiene un precio y este afán viajero unido a los hábitos de mucha gente que se mueve continuamente pone de manifiesto nuestra exposición permanente.

De igual forma ocurre en las empresas, cuando hay problemas, es cuando se pone a prueba el liderazgo, el compromiso, la comunicación y, sobre todo, la capacidad de gestión de nuestros equipos para trasladar criterios claros que inspiren confianza.

Como empresaria siempre he creído que una buena gestión de equipo pasa por que el líder, o sea el responsable del equipo, sea capaz de conocer, trasladar mensajes claros, inspirar y trasladar seguridad por encima de todo. Que lleve a cabo una estrategia  para conseguir su propósito contando con las personas, pues gestionar no termina en hacer que la gente trabaje y realice su función, se necesita crear un entorno y clima para que las personas, ya sean empleados, proveedores o compañeros se sientan importantes y  escuchados, se les reconozca su valía y entienda por qué están y cuál es el propósito final del proyecto al que se han comprometido.

El “low cost” está muy bien para viajar, pero no para gestionar empresas y mucho menos colectivos de ciudadanos, y no me refiero a  ahorrar costes materiales, sino que esta política de bajo coste, de decisiones low, equivale a que se mina la confianza de la gente.

Crear un clima de confianza y compromiso que permita adaptarnos a los cambios y conocer qué se espera de nosotros, por eso la comunicación debe ser de abajo a arriba, y de arriba abajo, bilateral.

En estos días y a propósito de las noticias del ya famoso coronavirus, nos damos cuenta no solo de nuestra vulnerabilidad individual, sino de la que sufre el sistema, siempre ambiguo. Pues mientras la gente que realmente sabe de eso -los médicos- llaman a la prevención y la calma,  se cierran colegios y espectáculos, se especula con la seguridad, se cancelan vuelos y  las noticias asemejan un “carrusel deportivo” invadidas por datos y más datos, provocando pánico y, lo que es peor, rechazo a la población asiática que al parecer fue el foco del problema.

Confío que esto pasará, aunque habría que aprender algo de esta historia, más allá del libro The Eyes of Darkness del “profeta” Den Koonz, publicado en 1981, y que ya adelanta con exactitud este virus universal. Está claro que debemos preocuparnos, pero no solo de los virus, las guerras o el ecosistema, porque todo eso es inevitable. Creo que la mayor preocupación consiste en descubrir cuál debe ser nuestra actitud, que debemos cambiar en nuestra forma de liderar proyectos y unir a nuestros equipos, ya que tomar decisiones es mejor si son compartidas, poder resolver situaciones que al final como afirma un antiguo dicho, “las crisis en realidad son oportunidades”, por lo tanto, aprovechemos esta situación para reflexionar y sumar esfuerzos.

Mª Angeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad

Presidenta de Honor de Fidem