«Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política para que sea cosa de dos. No podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”. Clara Campoamor

19 de septiembre de 1893. Esta es una fecha marcada en el calendario. Un día con una importancia política e histórica sin precedentes para la mujer. La fecha en la que Nueva Zelanda se convertía en el primer Estado autónomo del mundo en aprobar el sufragio femenino sin ningún tipo de restricción.

Es verdad que hay precedentes anteriores como el Estado de Wyoming (EE. UU.), donde se permitía el voto femenino -aunque con ciertas limitaciones-; las Islas Pitcairn, un territorio británico de ultramar, o Canadá, donde en 1884 era posible que las mujeres solteras y viudas pudieran votar. Pero Nueva Zelanda fue el primer Estado autónomo como tal y Kate Sheppard (1847-1934) su principal artífice.

Hija de escoceses, a los 21 años, y tras el fallecimiento de su padre, Sheppard se trasladó con el resto de su familia a Nueva Zelanda, donde comenzó a involucrarse en la actividad política como miembro del Movimiento Cristiano por la Templanza. La petición de solicitud del sufragio fue firmada por casi una cuarta parte de la población femenina adulta y se calcula que en las primeras elecciones en las que las mujeres mayores de 21 años tuvieron derecho al sufragio votaron el 65% de las mismas. Actualmente, Sheppard es reconocida como una de las mujeres más importantes de la historia neozelandesa y el rostro de esta pionera en la lucha por los derechos femeninos ocupa los billetes de 10 dólares neozelandeses.

Tras Nueva Zelanda, fue Australia el siguiente país otorgar este derecho fundamental a sus ciudadanas. En Europa, el primer país fue Finlandia, en 1906. De hecho, el país nórdico autorizó el derecho al voto tanto para hombres como para mujeres a la misma vez. Le siguieron Noruega (1913) y Dinamarca (1915). Y en Latinoamérica, el primer país fue Uruguay, que lo aprobó en su Constitución de 1918, aunque no fue hasta el 3 de julio de 1927 cuando las mujeres ejercieron el voto en un plebiscito.

Con respecto a España, al igual que hace apenas dos semanas en Nueva Zelanda, hoy, día 1 de octubre, estamos de celebración por el 87 aniversario de la aprobación del voto femenino en igualdad de condiciones que los hombres. Aprobado en 1931 por 161 votos frente a 131 y en el marco de la Segunda República, fue el 13 de noviembre de 1933 la primera vez que se ejerció. Y en nuestro caso, fue Clara Campoamor la que abanderó esta lucha por la igualdad.

Qué duda cabe que la conquista femenina de los derechos políticos ha sido y, aún es en el presente, un camino lleno de obstáculos para el 50% de la población. De hecho, no hay que viajar muy lejos en el tiempo para contemplar esta falta de libertad de las mujeres. Así, en determinados países “desarrollados” como Suiza, las mujeres tuvieron que esperar hasta 1971 para emitir su primer sufragio femenino. En esta línea, diversos países han esperado, nada más y nada menos, hasta el siglo XXI. Es el caso de Afganistán (2003), Kuwait (2005) o la más rezagada, Arabia Saudí, en 2015. Este último fue el que por fin puso el broche a la conquista del voto por parte de la mujer. Pero una conquista con la que no debemos cantar victoria, ya que en determinadas regiones sigue escondiendo ciertas limitaciones. La lucha por la igualdad en este, como en muchos otros ámbitos, aún no ha terminado.

María Cano Rico

Foto: De Indalecio Ojanguren – Gipuzkoako Foru Aldundiko Kultura eta Euskara