¡Ya está aquí! El verano llegó. Para unos, más corto; para otros, más largo; más o menos intenso, pero para todos, una época fascinante. Unos meses repletos de planes, esperados encuentros y, sobre todo, de libertad.

Por un lado, están quienes llevan meses soñando despiertos pensando en ese “anhelado viaje”. Los más sistemáticos ya tienen esa fecha más que remarcada en el calendario y su billete o reserva a ese lugar que, durante semanas, llevan buscando una y otra vez en Google con el fin de planear su visita con precisión. Y para los más aventureros, siempre hay cabida a la improvisación. Esa improvisación que sobrecoge y llena de vida a quienes la sienten, que cada día les lleva a un lugar sin saber por qué ni por cuánto tiempo, con la incertidumbre de no conocer lo que les deparará el día posterior y llenando esas semanas de la espontaneidad que desean en su día a día. También están los que optan por ir a esa “casa del pueblo” con el fin de pasar unas vacaciones en las que habitualmente se reúne toda la familia como si el tiempo no hubiera pasado. Barbacoas y comilonas, tardes de piscina y juegos de mesa en una casa abarrotada pero llena de excelentes ratos.

Pero para quienes no tienen la oportunidad de viajar o prefieren hacerlo en otra época del año con el fin de huir de las masificadas playas y los precios inflados, los planes de ocio se multiplican en los meses centrales del año. Las visitas temáticas dan a conocer la historia que esconden esos lugares por donde pasamos a diario, la amplia oferta de conciertos hacen que la ciudad suene a música, los espacios emblemáticos se rinden a la magia del teatro, el esperado cine de verano da la oportunidad de ver aquellos estrenos de la cartelera que se han escapado a lo largo del año y, claro está, también se puede disfrutar del plan más sencillo y recurrente:  ir a tomar una cerveza a una de las innumerables terrazas con el fin de despejarnos del aire acondicionado y disfrutar del “fresquito nocturno”. Planes innumerables y para todos los gustos. Y es que, cuando muchos huyen del calor, los que permanecen en sus ciudades pueden disfrutar de una ciudad diferente: tranquila, apacible y sorprendente. Una ciudad sin gente y en la que se puede aparcar. Porque no olvidemos que la ciudad… también coge vacaciones.

María Cano Rico

Periodista