El sexo femenino tiene un papel protagonista en la alimentación de la especie humana que se remonta a los albores de su propia Histora, contribuyendo al origen mismo de la agricultura allá por el Neolítico. Desde entonces, ha trabajado en todos los ámbitos del sector de la alimentación, siendo su presencia constante en toda la cadena y generando una riqueza que no siempre revierte en ellas.

Desde la Federación de Consumidores AL-ANDALUS consideramos que es fundamental poner en valor el papel de la mujer en el ámbito de la alimentación, con el propósito de afianzar las bases para una sociedad más equilibrada donde se produzca una igualdad real y efectiva de oportunidades, derechos y obligaciones de mujeres y hombres. Para ello, es primordial que se conozcan algunos datos sobre el trabajo femenino en este área.

Así, encontramos una gran desigualdad en el sector primario donde, en muchos países en desarrollo, hasta un 80% de la producción de alimentos está en manos de mujeres, sin embargo se les niega el acceso a la propiedad de la tierra y el beneficio directo de su producción. En nuestro país, sin ir más lejos, hasta hace pocos años era normal -y todavía se dan muchos casos- que las mujeres trabajaran toda su vida en el campo de la familia sin constar ningún papel, ni haber cotizado a la Seguridad Social. Para revertir esta situación, se aprobó en 2011 la Ley de titularidad compartida de las explotaciones agrarias, sin que por el momento se hayan conseguido resultados reseñables. En Andalucía hay que hablar de las mujeres jornaleras, en las que se junta la precariedad laboral con la lucha durante décadas contra el machismo imperante. También han tenido que batallar mucho las mujeres de la pesca para reivindicar su trabajo en un sector muy masculinizado.

Si observamos la industria alimentaria, comprobamos que las mujeres han abordado habitualmente tareas de manufactura. En la fase de comercialización, la presencia femenina se ha centralizado en  los puntos finales de venta y en las cocinas de bares y restaurantes, mayoritariamente como asalariadas.

Ahora, con las mujeres al frente, estamos asistiendo a una evolución en la producción alimentaria, cuyos beneficios revierten en ellas y también en su comunidad. Están apostando por formas de producción más sostenibles, por organizarse en cooperativas y asociaciones para rentabilizar sus recursos, mejorar sus productos y posicionarse en el mercado. En los sectores secundario y terciario se está notando un mayor peso del género femenino en puestos especializados, y cada vez son más las que acceden a cargos de gestión y directivos. El esfuerzo, la constancia y la formación, sin duda, son elementos clave en los avances que consiguen las mujeres en este ámbito profesional, en el que aún queda mucho por hacer.

¿Qué ocurre en el último en el último eslabón de la cadena, en el consumo? En la gestión de los alimentos en el ámbito doméstico, ahí es donde la mujer tradicionalmente ha sido la auténtica protagonista -a su pesar a veces-, sin que su labor diaria se haya cuantificado a nivel económico ni social, quedando -y no siempre- en el estricto reconocimiento familiar.

La incorporación de la mujer al mundo laboral ha introducido algunos cambios en la gestión de la alimentación doméstica, pero aún debe entenderse la importancia de la coparticipación como una herramienta de igualdad en este ámbito.

María José Gómez Soto

Portavoz de la Federación de Consumidores AL-ANDALUS