Según el INE del total de alumnos matriculados en las universidades españolas el curso pasado más del 55% fueron mujeres.  Sin embargo, si analizamos los porcentajes en las carreras STEM podemos observar que llevamos tres décadas perdiendo talento femenino en estas áreas: alrededor del 30% a principios de los 90 reducido a un pequeño 15% en los últimos cursos. En mi primer año de ingeniería informática rondábamos el 25%, a día de hoy no se matriculan más de un 12% en esta carrera.

¿Qué está ocurriendo para que niñas y jóvenes con muy buenas notas en etapas previas no opten por este tipo de carreras cuando hoy, en plena era de la digitalización, es urgente cubrir muchos puestos de trabajo tecnológicos?

La autopercepción limitante que tienen las jóvenes sobre sus capacidades técnicas está impidiendo que lleguen al mercado de trabajo muchas y buenas científicas e ingenieras. Si queremos tener un mundo más equitativo en todos los ámbitos, debemos ir al origen de estos prejuicios e intentar mitigarlos. Consolidarnos como profesionales referentes para estas generaciones es imprescindible.

Repsol Digital Girls

Repsol desempeña su actividad en un marcado entorno industrial, donde el desarrollo de tecnología puntera y la digitalización son claves para nuestra competitividad. Nuestra compañía lleva años apostando por la eliminación de sesgos y la generación de equipos diversos. Y en este contexto nace el club Repsol Digital Girls, promovido desde el área de Tecnologías de la Información y Digitalización y enmarcado dentro del programa y concurso internacional Technovation Girls. El programa, que ha ido creciendo desde sus inicios en Silicon Valley en 2009, pretende apoyar y empoderar a las niñas de 10 a 18 años en la búsqueda y creación de soluciones tecnológicas a problemas de su entorno real. La iniciativa ha permitido que 13 empleados participemos como mentores de nueve equipos formados por 36 niñas que son hijas, familiares o amigas.

Los equipos han desarrollado brillantes soluciones que permiten aliviar las estancias hospitalarias, mejorar el reciclaje a través de donaciones a ONG´s, reducir los accidentes de tráfico debidos a distracciones, recabar información para estudiar fuera, organizarse para no perder el tiempo de estudio, reportar acoso escolar, etc. Todas estas apps han competido con otras 1.700 presentadas por 5.400 jóvenes de 62 países, logrando que uno de nuestros equipos fuera elegido como uno de los cinco finalistas de la categoría junior para la competición mundial este pasado agosto.

Lazos Close to You

Nuestro equipo Demac Power Up está formado por Diana, Elena, Maialen, Ana y Carmen que con sus 11 y 12 años tuvieron que enfrentarse a un gran reto: identificar un problema en su entorno más cercano, aprender cómo se trabaja en equipo, aprovechar e identificar las mejores habilidades de cada miembro y, por supuesto, diseñar y producir una solución tecnológica que ayudara a resolver el problema encontrado.

El piloto de la aplicación, que ellas mismas han programado, se llama “LAZOS Close to you” y pretende paliar el problema de la soledad en las personas mayores. La app crea una plataforma ofreciéndoles en el momento que lo necesiten, ayuda con voluntarios cercanos previamente validados por asociaciones o ayuntamientos. Además, promueve que las personas mayores formen nuevamente parte activa del barrio, que participen de sus eventos, que estén bien informados de lo que ocurre y que ellos mismos puedan reportar aquellos problemas que localicen en sus paseos para que los responsables municipales puedan estar al tanto y solventarlo. “LAZOS” se enfoca en la cercanía, en lo importante que es cuidar. Incluso permite recibir un divertido aviso diario que la persona mayor contestaría con un simple emoticono permitiendo saber a algún familiar cómo se encuentra al levantarse.

La experiencia como mentores

Mi compañero en Repsol, Javier Larraona, también ha sido mentor de este equipo. Él es Director de Sistemas de Información y Digitalización en las áreas industriales y en trading y cuenta que “es sorprendente cómo estas niñas han identificado las fortalezas de cada una de ellas y han sabido aplicarlas a la construcción del proyecto. También me ha llamado mucho la atención el foco que han puesto desde el principio en la experiencia de usuario”. Entre los dos hemos formado un tándem estupendo a la hora de mentorizar el equipo. Nuestra labor principal ha consistido en guiar y orientar a las niñas en el proyecto, manteniendo el espíritu y la motivación, fomentando que cada una de ellas encontrara sus mejores capacidades y las aplicara sobre el objetivo común.

Sin duda, la parte motivacional ha sido en la que más nos hemos implicado. Vivir esta experiencia con la pandemia del COVID-19, confinados durante los meses cruciales de la finalización de la aplicación y mantener el espíritu del equipo fue lo más complicado. Tuvimos que adaptarnos a la nueva situación y cambiar muchos planes, pero esto ha proporcionado un aprendizaje mucho mayor, un espíritu de superación extra con el que no contábamos y del que hemos salido muy fortalecidos. Además, las chicas han adquirido un nuevo concepto: resiliencia.

Somos conscientes de su edad y trasladarles nociones de programación, gestión de proyectos y experiencia de usuario ha sido un reto importante. Hemos ido creando dinámicas, juegos y aplicando creatividad. Inconscientemente han aprendido a gestionarse con metodologías ágiles, a investigar por sí mismas y a ponerse en la piel de los usuarios. Su participación en este programa ha permitido desmitificar muchas ideas preconcebidas que tenían sobre la tecnología, ya que muchas de ellas solo la asociaban a redes sociales y a videojuegos. Ahora saben que la tecnología requiere de múltiples perfiles, no solo de programadores, y que todas ellas tienen mucho que aportar.

Creer en nosotras

No podemos olvidar que, para cambiar percepciones desde el origen, el punto de inflexión debe estar en la apuesta por nosotras mismas. Como profesionales del ámbito de la tecnología y como mujeres, creo que es nuestra responsabilidad tratar de acercar la tecnología a los más jóvenes, especialmente a las chicas. Pero no solo como consumidoras, sino también como creadoras de una potente herramienta, facilitadora y aportadora de valor para nuestros objetivos. Debemos superar los miedos, eliminar las barreras autoimpuestas en el aprendizaje y creer en nuestras capacidades, buscar ayuda para cubrir aquéllas que aún no tenemos o sumar al equipo a otros que las proporcionen.

Afortunadamente este equipo no solo ha estado formado por las chicas y nosotros como mentores. Las familias han sido un importante pilar en el proyecto, sobre todo durante el periodo de confinamiento, contagiadas por la pasión de las chicas por lo que estábamos construyendo. Yo misma lo he vivido en primera persona, porque además de mentora, soy madre de una de las chicas. Además, nuestros familiares y vecinos mayores, las instituciones y asociaciones con las que las niñas han hablado se han ilusionado de la misma forma y han hecho que todos, nuestros amigos tanto adultos como pequeños creyeran en el proyecto.

Al ser elegidas finalistas, pero no poder viajar este año a la final presencial en San Francisco, nos queda una sensación agridulce por todo lo vivido. Sin embargo, las chicas fueron capaces en todo momento de mantener la actitud de competición para presentar la aplicación a los jueces de forma virtual el 14 de agosto, en representación del continente europeo. El premio final quedó en manos del equipo de India, pero el orgullo para todos los que las hemos acompañado en este proceso y su cambio de percepción hacia la creación de tecnología es nuestra mayor recompensa.

Mónica Prieto

Analista Sénior en el Hub Omnichannel de Repsol

Aulas STEM y brecha de género