A día de hoy aún nos tenemos que parar a pensar si la presencia de la mujer en la ciencia es igualitaria respecto a la del hombre. Teóricamente, estamos en una era en la que la mujer tiene las mismas oportunidades que el sexo contrario para acceder a estudios de carácter universitario, optar a becas para investigar, liderar grupos, ocupar cargos de alta responsabilidad… pero, ¿es realmente cierto?

IMG_20161009_115348Si hacemos memoria acerca de la existencia de las mujeres en ciencia, seguro que a la mayoría nos viene a la mente Marie Curie, ganadora de Premio Nobel de Física, por sus investigaciones en el campo de la radiación, y en Química, por su descubrimiento de elementos como el radio o el polonio. Aunque si buscamos en la bibliografía la participación de mujeres en investigación, veríamos que existe un número notable de ellas que participan en este ámbito. Sin embargo, no todos los trabajos que el género femenino ha llevado a cabo han estado reconocidos, e incluso la participación en premios y las investigaciones que realmente han sido galardonadas son meramente anecdóticas en algunos de los casos. Además, no hay que olvidar aquellas investigaciones y estudios científicos que no salen a la luz, y no por ello son menos importantes. Dejando a un lado el campo de los méritos, seguro que casualmente sucede algo parecido. Reflexionando un poco, nos daríamos cuenta que existe un gran número de mujeres que se dedican a la ciencia y que algunas lideran un grupo de investigación. Sin embargo, a medida que subimos de rango, el porcentaje femenino que ocupa estos puestos en empresas o universidades va disminuyendo.

Pero, para iniciarse en ciencia, al igual que ocurre en otros sectores, el camino se construye igual para todos. Es necesario un aporte económico que pueda financiar no sólo al personal que desempeñe el trabajo, sino a la compra de reactivos y equipamientos que tienen una cuantía un tanto elevada. Afortunadamente, contamos con determinadas ayudas, tradicionalmente conocidas como “becas”, para la contratación del personal, donde se evalúan los méritos de la persona y no se fijan si se trata de un hombre o una mujer. Estas ayudas son imprescindibles y, a mi manera de ver, escasas para todos los alumnos que recién han acabado el máster y que, entusiasmados deciden comenzar su andadura en el mundo de la ciencia. Ignorantes, muchas veces aceptamos trabajar sin remuneración económica, o en otros casos con un sueldo (si es que se puede considerar así) precario que obliga a jóvenes a malvivir o depender económicamente de sus padres hasta que consiguen algún contrato con el largo paso de los años. La existencia de becas es esencial, no sólo para la supervivencia de la persona, sino para motivar el aprendizaje de la misma, ya que, en el periodo predoctoral, seguimos formándonos y aplicando los conocimientos adquiridos durante el grado. Afortunadamente, contamos con ayudas de carácter público, y privado, en mi caso, como las Becas Manuel de Oya, que otorga el Centro de Información Cerveza y Salud. Todas ellas competitivas que, anualmente, seleccionan a unos pocos beneficiarios para que podamos comenzar de forma un poco más seria en este ámbito.

Desde mi punto de vista, limitado, en el ámbito científico, puede verse cómo poco a poco se comienzan a registrar cambios de manera progresiva y con significativa cautela. Podemos ver que en las aulas, en función del grado o de la universidad, se cuenta con un número equilibrado de profesores y profesoras. Y vemos como en grupos de investigación jóvenes, aparece la figura de jefa de grupo o investigadora principal. La cuestión es que, en puestos de mayor relevancia, la figura de la mujer no está implantada. Es desde el comienzo cuando tenemos que educar a las generaciones venideras para que, independientemente del sexo, puedan elegir su profesión sin extrañezas ni comentarios, fuera de lugar por el hecho de ser mujer. No estamos alejados de poder conseguirlo, aunque se denoten en algunas ocasiones desigualdades. Ciertamente, es un trabajo a largo plazo que tendrá momentos duros, en los que no nos valoren lo suficiente, nos juzguen por el hecho de ser mujeres o que consideren que nuestra investigación no es lo suficientemente buena. No hay que desanimarse. Considero que hay que valorar el potencial de la persona, las habilidades y aptitudes que demuestre cada uno, independientemente de ser hombre o ser mujer, para desempeñar un trabajo en el ámbito científico.

Patricia Alonso

Ganadora de la Beca Manuel de Oya