Siempre fui independiente. Quería hacerlo todo sola y, a veces, aunque me viera saturada, nunca pedía ayuda. Me fui poniendo capas, que si soy sincera pesaban demasiado y cuando intenté quitarme algunas, ya era casi imposible. Una vez leí en el libro del ‘Caballero de la Armadura Oxidada’ que «Todos estamos atrapados en una armadura”. Me sentí tan identificada con esa frase que me hizo reflexionar, pero aún no estaba preparada para dar ni siquiera un pequeño paso.

1521864_10201349307714874_1977941137_nMi lema ha sido siempre ‘Yo Puedo’ pero lo llegué a usar tantas veces que su verdadero valor se perdió. Un problema que reside en la sociedad actual y en el caso de millones de mujeres.

Somos pequeñas y ya nos educan para ser amas de casa que algún día tendrán hijos porque es lo normal. Llevarán su trabajo y serán perfectas en todo, porque para eso se creó la frase «una mujer puede hacer dos cosas a la vez». Y yo me pregunto: ¿si no quieres tener hijos, no sabes cocinar o no puedes hacer dos cosas a la vez, ya no eres mujer?

Empezamos a querer demostrar, dejando a un lado lo más importante, ser nosotras mismas. Sacrificamos nuestro tiempo y nuestra salud en pro ¿de qué? Sufrimos dolores de estómago del estrés que arrastramos, durante nuestro ciclo menstrual no nos atrevemos a quejarnos porque además ya tenemos el cartel en la espalda de: «no hay quien te aguante en tus días». ¡Perdona! Tengo la regla todos los meses, me siento hinchada, hormonas descontroladas, dolorida y, a veces, es desconcertante. Pero la sociedad tampoco lo entiende; y si te quejas, te juzgan.

Si tienes hijos debes llevarlo todo en orden: cole, casa, trabajo, pareja, cuidarte… pero a veces te sientes tan agotada que no ves la luz. Y todo ¿por qué? las exigencias a nosotras mismas nos superan y es bueno exigirse para dar lo mejor, pero si lleva con ello quererse también y valorarse. Cuántas de nosotras nos miramos al espejo y nos decimos «lo haces bien»; cuántas pedimos ayuda sin pensar por un momento «soy débil»; o decidimos delegar ciertas tareas en los demás. Pocas, ¿verdad?

Yo he estado atrapada en una armadura y aun me queda quitarme completamente la capa de heroína de cuento que tanto me está costando. A veces miro atrás e intento no entristecer y verlo como una oportunidad de cambio, pero he dejado muchas cosas por no querer parar, entre ellas lo más importante, mi niña interior. Con el tiempo y las obligaciones, dejamos de recordar las cosas que de verdad nos hacen felices y pasamos de ser puros como son los niños a adultos con móviles y agendas todas planificadas. Dejamos de inventar, fluir y sorprender por las pequeñas cosas, ansiamos aquello que no tenemos y pasan por delante nuestra los momentos.

Ahora vuelvo a usar el ‘Yo Puedo’ pero con su valor auténtico, y miro al frente de otra manera. Voy diciendo ¿me puedes ayudar? Me siento tranquila cuando soy asertiva, sigo siendo empática, pero ahora llego hasta donde sé que puedo y me apetece. No accedo a los chantajes emocionales y empiezo a sentir que la felicidad depende sólo de lo que tú quieras ser feliz.

Sigo a mil por hora pero ahora sabiendo que no volveré a enfermar, que dormiré las horas suficientes, cumpliré mis entrenos. Trabajaré y, a lo largo del día, siempre habrá un momento para abrazarme y recordarme que ser superwoman no es aquella que hace mil cosas extraordinarias por encima de su felicidad, sino una mujer que lo ordinario consigue que sea extraordinario, sin capa, sin antifaz y sin tipazo.

Me siento orgullosa de ser una mujer que comete errores, que no controla todo, que a veces siente miedo y que si el día está nublado no se peina y va con una coleta. Me siento orgullosa de tener arrugas en la cara, de no correr rápido pero entreno para mejorar, de quejarme a veces, de reírme a carcajadas en mitad de la calle y hacer la payasa con los amigos. Me siento tranquila de saber que el tiempo que ahora dedico a los que amo es de calidad y que estaré cuando pueda estar. Se acabaron las exigencias innecesarias y comenzó mi aceptación porque ‘Yo Puedo’.

Quiérete mujer y abrázate mucho, que lo haces bien. Respira y sueña. Equivócate ya que es la mejor manera de aprender, pero no te olvides que ser mujer no es una exigencia sino un regalo que la vida te dio y, sobre todo, recuerda que no estás sola.

Sonia Macías
Ultrafondista y co-creadora de La Princesa del Desierto
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