Es frecuente en el mundo empresarial creer que los valores se traducen simplemente en acciones puntuales que contribuyen al bien de determinado colectivo. Tenemos la responsabilidad social, aportaciones a fundaciones benéficas, planes de inserción laboral para colectivos con otras capacidades o ser cooperante en una ONG y todo esto sirve y está muy bien, porque los valores son la base sobre la que descansa nuestra identidad y nuestra conducta.

M.Angeles-Tejada-682x1024Por tanto, si aceptamos que por encima del profesional está la persona que es capaz de interiorizarlos para aplicarlos a través de su actitud. Todo eso explicaría muchas cosas que ocurren para bien, y también estas “otras” en las que todo el mundo cree y nadie práctica.

Por ello, no es frecuente, por desgracia, que en la formación superior, grados, másteres, etc., el tema de valores tenga un protagonismo elemental, pues parece prioritario que seamos más competentes que humanos. Premiamos la eficacia o el resultado por encima de los medios para conseguirlo y, con la mejor intención, se fomenta la desigualdad.

Ésta es una de las razones por las que, cuando hablamos de las limitaciones de las mujeres en el mundo empresarial, hay mucha clase dirigente que entiende debe existir una corresponsabilidad entre hombres y mujeres en el acceso a los puestos de decisión. Incluso se acepta que las competencias más femeninas puedan ser tan relevantes como las del otro género, pero en cambio, se sigue penalizando nuestro trabajo, ya sea discriminando salarios, o limitando accesos al puestos de dirección, más allá de los dichosos porcentajes.

Hablamos de normalidad y, por tanto, el discurso de la gente que cree en los valores normalmente se limita a decirlo e invocarlo públicamente. Y claro está que como idea es genial, pero aquí de lo que se trata es de creérselo para que se integre en su actuación del día a día, nada más sencillo. Un ejemplo claro serían las miles de frases y discursos que se gastan denunciando la tragedia de los refugiados, pero casi nadie se lleva una familia a su casa o las ingentes cantidades de dinero que en Europa nos vamos a gastar en navidades, pero no trasciende más allá de la ayuda al Banco de Alimentos, que ya está bien, pero tampoco es suficiente.

A las mujeres no nos gusta la demagogia. No se trata de convencer a nadie sobre lo mucho que hacemos por la familia o por nuestra comunidad, ni lo que trabajamos todos los días para mantener con cierta dignidad a los nuestros. Simplemente lo hacemos. Así de simple. Como lo hizo Rosa Parks hace 100 años en Alabama, demostrando, con su coraje y decisión, tener el valor de actuar según estos valores.

No tengo ninguna duda de que el mundo empresarial debe reinventarse como nosotras mismas, la globalización, la digitalización, este desvanecimiento de estructuras convencionales, para dar paso a las redes. Pero, sin perder el protagonismo individual, en estos tiempos líquidos que definiría Bauman, precisamente porque tenemos “el poder” de decidir nuestra actitud. Yo propondría que en nuestro comportamiento profesional y personal nos inspiráramos en la misma ética que nos llevó hasta aquí.

Se necesitan líderes que sepan impulsar valores. Liderar con el ejemplo, construir sistemas que fidelicen a nuestros equipos, comunicar con trasparencia no es difícil, pero es importante creer que vale la pena.

Las empresas se distinguen por sus valores, las personas eligen por los valores que la empresa traslada, y cada vez más será necesario, yo diría imprescindible, atraer a los mejores, el valor de una empresa, los equipos más impregnados con la filosofía y cultura.

Fundación Randstad ha demostrado qué valores son importantes. Para ello, ha creado una web www.RandstadValores.es. Les recomiendo verla y sumen al manifiesto que seguro nos ayudará a mejorar nuestro comportamiento.

Nadie debe renunciar a su condición de dueño y emprendedor de su propio proyecto de vida. Aquí sí se puede, en otras partes del mundo es imposible y tenemos mucho tiempo para construir un mundo algo mejor para nuestros hijos si nos inspirarnos en nuestros valores, seremos capaces de comunicarnos mejor, con más empatía o poniendo calidad en lo que hacemos. Todo ello contribuirá a sentirnos mejor y, al final, sólo se trata de tener el valor de creer en los valores.

Mª Ángeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad y

presidenta de Honor de Fidem