Me he dado de plazo hasta el 7 de enero. Ese día, todo cambiará. Hasta entonces, aún tengo tiempo. Tiempo de saborear, de disfrutar, de regodearme, de relamerme, de ponerme hasta el quico. Y es que, yo no sé a vosotros, pero, para mí, los dulces de navidad son una perdición, y de las grandes.

Inma-Sánchez-opinión-768x1024-768x1024Recuerdo que, cuando era pequeña, y nos quedábamos en casa de mi abuela en el pueblo, la habitación donde dormíamos mi hermano y yo tenía un pequeño armario donde se guardaban todos los dulces que se habían comprado para las fiestas. Cuando nos despertábamos, siempre mucho antes que el resto de la familia, no eran pocas las escapadas de la cama al armario en busca del tesoro: polvorones, turrones, bombones… todos caían en nuestro bote.

En mi mundo perfecto, ese gusto por los mantecados iría desapareciendo poco a poco y lentamente con el paso del tiempo. Así, un día, me daría cuenta que ya no me gustaban tanto, que ya no me apetecían, que era capaz de pasar por delante de la sección de polvorones en el supermercado sin que los ojos me hicieran chiribitas. Pues va a ser que no.

Con el tiempo, y eso sí que me lo ha concedido el futuro, he pasado a ser más selectiva. Así, cuando antes, a la hora de “atacar” una caja de mantecados no había discriminación, ahora dejo algunos en la estacada. Limón, chocolate o coco han dejado paso al único y delicioso polvorón de almendra. ¿Pero cómo puede estar tan rico?

Otro de mis “fetiches” es el rosco de vino. Lo he intentado dejar muchas veces, pero es que es imposible, no hay manera. Ahora he descubiertos unos nuevos sin azúcar (por si no me gustaban tanto) y, como se suele decir, “si quieres arroz, Catalina”, estos también me gustan. ¿Por qué?

No puedo dejar de lado en este listado de la perdición las hojaldradas. Pero no las típicas hojaldradas simples y llanas de sólo hojaldre y azúcar. No. Ahora he evolucionado y me gustan más las rellenas de crema (las hay también de chocolate y no negaré que estás deliciosas). De estas hay una versión sin azúcar que está de rechupete.

Tampoco puedo olvidarme los nuppies, una incorporación de última hora al banquillo porque los descubrí no hace muchos años y se han convertido en un ‘must’ (como se dice ahora) de mis dulces navidades. Yo los llamo aglomeraditos porque son trocitos de galleta con chocolate con forma de mini montañita (vista mi descripción, mejor los buscáis por Internet).

En la sección de turrón, mi perdición ha sido, es, y me temo que será, el turrón duro de almendra. Hay veces en los que otros han intentado quitarle el puesto (turrón de jijona, almendrado con chocolate, suchard, suchard y sus nuevas versiones…), pero siempre ha salido vencedor, y además por goleada.

Durante todo este tiempo, ha habido muchos que han caído por el camino. Muchos que antes no podían faltar en mis dulces navidades y ahora ni siquiera me apetecen. En esta lista podemos incluir Ferrero Rocher, After Eight o chococrujientes, así como la mayoría de los frutos secos.

Lo que creo que nunca cambiará ni dejará de gustarme será el roscón de reyes, ese manjar de dioses. Por eso me he dado de plazo hasta el 7 de enero, porque el día 6 quiero disfrutar, como siempre he hecho desde que era pequeña, de un desayuno compuesto por café y un trozo de roscón de reyes relleno de nata. Se me hace la boca agua sólo de pensarlo.

Un día después, empezará mi época de abstinencia hasta principios de diciembre, cuando todo vuelva a empezar y descubra si mi futuro perfecto puede pasar o, por lo menos, si ha habido más bajas a lo largo del año.

Inma Sánchez

Periodista