Con la mente cargada de letras y proyectos, se despidió de la vida esta “poetisa de día, rapeadora de noche y politóloga a ratos”, tal como se definía a sí misma

Podría tratarse de la próxima invitada de La Resistencia, el late night de Broncano, uno de los pocos programas televisivos en el que aún se da espacio a esos jóvenes diferentes, reivindicativos, subversivos, con talento y, a menudo, no aptos para el público mayoritario. “Con una imaginación extremadamente avanzada, de precisión láser, casi alienígena”, Gata Cattana, también conocida como Ana Sforza, describía su mente infantil en el poema Monstruos. Una mente de la que brotaron muchas palabras y buenas ideas, pero que no sobrevivió a un cuerpo que le abandonó con 25 años.

La cordobesa Ana Isabel García Llorente estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Granada y luego Política Internacional en la Complutense de Madrid. Pero la música siempre formó parte de su vida, principalmente el flamenco y el rap, y no siempre por separado. Animal de escenario desde la adolescencia, donde destacó en sus dos vertientes: en los conciertos en los que vomitaba sus creaciones, recogidas en sus álbumes Los siete contra Tebas, Anclas o Inéditos; o en los Poetry Slam, lo que vendría a ser una Batalla de Gallos entre raperos, pero en este caso en el campo de la poesía. Tuvo grandes referentes que marcaron su corta trayectoria, como Estrella Morente, Nina Simone, Niño de Elche, Dellafuente o Charley EFE, entre otros.

En realidad, toda su obra se movió en ese límite difuso entre la poesía y el rap. Para Gata, sus versos eran “más libres, íntimos, sin ritmo”, mientras que la música “tiene que sonar bien, pero en mi caso es un canto a la rebeldía, a la justicia, al compromiso”. La muerte fue un tema recurrente en sus letras, como en la propia esencia del rap, pero en ellas reivindicó además el poder de la juventud, expuso los problemas sociales y la realidad de la calle que observaba, y enarboló la bandera del feminismo, llevándolo a su terreno. También recogió referencias políticas, aunque aseguraba que “el rap no debe ser un panfleto, supeditado a una ideología”, y también a la historia, con especial carga de la cultura clásica y del antiguo Egipto, y a lo popular, incorporando el uso de su propia jerga.

Su música vivió un proceso de evolución. Su primer disco fue el más rapero, pero poco a poco la fusión con otros estilos se abrió paso. Antes de morir, en marzo de 2017, por una complicación cardiaca, pudo ver publicado su poemario La escala de Mohs, título en alusión a la relación de dureza entre diez minerales. Pero no asistió al lanzamiento de su disco Banzai, en el que estaba trabajando y que representa su madurez como compositora, denominación que nace de un concepto japonés, el grito que los samuráis hacen antes de ir a la batalla y que repiten, en caso de perder, previo a su suicidio. Para ella, este álbum era “como ir a la batalla, soltarlo todo y quedarme tranquila”.

En su canción La Prueba hay unos versos que dicen “no le temo al fracaso, ni mucho menos le temo a la parca”. Pero lo cierto es que la guadaña le impidió recoger sus Premios MIN -de la música independiente- en 2017 al Mejor Artista Emergente y en 2018 al Mejor Álbum de Hip Hop y Músicas Urbanas”. Aunque, como cantaba el rapero y activista social venezolano Canserbero, “no se muere quien se va, solo se muere el que se olvida”.

Una de las obras maestras de Gata lleva por nombre Lisístrata, en la que aparece un fragmento de un discurso de Rosa Alvarado, política feminista ecuatoriana. Es un “tributo a las musas que luchan… Rosa Luxemburgo, Campoamor, griega amazona, vestal romana, sendero impío hacia la vida humana, Keny Arkana, Safo, Hipatia, Parks y Hatshepsut. Yo os invoco hijas de Eva buscando una luz”. Cattana admiraba a las mujeres que decían lo que pensaban, aunque no estuviera de acuerdo con sus palabras, pero creía esencial dejar que ellas hablaran en primera persona. Como la propia Ana hacía. Y así se fue. Una de sus últimas canciones, Desértico, rezaba así “yo solo me debo a mis quimeras, ante un folio en blanco jurando bandera”.

Isabel Bermejo

Periodista y Consultora de Comunicación