Erigida en cabeza de familia tras la muerte de su padre, con solo 23 años, hizo de su capacidad autodidacta un modo de vida, hasta lograr ser referente en su profesión

Hoy en día podemos decir que la profesión de Procurador en España es ejercida mayoritariamente por mujeres, gracias a la progresiva incorporación femenina en la misma en las últimas décadas. Así, la cifra de procuradoras colegiadas en 2019 duplicaba a la de sus compañeros hombres: 6.600 frente a 3.300. Estos datos fueron dados a conocer por la Decana del Colegio de Procuradores de Valencia, Laura Oliver, en las I Jornadas sobre Igualdad y Justicia, celebradas a comienzos del año pasado en Madrid.

Sin embargo, Oliver subrayó que este dominio de la mujer en la profesión no es absoluto, pues a pesar de ser superiores en número, no lo son en ocupación de puestos de responsabilidad o directivos, donde sigue habiendo una importante brecha de género. “Tan solo tres de los nueve consejos autonómicos están liderados por mujeres, y solo 27 de los 67 colegios de procuradores. Esta situación es idéntica en la titularidad de los despachos profesionales, pues la mayoría están en manos de varones, mientras que las procuradoras se encargan de la base del ejercicio profesional en los juzgados”, aseguró. En este contexto, “las mujeres que ejercemos algún tipo de liderazgo tenemos la obligación y debemos de ser punta de lanza de las demás. Es ahora cuando ha llegado el momento de comprometernos con la sociedad para formar y transmitir al resto nuestra experiencia», recalcó.

Ser mujer referente dentro de esta profesión en España es, por tanto, una tarea titánica. Y si lo es ahora, lo fue más aún el siglo pasado. Lo padeció en sus propias carnes una onubense nacida en el municipio de Moguer, el mismo que el Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez bautizó como “La luz con el tiempo dentro”. Allí vivió a principios del XX una niña llamada Eulalia Ruiz de Clavijo, que pronto destacó por su inteligencia, su gusto y facilidad para la música y su capacidad autodidacta.

Con solo 23 años, y habiendo fallecido su padre, se hizo cargo de mantener su hogar gracias a su trabajo de encargada en la central del Servicio Telefónico de Moguer, al tiempo que daba clases de piano, solfeo y Bachillerato y administraba una casa de huéspedes. Ella sola se preparó los estudios de Bachillerato y Magisterio, primero, y de Procuradora después, con la colaboración del juez de primera instancia de Moguer, que puso a su disposición su biblioteca personal y le permitía asistir a los juicios para informarse. Fue así como llegó a ser la primera mujer procuradora de España.

Sobre la década de los 40 se traslada a Madrid y obtiene plaza de procuradora en Alcalá de Henares, donde su género le trajo más de una complicación a la hora de ejercer. Fue además la primera integrante femenina del Colegio de Procuradores de la capital de España.

En Madrid montó un despacho propio en su domicilio de la Calle Ferraz, actividad que compaginaba con la de Procuradora de la Delegación Nacional de Sindicatos, de cuya Asesoría Jurídica formó parte. Tras sus 25 primeros años de profesión, le fue concedida la Medalla al Mérito Profesional, pero no se jubiló hasta los 76, dejando una trayectoria impecable como legado.

Su vida no solo estuvo ligada a los tribunales, sino que destacó además por su interés en la vida cultural, literaria e intelectual de la época. A través de un paisano, el poeta moguereño Francisco Garfías, conoció a una de las personas más importantes e influyentes en su vida: la escritora, poeta, dramaturga y ensayista Carmen Conde, la voz femenina olvidada de la Generación del 27, la primera mujer académica que integró las filas de la Real Academia Española.

Con ella mantuvo una estrecha relación durante la última etapa de su vida y, tras retirarse de la actividad profesional, pasó largas temporadas en su finca de Navacerrada, llamada El Brocal, como la primera obra de Conde, a la que también acompañaba durante sus ponencias y conferencias por España y Latinoamérica.

Eulalia sobrevivió a Carmen, pero murió en el año 2000, con 96 años, a las puertas de un nuevo siglo, en el que una Asociación de mujeres moguereñas le hace honor manteniendo vivo su nombre y habiendo dejado su impronta en una profesión que necesita ejemplos como el suyo, de valientes que abren camino a las futuras generaciones que velan por el correcto funcionamiento de la Justicia.

Isabel Bermejo

Periodista y Consultora de Comunicación