Ayer por la tarde, mi hijo de 14 años estaba preparando un examen y me preguntó: “Mami, ¿qué es un carácter genético ligado a sexo?”. Y rascando en mi corteza temporal recordé que los rasgos ligados al sexo son aquellos que se encuentran en cada uno de los cromosomas que determinan el sexo.
A lo largo de mi vida profesional he tenido muchas oportunidades de identificar talento a mi alrededor. Muchos tipos de talento. Muchas formas distintas de materializarlo. Muchos matices que demuestran que todos y cada uno de nosotros tenemos alguno y lo desarrollamos y expresamos de diferente manera. Y ninguna de ellas me ha hecho suponer que el talento en sí mismo sea un rasgo vinculado al cromosoma X y que se exprese en mayor o menor medida en un sexo o en otro.
Soy una creyente del talento. Creo que es la materia prima de la que todos estamos hechos y que, con entrenamiento, puede moldearse en infinitas maneras y sin límite para crear, transformar y sorprendernos con tantas y tan variadas obras de arte y formas de talento como seres humanos hay sobre la faz de la tierra. Y que mezcladas entre sí de forma diversa son la receta del éxito exponencial. Creo que el talento es la esencia sobre la que se construye un gran líder.
Pero también soy una agnóstica en materia de género cuando hablamos de talento y de liderazgo. Demasiadas veces en mi vida me han etiquetado primero por el género que me ha tocado en suerte que por aquellas características o habilidades que me definen. Me gusta la expresión Líder 5.0 por la simbología tecnológica que actualmente es tan democrática y fácil de entender. Y porque no es binaria. El líder 5.0 expresa rasgos evolutivos que elevan el significado del talento.
Durante los nada despreciables años que llevo rodando por el mundo profesional, he ido aprendiendo que existen algunos entresijos o rasgos del comportamiento que modulan el talento elevándolo a una potencia, si no infinita, sí muy elevada. Y, en cambio, que otros rasgos tienen el misterioso poder de convertir a tu talento en invisible a los ojos ajenos. Pero como digo, suelen estar vinculados a tu comportamiento. No se me ocurre uno solo de estos rasgos potenciadores (o minimizadores) que tenga ni la más remota idea de qué es el cromosoma X:
El talento se hace mucho más visible e inspirador en un líder que expresa con inteligencia emocional cómo se siente y en cómo estas emociones impactan en él, en sus decisiones y en los demás. Y cómo quienes le rodean se sienten frente estas reacciones. El equilibrio entre los vértices del triángulo formado por el autoconocimiento o la autoconciencia (cómo tus emociones afectan a tu comportamiento y a tus decisiones), la empatía (entender correctamente las emociones de otros y cómo estas impactan en sus decisiones y comportamientos), y la asertividad (tu capacidad para transmitir tu punto de vista con transparencia y respeto) es poderoso. La triada mágica basada en conocernos y predecirnos y en entender y manejar las emociones y sus consecuencias tanto en el comportamiento propio como ajeno es la piedra filosofal que nos ayuda a ser los líderes que queremos y aquellos líderes que los demás quieren tener como referentes. Estos rasgos pueden ser naturales en un líder 5.0 y siempre se potencian constantemente mediante el aprendizaje y el entrenamiento, pero en ningún caso están vetados a ningún género…
Un líder busca un propósito en su misión y lo pide a su equipo. Una visión clara expresada con una voz valiente consigue un compromiso sin límites… Qué mejor que dar un sentido vital a aquello que haces. Si, además, comunicas este propósito con transparencia, coherencia y respeto y mantienes involucradas a las personas adecuadas de tu equipo, les inspiras a jugar para ganar. Ser feliz con tu propósito, en tu trabajo y en tu vida es la esencia del por qué. Ni sombra de cromosomas X…
Un líder reconoce el valor que aporta poner a las personas en el centro de las decisiones, ya sean empleados o clientes. TRUCO UNO: poner a los empleados en el centro les inspira a que pongan al cliente a la misma altura… y TRUCO 2: los objetivos empresariales los consiguen las personas y no los procedimientos; elévalas, motívalas y priorízalas, y harán crecer los objetivos y la “última línea” de modo exponencial. Los negocios están hechos de personas y cuanto más diversas sean estas, más ricos serán los resultados… todo suma y ningún cromosoma resta.
Un líder busca constantemente el crecimiento y el aprendizaje. Tengas los talentos que tengas, como en la parábola, nunca los entierres, ni abandones tu curiosidad por aprender. Tu mentalidad abierta te animará a no temer a nuevas experiencias y a sentirte cómodo con tu propia incomodidad, porque ahí afuera está la zona de crecimiento, desconocida y maravillosa, donde suceden cosas increíbles.
Un líder trata de ser optimista y constructivo. Inspírate en el lado positivo de las cosas y de las personas. Ser rencoroso es un rasgo que resta y genera una pérdida de energía sin retorno. Mira hacia el futuro con actitud de logro. Tu actitud determina tu comportamiento y tus decisiones: cada éxito (y cada fracaso) empieza mucho antes de que los alcances, el mismo día que lo visualizas en tu cabeza.
Un líder tiene el coraje de no temer a equivocarse y, si se equivoca, lo reconoce, es liberador. Equivocarse es un camino rápido y directo hacia el aprendizaje. Cuando no temes al error, reconoces su valor y lo demuestras, lideras con el ejemplo. Tu equipo se atreverá a experimentar, a buscar soluciones creativas, entendiendo el error como una fase del crecimiento.
Un líder aprende también a reconocer los éxitos de su equipo, a dar visibilidad a sus logros. El líder que celebra los éxitos de su equipo como parte de su propio éxito y nos los usa en beneficio propio, recoge más compromiso, más sentido de pertenencia y respeto en todos los ámbitos de la organización. Y, especialmente en los momentos difíciles, el valor de reconocer los éxitos y de no temer a los fracasos adquiere un valor superlativo para mantener al equipo motivado y activo.
Un líder es flexible consigo mismo, con los demás y con las circunstancias. Es difícil predecir qué sucederá, pero resulta más fácil adaptarse cuando estás hecho de una materia maleable, dúctil, que te permite reaccionar de forma ágil y reinventarte. Esta propiedad de la materia, en el caso del ser humano, necesita ser permanentemente entrenada. Cuanto más la usas, más crece.
Un líder ejerce el networking como una religión: cree en él y lo practica de forma regular. Las redes de contactos son una fuente de información, inspiración, conocimiento, apoyo y… también ayudan. Pero no esperes a construirla o a usarla solo cuando la necesites. Ese no es su propósito, ni tampoco cómo funciona. Mantén y haz crecer tus contactos de forma activa. Intercambia visión, conocimiento y valor de forma regular. El networking tiene mucho de jardinería: lo cuidas, lo abonas y lo riegas de forma regular, y crece de forma generosa, devolviendo frutos de valor incalculable. Pero el rigor y la constancia son claves. Regar una vez al año no da muchas esperanzas de recoger una buena cosecha en temporada…
Un líder potencia sus habilidades comunicativas. La potencia de tu mensaje viaja hasta el centro del cerebro (y del corazón) cuando, más allá de informar, empleas todo tu talento para entretener, persuadir, inspirar… Invierte tiempo y recursos en formarte para mejorar y encontrar tu habilidad para tender ese mágico hilo rojo que te conecta con tu interlocutor. Los beneficios son muy rentables.
Y no olvides que un líder le da un barniz digital a su vida y está abierto a las transformaciones y a las revoluciones. Vengas de donde vengas y vayas a donde vayas, tengas el talento que tengas, si permaneces analógico en un mundo digital, tendrás el valor de un vídeo VHS.
Cada uno de estos rasgos intensifican tu sentimiento de líder y la visión que proyectas. Algunos son naturales, otros adquiridos, algunos personalizables, todos susceptibles de ser entrenados y potenciados, pero ninguno ligado al género, raza o cualquier otro factor social. Porque el talento y el liderazgo son diversos, puede tener infinitos atributos, adjetivos y rasgos. Pero el género no es (ni nunca debería haber sido) uno de ellos.
Miriam Rodríguez
Directora General de Aspen Pharma España y Portugal
Sobre Miriam Rodríguez
Miriam Rodriguez, actualmente dirige el negocio de la multinacional farmacéutica sudafricana, Aspen Pharmacare, donde lidera las operaciones para España y Portugal.
Asturiana de nacimiento, actualmente reside en Barcelona, donde se encuentra la sede corporativa de la compañía.
Miriam, cursó estudios de Farmacia en la Universidad de Salamanca, para posteriormente empezar su carrera profesional en el sector público, en la Farmacia hospitalaria del ya desaparecido Hospital Psiquiátrico de Asturias. Posteriormente, se incorpora al sector privado en la multinacional francesa Sanofi, donde desarrolla su carrera profesional en las áreas de ventas y marketing, con diferentes responsabilidades organizativas y geográficas, en áreas de retail y canal hospitalario. En el año 2008, se une a la compañía farmacéutica nacional Ferrer como Directora de Ventas y, posteriormente, Directora de Unidad de negocio en el ámbito hospitalario. Y, en el año 2016, es requerida por la multinacional Aspen Pharma, que deposita su confianza en ella para liderar la implementación y desarrollo del plan estratégico de la compañía, en ambos países.
Su experiencia en las áreas de ventas, marketing, gestión de proyectos y personas y finanzas se ha reforzado a lo largo de los años a través de la dirección de proyectos internacionales, dotándola de un profundo conocimiento del sector farmacéutico y entornos multiculturales, la piedra angular para el éxito de su compañía en ambos países.
Fiel defensora del talento sin genero ni edad, apuesta por el valor de organizaciones diversas y que promueven el liderazgo transversal, inclusivo, basado en las personas y en su desarrollo, como auténticos motores de crecimiento : toda organización están formada por personas y es la actitud de estas la que determina su comportamiento y su éxito.