No hace mucho, un alto cargo de una gran empresa me pidió opinión entorno a como proceder para incrementar el número de mujeres en su cúpula directiva. Le contaba que lo trascendente para mí no es tanto incrementar el número de mujeres en puestos de dirección (que también), sino que el esfuerzo se centre en crear espacio dentro de las empresas para que lo femenino que reside tanto en hombres como en mujeres pueda expresarse.

Le comentaba que de poco sirve que haya más mujeres al frente de cargos de responsabilidad si1903 (002) adoptan el patrón masculino, aquel al que insta despiadadamente el patriarcado en el que estamos sumergidos, puesto que lo que aporta bienestar a las personas y rentabilidad a las empresas son los atributos que tradicionalmente hemos asignado al sexo femenino.

Le decía que lo interesante es lograr el equilibrio. Entre lo femenino y lo masculino. Que la creatividad, la compasión, la flexibilidad, la cooperación, la empatía,… o la intuición sean tan valoradas como la fuerza, la lógica, la analítica,… o la decisión.

Le sugería que trabajaran para cambiar las reglas del juego, para generar una estructura y una cultura corporativa donde las mujeres se sientan confortables expresando todas sus capacidades y sus múltiples sensibilidades. Y los hombres también.

Le instaba a revisar cómo está vista la maternidad y la paternidad en su organización. Que sea sin castigo. Un acto libre y responsable… admirable.

Coberta quiereme_mucho 4ed.inddLe hablé sobre el presentismo y la reunionitis. Sobre cómo lastran la productividad y lo lejos que están del pragmatismo femenino.

Y también sobre la necesidad de balancear la vida personal y la laboral. Que las empresas necesitan seres completos, con todas sus facetas desarrolladas. Que cuando existe un exceso o un déficit en alguna de ellas, la persona no se expresa con todo su potencial.

Y sobre comunicar, disertamos ampliamente. Hablamos sobre la comunicación no verbal y lo altamente discriminatoria que puede llegar a ser: el atuendo “femenino” sutilmente impuesto, la gesticulación denigrante, las miradas lascivas o simplemente la dureza del “no ser vista” en una reunión donde predomina lo masculino. O sobre la expresión oral cuando obvia sistemáticamente la diversidad de género o bien cuando se permite licencias despectivas en bromas o enfados.

De hecho, le decía que la diversidad de género no es tanto una cuestión de género, sino de talento. Que no se trata de una competición entre hombres y mujeres por ocupar los mejores puestos, sino de una colaboración entre unos y otras en pro de una auténtica diversidad.

Y la conversación finalizó como muchas otras que he mantenido. Me dijo: “Comprendo y comparto lo que me has contado. Pero mi mundo es un mundo de hombres… quiero que mi empresa y yo en primera persona avancemos hacia la diversidad de género real pero sinceramente no sé como hacerlo”. Y a pesar de ser un comentario habitual sigue sacudiéndome.

Foto Merce Brey Alta ResolucionEste siglo nos depara a las mujeres una grandísima oportunidad para avanzar decididamente hacia la igualdad. Se abre un nuevo paradigma que deja atrás la confrontación e invita a la colaboración, a la cooperación entre ambos géneros.

El pensamiento racional ha otorgado tradicionalmente determinadas características a la mujer: empatía, tolerancia, capacidad de comunicación, habilidad para trabajar en equipo, flexibilidad,… y otras distintas al género masculino: fuerza, valentía, racionalidad, capacidad de entrar en acción, lógica o precisión. Hemos interiorizado esta clasificación de tal forma que esperamos que cada cual se comporte según lo taxonomizado. Por tanto, presuponemos que una mujer será sensible, empática y tolerante mientras que un hombre actuará de forma lógica, decidida y segura. Pero lo cierto es que todas y cada una de las características mencionadas residen tanto en hombres como en mujeres.

Nuestra sociedad en su conjunto y muy especialmente las empresas, han basculado drásticamente hacia el predominio de lo masculino, denostando todo aquello que durante años (o más bien siglos) se ha asociado con lo femenino.

Nuestro bienestar, así como la evolución de las organizaciones, depende en gran medida de que logremos avanzar hacia el equilibrio de lo masculino y lo femenino. Tras tantos años de “entreno”, nosotras tenemos mucha más facilidad para dejar aflorar, fluir, aquello que hemos vinculado a lo femenino.

Honremos pues lo que nos es propio y no caigamos en la trampa de amoldarnos a cánones impuestos para conseguir lo que merecemos. Y, al mismo tiempo, tendamos la mano a tantos hombres que comparten también el anhelo de querer mostrar su feminidad.

 Mercè Brey

 Sobre Mercè Brey

Mercè Brey ha ocupado distintos puestos de responsabilidad en sendas entidades financieras, siempre vinculada a la internacionalización de las empresas. Ha sido la primera presidenta mujer en la Cámara de Comercio Italiana en Barcelona y ha formado parte de varios consejos y comisiones.

Tras el éxito de su primer libro Eres lo mejor que te ha pasado ¡QUIÉRETE!, está escribiendo WhyNowWomen conjuntamente con Victoria Yasinetskaya, una obra que retrata el mundo de la banca y las fintech desde la óptica femenina, a la vez que propone fórmulas para alcanzar una diversidad de género real.

Recientemente ha fundado BLUE Transforming Power, una consultora que ofrece a personas y organizaciones herramientas de transformación para poder alcanzar su mejor versión y cuyo foco de atención prioritario es generar el espacio necesario para que lo femenino pueda expresarse.

Web:

www.mercebrey.com

www.bluetransformingpower.com