Se dice que las mujeres por razones biológicas, históricas o inherentes a nuestra posibilidad de ser madres, siempre descansamos en estado de vigilia. Por este motivo se supone que deberíamos estar más atentas a los cambios que se van a producir en el futuro como consecuencia de esta situación de pandemia que nadie pudo prever y que afectan a todos y de forma especial al colectivo de mujeres emprendedoras y también al trabajo femenino en general. En estos últimos 15 años habíamos conseguido un despegue en la UE con un crecimiento de un 4% en empresarias y de un 7% en Estados Unidos, según datos del GEM (2019-20). Pero la pandemia y la crisis en muchos sectores puede frenar este avance a no ser que lo convirtamos en oportunidad, con la ventaja de que crecemos en temas como la conciliación, presencia en los centros de decisión y tenemos cada día más visibilidad en los medios y las redes sociales.

Durante decenios las mujeres de todo el mundo, cada una a su manera, hemos luchado y soñado por obtener un respeto y conseguir la igualdad que nos corresponde como seres humanos. Por otra parte, históricamente cada crisis ha representado un cambio evolutivo en la sociedad, algo así como un renacimiento colectivo, baste recordar la recuperación de todos los países de occidente después de la gran guerra o la unificación alemana y la progresión de los países del este desde la caída del muro. Pues bien, creo que en este momento y parodiando a Joaquín Sabina, nos toca tomar pastillas para no soñar y así estar muy despiertas ante las oportunidades que nos ofrece el camino que tenemos por delante.

Contamos con nuestra natural resiliencia y capacidad de renovarnos y, en especial, aquellas mujeres que un día sentimos la vocación de emprender y crear una empresa o ser profesionales libres y autónomas, tenemos ahora la oportunidad que nos va a permitir realizar nuestro proyecto personal y aportar un valor a la sociedad. Obviamente nada va a ser igual después de la crisis, pero no significa que sea peor ni mucho menos; para los japoneses la crisis se traduce como KIKI y viene a significar un peligro y a la vez una oportunidad, algo que aprender de un país que superó dos bombas atómicas y es una de las primeras economías del mundo.

Debemos estar atentas a lo que está sucediendo y buscar nuestro propio sitio, ofreciendo y vendiendo aquello que sabemos hacer mejor, dando soluciones a demandas concretas. Y lo vamos a conseguir porque tenemos habilidades y competencias como lo han hecho otros países que han ampliado su cuota femenina en las tareas de gobierno, como la India que incorporó un 33% de mujeres en los llamados “consejos de aldea” mejorando la gestión de recursos públicos, invirtiendo en educación y proporcionando mayor calidad de vida a la comunidad. Fieles a nuestros valores femeninos, con honestidad y competencia, según el FMI, los bancos con mayor participación femenina en la dirección son menos vulnerables a la crisis y la inestabilidad.

Debemos ser capaces de transformarnos y reinventarnos a fin de convertir nuestro trabajo y proyecto vital en algo que aporte valor. Para ello, es muy posible que debamos abordar planes de formación específicos para cubrir necesidades reales en el mercado, invertir en educación significa invertir en capital humano y no hacerlo es poco rentable, mucho más caro y además resulta frustrante. Por último, la clave de todo tiene que ver con la capacidad de adaptación y en eso coincidimos absolutamente con la naturaleza y la evolución humana: hay que adaptarse para sobrevivir, porque quedarse en el camino no es una opción, como mujeres sabemos muy bien qué comunicación es empatía. Solo si somos capaces de anticiparnos y adaptarnos, podemos conquistar este futuro que ya es nuestro.

Mª Ángeles Tejada

Directora de Public Affairs de Randstad y Presidenta de Honor de Fidem