Seguramente la gran lección de la vida es que nunca deja de sorprendernos y nos pone a prueba, pero también nos concede una tregua para que pensemos y de paso aprendamos alguna cosa. Por tanto, la soledad obligada de esta pandemia nos ha permitido disfrutar del placer de pensar e incluso meditar, algo que recomendaba San Francisco de Sales al menos media hora al día, excepto, según decía “si estás muy ocupado, porque entonces necesitas una hora”. Doy por bueno el consejo y parodiando al autor de Un mundo feliz, Adolf Huxley “no es lo que te ocurre, sino lo que haces con lo que te ocurre”. Y en esta actitud abierta he querido reflexionar como casi todo el mundo, en la forma en que me afecta todo esto y que podemos aprender, además de reconocer nuestra olvidada vulnerabilidad.

Entre las muchas cosas que añoro, la más importante para mí quizás sea esta limitación de la comunicación con los demás, tener que prescindir del diálogo presencial, pues aunque la virtualidad nos haya permitido informar, dar instrucciones e incluso debatir, no puedo perder de vista, que lo virtual es un simulacro de la realidad que está en un soporte electrónico y en mi opinión no puede sustituir la interacción presencial. Pienso que no sólo comunican las palabras, influye el tono, la comunicación no verbal, los  gestos, la actitud o la acción sensorial y no debería sorprendernos porque la teoría evolucionista reconoce que sobrevivimos gracias a la comunicación. Está claro que la tecnología es un medio que facilita relaciones, que el efecto social se expande gracias a los medios, podemos aprender, teletrabajar e incluso soportarnos mejor pero, si pensamos en la componente más  emocional que es la que repercute y nos pone en marcha, entonces nada sustituye la presencia humana, lo que equivale a la metáfora de que “no es lo mismo que te lo cuenten a que lo vivas en directo”.

Mi vecino y admirado Serrat, dice en uno de sus versos “Bienaventurados los que catan el fracaso, porque conocerán a sus amigos…” a lo que yo con mucha humildad añadiría y también conocerás a los mediocres, a los que no saben servirte, a los que se aprovechan del dolor ajeno y ponen a prueba las grandes holguras de una forma de gestión frágil y sembrada de dudas, pero no me voy a extender porque ya  lo sabemos todos. Tampoco voy a echar flores a la excelente dirección de esta crisis cuando han habido mujeres al frente de las decisiones poniéndose de manifiesto algunas de las competencias que son muy nuestras y que aparecen  cuando las cosas “van maldadas”. Como epílogo me quedo con una afirmación que comparto totalmente de la escritora Ana Merino que vive en Iowa (USA), y que interpreta el mundo como la convivencia entre seres humanos, que se necesitan unos a otros y en consecuencia deberíamos educar a nuestros niños de forma que piensen en ayudar y colaborar con los demás, con respeto y empatía para sentirnos más protegidos, de hecho según esta autora, la bondad es el grado máximo de inteligencia y posiblemente deba de ser así.

Al fin y al cabo el bienestar de los demás y el de cada uno de nosotros están relacionados, porque como mejor hagas sentir al otro, mucho mejor te sientes tú, ésta podría ser una gran reflexión para este Día Después, que ya ha llegado y harían bien las empresas en usarlo. Porque cualquier estrategia de recuperación tiene que ver con el servicio que seamos capaces de ofrecer a los demás, ya sean clientes, empleados o proveedores y muy especialmente en el  mundo de la pymes y profesionales autónomos que representan casi el 90% de nuestra economía. Vale la pena acercarse, empatizar, comprender y servir con otra actitud y cuando pensamos en nuestros teletrabajadores, tener en cuenta como pueden conciliar la familia, dar apoyo emocional, planificar las tareas, el reconocimiento, la motivación, animar su sentido de pertenencia y no escatimar en la comunicación periódica y buscar espacios sociales de relación con sus colegas. De alguna forma evitar por todos los medios que la distancia no decaiga en el olvido y con la esperanza de que el reencuentro nos haya hecho mejores personas.

Mª Angeles Tejada

Directora General de Public Afairs de Randstad

Presidenta de Honor de Fidem