Gracias al profesor de Standford Nicholas Bloom, he descubierto que una de las personas más influyentes del mundo digital, me refiero a Steve Jobs, odiaba el “teletrabajo”, vaya paradoja, ¿no? La verdad es que para este tema, hay opiniones de todos los gustos y cada empresa lo aborda de la mejor manera aunque priorizando la productividad. De hecho, el teletrabajo ha puesto al descubierto que gran parte de las funciones laborales de apoyo, incluso algunas muy decisivas, pueden realizarse perfectamente fuera del lugar de trabajo.

No obstante, la visión de trabajador a menudo no es la misma y menos cuando debe conciliarse trabajo y familia, de eso sabemos algo las mujeres. Parte  del problema se debe a que no existe un espacio para teletrabajar, a menudo los medios técnicos no son suficientes a pesar de que tenemos mejor extensión de fibra óptica que muchos otros países de Europa, pero cuando se ha puesto a prueba su eficiencia por la famosa pandemia del COVID, se han comprobado muchas limitaciones y la más importante es que ni la mayoría de empresas, ni mucho menos los trabajadores estábamos preparados. En este sentido, un informe de CaixaBank con referencia al tema estima, con cierto optimismo, que una tercera parte de los trabajadores podría teletrabajar desde su casa, aunque este dato no tiene nada que ver con el 8,3% que lo hacía en 2019 -antes de la pandemia- y todavía estamos lejos de la media europea que es del 13,5% en la UE. Seguro que este tema es tan importante que se ha creado una legislación específica a través del RD 28/2020, del 22 de septiembre, en el que se determinan garantías, derechos y obligaciones específicas para esta modalidad de trabajo, a la que deberemos acostumbrarnos no tanto por causa de esta crisis, sino porque se corresponde con la propia evolución de la etapa digital.

Alguien me preguntaba el otro día si habíamos ganado algo con la crisis, con referencia a la  conocida frase de Einstein sobre las oportunidades que ofrecen las crisis. Lo cierto es que no todo el mundo las tiene y muchos deben conformarse con sobrevivir, pero por lo menos nos ha permitido ensayar una forma de trabajar que va a permitir mejorar la rentabilidad en muchas empresas si se corrigen otros factores, ya que para que funcionen el teletrabajo o la teleeducación deben planificarse, organizarse y gestionarse adecuadamente. Además,  teniendo en cuenta que somos personas sociales necesitamos el contacto con los demás, el sentido de pertenencia y, cómo no, lo que denominamos “ambiente de trabajo” o sea que la pérdida de la relación emocional es un problema que no se resuelve virtualmente.

Especialmente para las mujeres, el teletrabajo supone un elemento de ansiedad y estrés añadido, teniendo en cuenta los retrasos que llevamos arrastrando en los temas de paridad e igualdad, poniendo de manifiesto que sufrimos mayor precariedad y pobreza laboral, pues el 70% del trabajo doméstico recae en la mujer. No se ha producido aún el cambio cultural en la sociedad y no hemos tenido tiempo de redistribuir las tareas familiares, porque no se ha considerado un problema público de primera magnitud.

Aplaudo que exista una regulación sobre el teletrabajo, fiando las bases de una relación futura y definiendo recursos, derechos y responsabilidades, pero me temo que estamos simplemente abriendo un camino que deberá llenarse de contenido a través de la experiencia, remodelando la educación. Es posible que el teletrabajo haya llegado para quedarse, pero no va a ser -sin más- una solución definitiva ni tampoco una panacea de eficiencia para muchas empresas, pues no debemos perder de vista que la autonomía personal igual que la libertad no es un mérito sino más bien una responsabilidad y las personas necesitamos referentes, guías y liderazgo, porque nos permite mayor seguridad y no nos sirve que nos lo digan, queremos creerlo y sentirlo. Y de momento nada sustituye el calor de una sonrisa o la presencia de otro ser humano para tener la certeza que respiramos juntos y estamos vivos.

 María Ángeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad y Presidenta de Honor de Fidem