Cuando nos referimos a emprender, hablamos de materializar una idea y, más importante aún, una ilusión de realización profesional y, consecuentemente, personal. Aquella que justifica trabajar sin descanso, poner muchas veces en juego tu propio capital y trascender límites de cualquier tipo. Esa fuerza imparable es la que te permite superar los obstáculos que se van interponiendo entre esa idea original y su materialización, que no suelen ser pocos. Éstos pueden ser de muchos tipos: económicos, personales, familiares o sociales.

Todo lo anterior dibuja la hoja de ruta de cualquier persona a la hora de emprender. Sin embargo, a día de hoy, existen diferentes matices si la persona que emprende es mujer. Si, además, nos referimos a un sector históricamente dominado por la población masculina como es el industrial, el asunto se riza aún más (actualmente la presencia de la mujer en las carreras técnicas es del 25% mientras que en Ciencias Sociales y Jurídicas es del 71% y en Ciencias de la Salud un 60%).

En mi caso, hablamos de una mujer, madre de tres hijos, que, a una edad madura y en una posición laboral estable y de cierta responsabilidad, decide salirse del trabajo por cuenta ajena para crear su propio proyecto empresarial dentro del sector de la ingeniería.

Hoy puedo compartir mi experiencia al frente de una compañía líder en ingeniería y consultoría en torno a las energías renovables a nivel mundial con proyectos en los distintos continentes: desde Australia a Jordania, pasando por Gambia o Mauritania. Y en estos últimos meses he recibido el reconocimiento de premios a mi papel como mujer emprendedora por parte de ASEME y, hace unos pocos días, la AEDEEC. Sin embargo, en los comienzos hace casi ya 10 años, éstos no eran los presagios de muchas personas en mi entorno, y mucho menos de la mentalidad social presente en ese periodo de plena recesión económica a nivel nacional.

Para llegar hasta el final fue fundamental mantener el convencimiento de que no podía permanecer estancada en un puesto que no me permitía avanzar. Y confiar en que, si en mi trayectoria profesional había logrado llegar tan lejos, tenía muchas posibilidades de sacar adelante un proyecto propio. El apoyo de mi marido y de mi socio también fueron importantes. Siempre necesitas hombros en los que apoyarte, y cuanto más cercanos mejor. Hay que tener en cuenta todas las trabas superadas hasta el momento: ser la única mujer licenciada en mi promoción en la carrera de Ingeniería Superior Industrial, madre de familia numerosa sin posibilidades de conciliación o estar al mando de equipos conformados íntegramente por hombres. Asimismo, he sido testigo de cómo se seleccionaban a los jefes con criterios masculinos y cómo se promocionaba preferentemente a las personas que más tarde abandonaban la oficina, algo totalmente inalcanzable para las mujeres madre.

La estructura laboral plantea a la mujer de forma sistémica el conflicto de tener que elegir entre la maternidad y la realización profesional. Y al respecto poco se ha avanzado. La iniciativa de aumentar la baja de paternidad hasta las seis semanas supone una mejora, en cuanto que involucra al hombre y se le da el mensaje de que la tarea de los hijos es de los dos y el sacrificio en la profesión también. Cuando yo tuve mis hijos, el permiso de paternidad era de tres días. Así poco se puede involucrar la pareja en la crianza.

Y ¿qué pasa con las mujeres empresarias con parejas autónomas? ¿Cómo se consigue que los niños estén atendidos mientras se mantienen a flote tanto la empresa de la madre como la del padre? ¿Por qué la maternidad tiene que entrar en conflicto con el emprendimiento o la carrera profesional? ¿Con qué soporte subsidiario contamos? Y a nivel financiero, una mujer que ha tenido reducción de jornada, o ha solicitado excedencia por cuidado de menores, ¿cuenta con las mismas facilidades de préstamos que un hombre?

Con todo ello se manifiesta la escasa valoración de la mujer en puestos de poder. Y, sin embargo, las cualidades (“femeninas”) tales como la intuición, la responsabilidad y la búsqueda de mejoras a largo plazo, añaden un alto valor positivo a la gestión, que, en el caso de IZHARIA, nos han permitido crecer, internacionalizarnos y expandirnos. Por ejemplo, mientras la mayor parte de las consultoras de ingeniería -dirigidas por hombres- cerraban o se trasladaban al extranjero, nosotros decidimos cubrir un nicho de mercado que pocos parecían vislumbrar.

El logro, a día de hoy, además de haber materializado mi sueño emprendedor, es ser una empresa joven, con un alto porcentaje de ingenieras (40%), y una organización internacional establecida con un liderazgo importante en torno al mercado de energías renovables.

Isabel López Ferrer

Fundadora y CEO de IZHARIA