Escribo este artículo en el día catorce de encierro. Han pasado dos semanas desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, firmó el Decreto del Estado de Alarma por la pandemia del coronavirus  y con él, España quedó confinada en casa.

Dos semanas en las que las ocho de la noche es la salida autorizada a las puertas de nuestras casas para, con nuestro aplauso, homenajear a todos y a todas las que se están jugando la vida por salvar la nuestra.

Un tiempo en el que el mundo se ha quedado quieto… pausado… lento. Un espacio en el que todo está  postergado sine die. Sin fecha, sin calendario… sin espacio.

Muchas personas reflexionan y buscan porqués. Nos afanamos en descubrir la piedra angular de una tragedia que ha arrasado con nuestro presente. Un presente en el que nuestro día  a día podía ser rápido, veloz, sin respiración, sin parar, sin reparar en apenas nada pero que era nuestro y que ahora queda encerrado en un reloj que apenas miramos.

Nos han dicho que tenemos que estar en casa y hemos echado la llave por dentro y cuando salimos procuramos alejarnos de todo y de todos.

En Andalucía que somos tan dados a los abrazos, a los besos y al contacto (y doy fe porque yo soy una esas personas), llegábamos a los lugares comunes (cuando aún podíamos hacerlo) y nos quedábamos estáticas. Actuábamos como desconocidos y reteníamos la pulsión de correr a esa persona tan querida que había venido de lejos por temor a que pudiera contagiar o que sucediera al contrario.

Dos semanas ya y nadie sabe cuando saldremos. Dos semanas en las que los datos y las cifras nos dejan bloqueadas porque escuchar que más de un tercio de la población mundial no puede salir, parece que sea el título de  una novela distópica que creemos haber leído.

Para estos años auguraban que los coches volarían. Estos iban a ser, decían, los felices años veinte, pero la realidad, con el cambio de década, nos ha dado un “bofetón” y despertado de un sueño que ha durado apenas seis desde que finalizó la crisis económica que comenzó allá por el año 2004.

Estábamos respirando. Andalucía se estaba convirtiendo en un gran pulmón. Las pequeñas empresas, que desde nuestra tierra diseñaban nuevos horizontes ahora tienen que cerrar y son obligadas a realizar un ERTE por no poder soportar los gastos sin ningún ingreso.

Mujeres y hombres, porque aquí no hay género, que han luchado, sufrido y apostado todo por llevar a cabo un sueño, asisten al cierre de ilusiones, esfuerzo y trabajo.

Pero el mundo está despertando

Sí. Sale de un letargo en el que muchos reconocen había frialdad. Nadie reparaba en nadie. La Tierra giraba y daba una vuelta cada 24 horas sin que nos diéramos cuenta… Y en dos semanas, hemos salido del letargo con la seguridad de que cuando esto termine seremos mejores.

¡SEREMOS MEJORES! Y lo seremos porque incluso ahora seguimos emprendiendo. Seguimos creciendo, luchando, remando y caminando hacia adelante. Lo hacemos con un empuje en el que la misma fuerza que nos ha dejado bloqued@s nos está ayudando a representar el verdadero significado de unidad y de colaboración.

Seremos mejores porque ahora es cuando de verdad estamos ejerciendo la economía colaborativa

Esa manera de cooperar que contribuye a que tod@s seamos uno y a que ese uno tenga el vigor, la energía y el ímpetu  para demostrar que esto ha sido un “contratiempo” y que estamos dispuest@s a empezar (otra vez) desde cero.

Desde casa surgen iniciativas que nos acercan. Las redes sociales son la epidermis que cada segundo testa todo lo que se está haciendo a nivel regional, nacional y mundial.

No hay idiomas. La Babilonia en la que nos habíamos convertido ha desaparecido y con esa lengua común la humanidad da un paso adelante mientras los políticos no dejan de discutir sin llegar a ningún acuerdo.

Nosotr@s estamos asumiendo la verdadera Soberanía y damos ejemplo de lo que hay que hacer. Y si en China fueron capaces de hacer un hospital en diez días, aquí bomberos, militares de la UME, y parados y autónomos han construido en 72 horas un sistema de oxígeno en IFEMA para atender a los más de 700 pacientes que se atenderán en un pabellón.

Miles de personas, repartidas por todo el país hacen mascarillas, tan necesarias para los sanitarios

Numerosos ingenier@s las diseñan y utilizan impresoras 3D para preservar la seguridad de l@s que se exponen.

Numerosos son los voluntari@s que no tienen horas para llevar a casa de los ancian@s bolsas de comida y cariño. Unos mayores que se están viendo especialmente afectados  y que si antes se sentían solos, ahora son los protagonistas y volvemos los ojos sabiendo que nunca se debían haber sentido abandonados.

Estudiantes de medicina y enfermeras que sin terminar su carrera se incorporan a turnos infinitos. Médicos jubilados que ofrecen la sabiduría de décadas de consultas. Taxistas que se ofrecen a llevar gratis a los sanitarios hasta los hospitales.

Músicos y cantantes que dan conciertos gratuitos… Deportistas que hacen un llamamiento a la solidaridad para conseguir una cifra imposible. Grandes empresarios que ofrecen toda su infraestructura, y que dan respuesta y solución inmediata a unas necesidades que ¡hay que cubrir ya!

Dicen que el miedo es la emoción que tod@s sentimos pero yo digo que es mentira. Nunca el mundo, la humanidad, el hombre, ha sido menos egoísta que en estos días.

Jamás hemos estado más cerca l@s un@s de l@s otr@s. Este es el tiempo en lo que lo urgente, y sin que sirva de precedente, ha primado por encima de lo importante. Y hemos sido nosotr@s,  el grueso de la sociedad, l@s que hemos dado el paso firme y hacia adelante que se necesitaba para que el mundo volviera a girar.

Eso es emprender

La doctora de la Universidad de Sevilla, Ana Orti, me dijo una vez: “los emprendedores, Andrade, son las personas que son capaces de cambiar las estructuras sociales, económicas, políticas y mentales del mundo”. Esa es la frase que desde entonces define e identifica a la plataforma de Mujeres Valientes y hoy entiendo aún más  el valor de lo que me dijo y el significado que tiene.

Y algún día, cuando este presente se convierta en pretérito, porque estaremos en el  mañana, miraremos atrás. Y entonces, solo entonces, reconoceremos, con orgullo, que cuando creímos que todo terminaba, fuimos capaces de levantarnos para tejer una red entre desconocid@s. Una gran cadena de favores  que, de ventana a ventana, cambió la configuración de un mundo único, singular, lleno de vida… y precioso.

M.ª José Andrade

Directora y fundadora de la plataforma Mujeres Valientes