Los nuevos roles desempeñados por las mujeres en los entornos rurales están protagonizando su revitalización, donde la sostenibilidad se alza como un valor irremplazable

Las mujeres representan la nueva cara del desarrollo rural, una cara renovada que se dibuja con trazos de innovación urbana. La despoblación que están sufriendo los entornos rurales es un fenómeno vivo en el que el rol que ellas ejercen ocupa un lugar central. Las nuevas generaciones de mujeres rurales han dejado de representar el papel que tradicionalmente se les ha otorgado en el hogar y la familia, y la mayoría de ellas optan por abandonar sus lugares de origen para adquirir un nivel de formación mayor que únicamente se ofrece en las áreas urbanas.

girl-1568606_640-1-439x284En este sentido, la encuesta realizada en el ‘Diagnóstico de la Igualdad de Género en el Medio Rural (2011)’ por el MAGRAMA, muestra que el 22,8% de las mujeres y el 15,6% de los varones entrevistados procedentes de áreas rurales, poseen estudios superiores, por lo que ellas adquieren un mayor nivel formativo. Sin embargo, el problema aparece en la falta de oportunidades laborales que ellas encuentran.

En los últimos años, las zonas rurales han experimentado grandes transformaciones. La dedicación en tiempo y recursos a los cuidados, demandada por las personas dependientes, se ha visto enormemente condicionada por el envejecimiento de la población en estas áreas. Actualmente, las mujeres de mediana edad son una pieza fundamental en este rompecabezas al que las poblaciones rurales se enfrentan. Ellas cargan con las responsabilidades derivadas del desarrollo de políticas de bienestar familiaristas (en los términos a los que se refiere Esping-Andersen) que naturalizan el rol que las mujeres desempeñan en la esfera doméstica. Las consecuencias de que dicho rol no haya sido asumido en igual medida por todas las partes que conforman la realidad social provoca la denominada crisis de los cuidados, que pone en peligro la sostenibilidad de las sociedades rurales, afectando a la sociedad en general.

Estas nuevas dinámicas rurales ponen en riesgo la sostenibilidad social, económica y medio ambiental de los entornos rurales, imprescindible para garantizar su reproducción. En este sentido, las mujeres están participando en la creación de un nuevo proceso dinamizador: la neorruralidad. La neorruralidad implica la generación de una nueva ruralidad (marcada por la utilización del prefijo -neo), dibujada por las acciones de aquellas personas que abandonaron sus áreas rurales de origen y que vuelven para revitalizar dichos entornos, generando nuevos modos de vida.

El movimiento que inicialmente se originó en los años sesenta del siglo pasado como respuesta a un person-690132_640-1-439x292modelo de vida urbano predominante ha transformado su vertiente reivindicativa para centrarse en la búsqueda de un modo de vida común, basado en la tranquilidad y la calidad de vida que los entornos rurales proporcionan. Se genera así, bajo la idea de ruralidad, un nuevo fenómeno cuya comprensión no debe limitarse a su entendimiento como un movimiento migratorio de retorno, sino que debe incorporar las relaciones interpersonales y simbólicas que dicho movimiento conlleva.

En este nuevo entorno, las mujeres emprendedoras se consolidan como agentes imprescindibles de innovación, renovación y creación de oportunidades para favorecer el desarrollo socioeconómico de los entornos rurales. Sus acciones son clave para romper con las desigualdades sociales que existen entre mujeres y hombres, ya que se convierten en motores de cambio que desafían la tradicional división sexual del trabajo y de los usos del tiempo. Del mismo modo, se generan redes de cooperación y emprendimiento que se presentan como una fuerte alternativa a la falta de empleo femenino que suele caracterizar estos entornos.

Será cuestión de tiempo observar los cambios que este nuevo papel de las mujeres provocará en el desarrollo rural. La corresponsabilidad social, el desarrollo de políticas públicas que favorezcan la creación de dinámicas neorrurales y el acceso y uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación en las zonas rurales, serán algunos de los elementos clave para consolidar los procesos de neorruralidad. Lo que sí se puede afirmar es que la sostenibilidad y revitalización del medio rural tiene y tendrá nombre de mujer.

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